MARIA ALEKHINA (PUSSY RIOT): No les tengo miedo

Maria Alekhina es una de las tres integrantes del grupo ruso Pussy Riot condenadas a dos años de prisión por ingresar en la catedral de Cristo Salvador de Moscú para entonar un “rezo punk” en contra del presidente Vladimir Putin. En vísperas del comienzo de su proceso, ella escribió una carta pública que fue difundida en Francia en la edición del pasado 22 de agosto del semanario francés Les Inrockuptibles. Europafocus publica algunos fragmentos.
 
(Traducción de Marco Appel para el sitio Europafocus)
 
Este proceso es ejemplar. El poder estará abochornado, y no sólo una vez, y le dará vergüenza. Cada una de las etapas de este proceso es la quintaesencia de lo arbitrario. ¿Cómo fue posible que nuestra iniciativa, en su origen una acción modesta y más bien estrafalaria, se haya transformado en esta inmensa tragedia?
 
Es evidente que, en una sociedad sana, eso sería imposible. Pero Rusia, como Estado, existe desde hace mucho tiempo como un organismo carcomido por la enfermedad. Y este organismo reacciona de manera enfermiza cuando se toca uno de sus abscesos purulentos. Durante largo tiempo ha desarrollado esta enfermedad en silencio. Luego encuentra una solución dialogando. Y aquí está lo que llama un diálogo. Este juicio es simplemente una farsa grotesca y cruel; es el “rostro” del diálogo tal como se practica en nuestro país (…)
 
Cuando nosotras hablamos de Putin, no es a Vladimir Vladimirovich Putin a quien vemos; es Putin como sistema político, uno creado por él mismo, la vertical de poder donde prácticamente toda gestión se efectúa a dedazo. Un poder vertical que no toma absolutamente en cuenta la opinión de las masas. Y es eso lo que más me inquieta: la opinión de las jóvenes generaciones. Y eso ocurre en todos los aspectos.
 
Quiero contar mi propia experiencia, mi propia confrontación con este sistema. La educación, que es donde comienza la formación de la persona social, ignora aquello que constituye a esa persona.  Desprecio del individuo, de la educación cultural, filosófica; desprecio de los conocimientos elementales que hacen una sociedad civil. El hombre-ciudadano es un ideal echado al fondo del armario. Todas las instituciones que hoy se encargan de la educación se esfuerzan ante todo por inculcar a los niños los principios de una existencia automática. Ellas inoculan la crueldad y el rechazo a toda idea no-conformista. Desde la infancia, el hombre debe olvidarse de su libertad.
 
Tengo cierta experiencia en cómo funciona el hospital psiquiátrico para menores de edad. Puedo afirmar que todo adolescente, que de manera más o menos activa, muestra una actitud de anticonformismo, puede ser internado enseguida. En esos establecimientos caen numerosos niños que provienen de orfanatos. Sí, en nuestro país es normal poner en un hospital psiquiátrico a un niño que quiso huir del orfanato. Y administrarle tranquilizantes como el aminazin, que era utilizado en los años 70 para domar a los disidentes soviéticos.
 
En esos establecimientos se privilegia la represión y no el acompañamiento psicológico. El sistema está exclusivamente basado en el miedo y la sumisión incondicional. Estos niños se convierten inevitablemente en niños crueles. Muchos de ellos son analfabetos. Y nadie hace algo para remediarlo. Al contrario, todo esta pensado para destrozar, para asfixiar la menor aspiración, el menor deseo de progreso. Aquí, el ser humano debe de encerrarse y perder toda confianza en el mundo.  Es eso lo que quiero decir: tal concepción del hombre prohíbe la toma de conciencia de las libertades individuales, incluyendo las religiosas, y ello se extiende a toda la población. La consecuencia de ese proceso es la resignación ontológica de la sociedad (ontología es una parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales).
 
Este paso, o, mejor dicho, esta fractura, es remarcable si lo examinamos en un contexto cristiano: uno puede percibir que los significados y los símbolos se sustituyen en significados y símbolos exactamente inversos. Así, hoy, la resignación, que es una de las categorías esenciales del cristianismo, ya no es entendida antológicamente como un medio de purificar, de consolidar y de conducir a la liberación definitiva del hombre, sino al contrario, como medio para someterlo. Se puede decir, citando a Nikolai Berdiaiev: “La ontología de la resignación, es la ontología de los esclavos de Dios, no de los hijos de Dios”.
 
En lo que a mí respecta, fue cuando me lancé en la lucha ecologista por el bosque de Krasnodar que tomé conciencia de la libertad interior como fundamento de la acción. Así como de la importancia inmediata de la acción en cuanto tal.
 
No deja de sorprenderme que en este país se necesite que miles de personas se junten a protestar para poder detener las conductas arbitrarias de uno o un puñado de funcionarios. La reacción de miles de personas en el mundo a este proceso es una clara prueba. Las tres somos inocentes. El mundo entero lo dice. Lo dice durante los conciertos. Lo dice en Internet, en la prensa, en los parlamentos. Las primeras palabras que el primer ministro británico dirigió a nuestro presidente no tuvieron que ver con los Juegos Olímpicos, sino que le preguntó: “¿Por qué tres jovencitas inocentes están en prisión? Es una vergüenza”. Pero lo que me sorprende todavía más es que la gente no crea que puede influenciar el poder de algún modo. La gente en nuestro país ha dejado de considerar que el territorio le pertenece a los ciudadanos. Las personas se consideran simplemente masas automatizadas (…)
 
Estamos contra el caos “putinista” que no tiene nada de régimen más que el nombre. Nosotras damos una imagen de ese sistema en el que, según nuestro punto de vista, casi todas las instituciones atraviesan una mutación, pero guardando su apariencia exterior; de ese sistema que destruye esta sociedad civil que nos es tan preciada. Nuestros textos, si ellos recurren a un estilo directo, no realizan nada directamente. Nosotras consideramos eso como una forma artística.
 
La motivación (de nuestro proceso), esa sí, es idéntica. Es muy curioso que las autoridades, reaccionado como lo hicieron a nuestras acciones, no estén absolutamente tomando en cuenta la experiencia histórica en relación con las manifestaciones de heterodoxia (disconformidad con los dogmas y creencias de una religión) y de anticonformismo.
 
“La simple honestidad es percibida en el mejor de los casos como heroísmo. En el peor, como un problema psíquico”, escribió en los años 70 el disidente Boukovsky. No ha transcurrido tanto tiempo desde entonces y, sin embargo, todo el mundo actúa como si el período del Gran Terror (la brutal represión stalinista) no hubiera existido jamás, ni las tentativas para oponerse. Yo considero que somos acusadas por gente sin memoria. Que es indispensable tomar las vías inmanentes para la evolución del espíritu. Que las experiencias del hombre, sus desdoblamientos, deben ser tomadas en consideración. Que hay que vivir todas las cosas para construirse. Que es únicamente después de haber vivido todo eso  que el hombre puede esperar algo y continuar avanzando. Que la verdad religiosa es un proceso, y no un resultado definitivo que se puede rellenar como mejor les parezca. Y todas estas cosas de las que he hablado, todos estos procesos de liberación son reflexionados por el arte y la filosofía. Incluyendo el arte contemporáneo.
 
Una situación artística puede, y debe, según mi opinión, conllevar un conflicto interior. Y estoy particularmente irritada por todo este “presunto” que barniza las palabras de la acusación cuando hace mención sobre el arte contemporáneo.  Tengo que remarcar que el mismo término fue empleado durante el proceso del poeta (Joseph) Brodsky (en los años 60). A su poesía se le calificó de “presuntos” versos, pero los testigos jamás los habían leído. Tal como una parte de los testigos de nuestro proceso, que no estaban presentes durante nuestra acción (en la catedral de Moscú), y que sólo vieron el video en Internet.
 
Es probable que nuestras disculpas sean igualmente presentadas por el espíritu generalizador de la acusación como “presuntas”. Es un insulto. Es un prejuicio moral. Es un traumatismo. Nuestras disculpas fueron sinceras. (Quienes nos acusan) no imaginan a qué punto lamento que tantas palabras hayan sido pronunciadas y que no hayan aún comprendido nada. O nos están engañando cuando afirman que nuestras disculpas no fueron sinceras.  No entiendo todavía que es lo que quieren escuchar.  Para mí, es este juicio el que debe calificarse de presunto proceso. Y no tengo miedo de ustedes. No tengo miedo de la mentira, no tengo miedo de la ficción, no tengo miedo de esta mistificación de mal gusto. No tengo miedo del veredicto de este presunto juicio. Porque ustedes sólo pueden privarme de una presunta libertad. Es la única que existe sobre el territorio de la Federación de Rusia.
 
Mi libertad interior nadie me la podrá arrebatar. Ella vive en la palabra, y continuará viviendo cuando hable, gracias a las miles de personas que la escucharán. Esta libertad continúa en cada persona que no permanece indiferente y que nos escucha en este país. En todos aquellos que han encontrado los resplandores de estos procesos (de libertad), como en otro tiempo Franz Kafka y Guy Debord. Creo que, justamente, es la honestidad y la potencia de la palabra y la sed de verdad que nos hará a todos un poco más libres.