BRUSELAS (apro).- Cuando en junio de 2018 se convirtió en ministro del Interior de Italia, el ultraderechista Matteo Salvini se fue con todo contra las organizaciones no gubernamentales que estaban rescatando inmigrantes en el Mar Mediterráneo provenientes de Libia, a los que luego desembarcaban en puertos italianos en conformidad con el derecho marítimo.
A Salvini, que construyó un discurso electoral centrado en atacar a las ONG que realizaban ese tipo de misiones, no le importó pisotear todas las convenciones internacionales firmadas por su país y, alegando razones de seguridad, prohibió a las embarcaciones humanitarias atracar con personas sin papeles en cualquier puerto de su territorio, incluyendo niños y mujeres embarazadas. Quería que fueran entregados a los temibles guardacostas libios.
Por órdenes de Salvini las autoridades judiciales abrieron “investigaciones” por tráfico de seres humanos contra activistas, confiscaron algunos de sus barcos de rescate y amagaron con imponer multas de hasta 50 mil euros al capitán que osara desobedecer las severas restricciones contenidas en un “código de conducta” y un “decreto de seguridad”.
Salvini, que siempre ha considerado “criminales” y “cómplices de la mafia” a los rescatistas voluntarios, fue incluso más allá cuando a principios de 2019 la ahora famosa capitana alemana del Sea Watch 3, Carola Rackete, fue arrestada y acusada de “favorecer el tráfico de migrantes”, así como de resistir al buque de guerra que intentó impedirle el paso cuando decidió entrar a la fuerza al puerto de Lampedusa con 40 migrantes al borde del colapso físico y psicológico tras muchos días de esperar en vano el permiso de acceso. El caso no prosperó y la joven alemana salió libre poco después, convirtiéndose en un ícono de la resistencia contra la extrema derecha.
Al dejar Salvini el cargo en septiembre pasado —después de que su partido, La Liga, no pudo continuar en el gobierno de coalición con los populistas de 5 Estrellas tras las elecciones— las ONG habían reducido considerablemente sus actividades de salvamento.
Durante ese tiempo, el gobierno italiano aseguró que debía endurecer más allá del derecho internacional sus políticas de salvamento marítimo y de asilo para poder evitar a toda costa el impopular “efecto llamada”, un fenómeno que supone un crecimiento masivo de la migración irregular derivado de ofrecer “facilidades” en el trayecto a Europa.
Pero tal aseveración italiana —que desde hace más de una década proclaman partidos de derecha y extrema derecha de la Unión Europea (UE)— es falsa porque “no existen evidencias que demuestren la correlación entre las actividades en mar de las ONG y el volumen de los movimientos de migración clandestina entre Libia e Italia”, por lo que no debe servir de base a ninguna decisión política, señala a este columnista el profesor de la universidad holandesa de Leiden Eugenio Cusumano.
El investigador es autor junto con Matteo Villa de un estudio que con estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones, la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Guardia Costera italiana desmonta la afirmación de que entre más migrantes sean rescatados por navíos humanitarios de ONG, más se animarán a cruzar el Mediterráneo.
Publicado en noviembre, el estudio, titulado Rescate marítimo de ONG: ¿Un `efecto llamada´ de migración irregular?, atrajo gran interés de la prensa internacional por su rigor metodológico y su carácter académico.
El documento, avalado por el prestigiado Centro de Políticas Migración del Instituto Universitario Europeo, con sede en la ciudad italiana de Florencia, plantea que “el argumento de que las Operaciones de Búsqueda y Rescate (OBR) provocan un ‘efecto llamada’ de la migración por mar se convirtió en un lugar común durante la `crisis de los refugiados´ del Mediterráneo” de 2015.
“Esta afirmación —continúa el texto— ha sido frecuentemente usada para criticar las acciones humanitarias de búsqueda y rescate de las ONG frente a las costas libias, las cuales se considera que proporcionan ‘un incentivo a los traficantes de seres humanos para organizar las salidas de botes con inmigrantes hacia Europa’”.
Si las ONG se lanzaron en operaciones humanitarias de este tipo fue porque Italia solo mantuvo un año sus acciones de rescate bajo la Operación Mare Nostrum, iniciada en octubre de 2013 pero suspendida porque supuestamente generaba un “efecto llamada”.
Las subsecuentes misiones civiles y militares europeas —Triton, Themis y EUNAVFOR Med— se abstuvieron en gran medida de efectuar salvamentos de inmigrantes por iniciativa propia. Entre 2014 y octubre de 2019, las ONG prestaron asistencia en mar a 115 mil migrantes de un total de 650 mil; es decir que apoyaron 18% de los rescates, principalmente en 2016 y 2017 tras el término de la Operación Mare Nostrum.
Con ese antecedente, Cusumano y Villa examinaron los flujos migratorios mes con mes entre 2014 y 2018 y día a día durante 2019, llegando a la conclusión de que no hay relación entre la presencia de ONG en el mar y el número de migrantes provenientes de la costa libia.
“Los resultados de nuestra investigación ponen en duda que las OBR de las ONG constituyan un `efecto llamada´ de la migración irregular en el Mar Mediterráneo”, exponen los expertos, que invirtieron el enfoque de la interrogante y mostraron que del número de cruces desde Libia depende el de rescatados y no al revés.
En 2014, por ejemplo, la cifra de migrantes cruzando el Mediterráneo era altísima a pesar de que las ONG apenas representaban 0.8% de los rescates efectuados (el resto fue atribuible a las guardias costeras de Italia y Libia, la agencia fronteriza costera Frontex de la UE, buques militares y navíos mercantes). En cambio, en la segunda mitad de 2017 el número de migrantes se derrumbó en medio de la presencia de muchos barcos humanitarios que llevaban a cabo entre 25 y 50% de las OBR totales.
Con datos más precisos entre el 1 de enero y el 27 de octubre de 2019, los investigadores establecieron que las ONG sólo operaron 85 días y con no más de dos barcos simultáneamente, mientras que durante 225 días esas operaciones de rescate fueron únicamente efectuadas por unidades de guardacostas libios. Sin embargo, los cruces de inmigrantes se mantuvieron estables en ambos periodos.
Como lo señala el estudio, Cusumano aseguró a este columnista que los episodios de crecimiento en el flujo migratorio del periodo estudiado en 2019 tienen como explicación las buenas condiciones climatológicas y la inestabilidad política en Libia, activada en abril cuando el general rebelde Jalifa Haftar lanzó una campaña militar contra el Gobierno de Acuerdo Nacional de Trípoli que desató un pico en las estadísticas.
Señaló que las salidas irregulares de lanchas con inmigrantes también se redujeron drásticamente como resultado del acuerdo que con ese objetivo firmó en julio de 2017 el gobierno italiano con las tribus libias que mantienen el control de importantes zonas de paso de refugiados.
—Su estudio analiza solamente el flujo migratorio de Libia hacia Italia. Señor Cusumano, ¿sus conclusiones podrían aplicarse igualmente en lo que respecta a las otras rutas migratorias del Mediterráneo?
—Nuestros hallazgos no son necesariamente generalizables. Necesitamos investigaciones adicionales para ver si nuestras conclusiones son aplicables a la ruta Este que va de Turquía a Grecia o a la Occidental de Marruecos a España, e incluso a la de México hacia Estados Unidos, ya que se podría argumentar que los rescatistas de migrantes en el desierto provocan también un ‘efecto llamada’.
“Todos esos casos —prosigue Cusumano—, son diferentes y no podemos asumir que nuestras conclusiones sean aplicables. Sin embargo, lo que nuestros hallazgos sugieren es que esta idea de que las operaciones de rescate de inmigrantes sirven de ‘efecto llamada’ es, por decir lo menos, sobreestimada. No es completamente imposible que sea un factor a considerar, pero hay otros que juegan un papel mucho más importante”.
—¿Espera que con los resultados de su estudio cambie la retórica de los políticos y dejen de afirmar que las ONG atraen más inmigrantes irregulares a Europa?
—Para ser justos, no espero ningún cambio importante. Hoy en día existe una tendencia a que las políticas sean resistentes a evidenciar que se basan en elementos que no tienen mucho sentido. Dicho eso, sí nos gustaría que la evidencia que tenemos en nuestro estudio sea tomada en consideración por quienes toman decisiones.
“Lo que se haga con nuestros hallazgos es obviamente una decisión política. Esperamos que si al menos se acepta el argumento subyacente de nuestro estudio, entonces se asuma que ciertas políticas que han sido conducidas hasta la fecha no tienen sentido y habría que reconsiderarlas, como restringir las actividades de salvamento de las ONG y desactivar aquellas del gobierno italiano y la UE”.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 30 de diciembre de 2019 en el portal de la revista PROCESO. Aquí puedes leer el texto original.