A principios de julio pasado se celebró la Semana de la moda de la alta costura de París, un referente internacional por su calidad y abundantes propuestas de estilo. Una vez digerido lo acontecido, podremos revisar poco a poco los desfiles que tuvieron lugar. Las emociones que suscitaron los modelos serán distintas desde la distancia y luego de un análisis más exhaustivo. Es cierto: muchas veces las primeras impresiones son las más auténticas: gracias a ese rápido ejercicio de observación desechamos y descartamos opciones de inmediato. Luego podemos volver a las imágenes que nos sugirieron algo positivo o atractivo en un primer momento para analizarlas, más concienzudamente, y poder considerar detalles que en un primer momento pasaron desapercibidos.
Eso fue lo que me sucedió con la colección que el diseñador británico Hussein Chalayan, quien ha trabajado con la vanguardista cantante islandesa Björk, y la modista-empresaria Goga Ashkenazi han creado para la casa francesa Vionnet.
Asombrosa y maravillosa en un primer tiempo, la colección preserva algo de extraño, entre un sugerente atractivo y un repelente insinuado. Todas las modelos, con cara lavada y melena peinada de lado, vestían largos vestidos de noche o de alfombra roja. Algo inusual en Chalayan, aunque no nos debe asombrar nada si consideramos su gusto por la experimentación. Vestidos de seda plisados; algunos de cuyos pliegues se acompañaban de flecos. Otros eran simples vestidos con pliegues al bies que se anudaban como cuando se quiere escurrir una toalla o paño empapados de agua. Ese aspecto estético era donde comenzaba la originalidad de la propuesta, que continuaba y se acentuaba en otra serie de vestidos en los que una espina dorsal tridimensional recorría la pierna o el hombro de la modelo, recordando de alguna forma a la cobertura que llevan los neumáticos de las bicicletas de montaña.
[one_third] [/one_third] [one_third] [/one_third] [one_third_last] [/one_third_last]Giambattista Valli ha apostado por un nuevo cliente y público de alta costura. El modisto francés nacido en Italia viaja hasta la Alhambra, y allí nos presenta una mujer a primera hora de la mañana recién levantada, o quizás recién duchada tras una larga noche, que pasea por los jardines del palacio. Aparece perfecta, envuelta en sábanas de seda rayadas, o podría ser en una pijama de hombre, con un pañuelo anudado en la cabeza y gafas de sol para resistir la desvelada. Hacia el mediodía las creaciones de grandes volúmenes también acaparan protagonismo entre las faldas lápices, estrechísimas por debajo de la rodilla, que de vez en cuando sugieren bodys; incluso hay vestidos de gran vuelo con reminiscencias a los años 50. Al atardecer esa misma mujer se viste con largos y ligeros vestidos de muselina con estampados de glicinias, entre muchas otras flores. Como resultado una colección muy floreada, que acaba con sus excéntricas y exuberantes faldas de tul con plumas en colores potentes: rojo, verde, azul y amarillo, con minúsculas partes superiores de pijama.
[one_third] [/one_third] [one_third] [/one_third] [one_third_last] [/one_third_last]En la colección que presentó para la casa francesa Dior, Raf Simons se cuestiona qué es moderno hoy en día, siendo que él que es uno de los que mejor representa esa modernidad. En busca de ella remite la mirada siglos atrás, a la época de la corte francesa del siglo XVIII y a los años veinte del siglo pasado. Reflexionando sobre esos dos periodos, y apoyado en uniformes de cosmonautas y astronautas, el belga consigue alcanzar esa verdadera modernidad tan ansiada que perdurará en el tiempo: nuevas estructuras para esos vestidos que señoras y señoritas vestían en el siglo XVIII sobre panniers. Vestidos de vuelo y con pliegues bordados en tafetán de seda. Largos abrigos de estilo eduardiano. Los detalles técnicos de los corpiños como las costuras conforman los tops y faldas. Los abrigos masculinos de la corte del siglo XVIII se adaptan a las formas de la mujer. También abrigos y vestidos con grandes solapas y cuellos, que se convierten en canesús. Vestidos de flecos –que Simons ha denominado “alien fur”— y de flores, llenos de movimiento por debajo de las rodillas, hacen referencia a las flapper de los años 20. Todo ello bajo el espíritu del fundador de la firma. Ahí está la silueta bar por la que el modisto se hizo famoso en los años 50.
[one_half][/one_half] [one_half_last] [/one_half_last]Viktor & Rolf, los reconocidos diseñadores basados en Ámsterdam, vuelven a llevar su concepto al extremo, y en este caso a la alfombra roja: para homenajearla, nada más apropiado que confeccionar todas las prendas en este material, ¡incluso los zapatos!, y que las modelos lucieran todo desfilando sobre una alfombra roja. Vestidos mini de grandes volúmenes que se consiguen a través de pliegues, nudos y lazos, así como por el grosor del tejido. También más largos y asimétricos con estampados. El vestido de supervivencia, el de camuflaje, juega con las dos texturas empleadas, tratando de imitar la piel de jirafas, cebras, leopardos… siempre en rojo. Una colección divertida, atrevida y descarada que evoca las capas de los reyes y a la clase más poderosa.
[one_half][/one_half] [one_half_last][/one_half_last]*Fotos: páginas de Internet y de los diseñadores.