ARCHIVO GLOBAL: Vendetta política

Importantes funcionarios y miembros de los servicios secretos de Siria estarían involucrados en el asesinato del exprimer ministro de Líbano Rafik Hariri. Tal es la conclusión de los informes de la Comisión de Naciones Unidas que investigó dicho magnicidio. Con base en ellos, el Consejo de Seguridad de la ONU decidió establecer un tribunal internacional para Líbano. Ello detonó la actual crisis política en este país, la cual presagia una nueva guerra civil.

(Artículo publicado en la edición del 10 de diciembre de 2006 de la revista PROCESO)

BRUSELAS.- El 14 de febrero de 2005, a las 12:35 del día, el exprimer ministro libanés Rafik Hariri salió del parlamento nacional en Beirut, cruzó la acera y entró a un café.

Quince minutos después, Hariri tomó él mismo el volante de un automóvil Mercedes blindado y se encaminó al palacio Kuraytem, adonde había invitado a comer a más de 20 personas.

A la cabeza de su comitiva iba un automóvil Toyota Land Cruiser, ocupado por cuatro oficiales de las Fuerzas de Seguridad Interna. Tres meses antes, el gobierno le había reducido de 40 a ocho el número de guardaespaldas estatales.

Le seguía un Mercedes modelo 500 S con tres guardias de equipo de vigilancia privada contratado por Hariri. Otros dos vehículos similares –equipados con dispositivos de bloqueo de señales para activar explosivos, y con tres agentes privados en cada uno–, protegían los flancos del automóvil del exprimer ministro. Detrás iba un Chevrolet adaptado como ambulancia con un guardia y dos médicos auxiliares en el interior.

Un miembro “de categoría superior” de la seguridad privada decidió tomar la “ruta marítima” hacia Kuraytem, prevista esa mañana en caso de salir del parlamento antes de las 2 de la tarde.

La comitiva circuló por las calles Ahdab y Foch. Se detuvo durante varios minutos debido al tráfico en el cruce con la calle Seaport. Ahí la caravana de autos giró a la izquierda y tomó la vía marítima.

Una camioneta Mitsubishi Canter –robada el 12 de octubre de 2004 en la ciudad japonesa de Sagamihara y transportada a Líbano “probablemente” a través de los Emiratos Árabes Unidos– avanzaba lentamente por la calle Minae Al-Hosn.

En su trayectoria, la camioneta pasó frente a una cámara del banco HSBC, que la alcanzó a grabar. Un minuto y 49 segundos después pasaron Hariri y su comitiva.

A las 12 horas con 55 minutos y cinco segundos, a la altura del Hotel Saint George, estallaron los mil 800 kilogramos de explosivos que cargaba la camioneta robada. El resultado: las muertes de Hariri –causada por una lesión cerebral inmediata– y otras 22 personas, además de 220 heridos.

La anterior secuencia de hechos constituye una parte de la investigación de la Comisión Internacional Independiente de Investigación, creada el 7 de abril de 2005 por la resolución 1595 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU). Su objetivo: esclarecer el atentado ocurrido el 14 de febrero de 2005.

Esta comisión –encabezada por el exfiscal del Tribunal Penal Internacional, el belga Serge Brammertz– elaboró tres informes de 162 páginas en total, los cuales fueron entregados al Consejo de Seguridad de la ONU entre el 20 de octubre de 2005 y el pasado 26 de septiembre, Dichos documentos, en poder de Proceso, contienen información proporcionada por más de 500 testigos de diversos niveles, por informes de la inteligencia civil y militar libanesa, y por peritajes internacionales como los de Australia, Japón, Holanda o Suiza, entre una decena más.

Uno de estos informes –el número S/2005/662– concluye: “Hay motivos fundados para creer que la decisión de asesinar al exprimer ministro Rafik Hariri no pudo haberse tomado sin la aprobación de funcionarios de seguridad de Siria del más alto nivel, y tampoco pudo haberse organizado sin la colusión de sus homólogos de los servicios de seguridad libaneses”.

Con base en el resultado de dicha investigación, el pasado 21 de noviembre el Consejo de Seguridad de la ONU decidió establecer un tribunal especial internacional para el Líbano que se aboque a enjuiciar a los culpables del atentado contra Hariri y contra otros libaneses en 14 ataques terroristas cometidos en ese país a partir de octubre de 2004.

Ello detonó la actual crisis política en Líbano: la organización chiita Hezbollah –ligada a los gobiernos de Siria e Irán, que le proporcionan armas y dinero– señaló que dicho tribunal internacional es en el fondo una maniobra de Estados Unidos para afincar sus intereses en este país. Y el mismo día que el Consejo de seguridad de la ONU decidió establecer dicho tribunal, fue asesinado Pierre Gemayel, ministro de Industria de Líbano, dirigente del partido maronita Kateb y uno de los opositores a la influencia siria en este país. Dos semanas después, los cinco ministros chiitas renunciaron al gabinete del primer ministro Fouad Siniora. posteriormente, Hezbollah y el partido Amal, también chiita, comenzaron a organizar multitudinarias marchas en las que exigen la renuncia del actual gobierno libanés, a los que acusan de estar sometido a los dictados de Washington.

Amenazas

El 4 de octubre de 2004, Rafik Hariri renunció a su cargo de primer ministro de Líbano, en desacuerdo con la prorrogación del mandato presidencial del general Emile Gramil Lahoud, un hombre vinculado con el régimen sirio de Bashar al Assad.

Hariri era un agente aglutinador de las fuerzas antisirias. Los informes de la ONU destacan el ambiente “de tensión” que existía entre él y el presidente sirio Al Assad. En este contexto ocurrió el asesinato del expremier libanés.

El 26 de agosto de 2004, Hariri y Al Assad se reunieron en Damasco para tratar el tema de la prolongación del mandato presidencial del general Lahoud; “el conflicto llegó a un clímax”, afirman los informes de la comisión de la ONU.

Éstos recogen una grabación telefónica realizada el 1 de febrero de 2005, entre el exprimer ministro Hariri y el viceministro de relaciones exteriores de Siria, Walid Al Moallem.

Hariri dice: “En relación con la prórroga (de la presidencia de Lahour), Al Assad me citó (aquel 26 de agosto de 2004) y se reunió conmigo unos 10 a 15 minutos (…) Me dijo: ‘Siempre dices que estás con Siria. Ahora ha llegado la hora de demostrar si es cierto lo que decías’ (…) No me preguntó mi opinión. Dijo: ‘He decido’. Yo estaba totalmente apabullado, sin saber qué decir, fue el peor día de mi vida”.

Y continúa hablando de sí mismo en tercera persona: “No puedo vivir bajo un régimen de seguridad que se especializa en poner obstáculos a Hariri, en difundir desinformación sobre Rafik Hariri y en preparar informes para Bahar al Assad (…) Pero el Líbano ya no será jamás gobernado desde Siria. Eso ya no pasará más”.

Al Moallem contestó: “Nosotros y los servicios (de seguridad) lo hemos acorralado. No se tome esto a la ligera”.

Saad Hariri, hijo del asesinado exprimer ministro, añade en una declaración rendida el 9 de junio del año pasado: “(Mi padre) me contó que el presidente Bashar al Assad lo había amenazado con las siguientes palabras: ‘Esto es lo que quiero. Si piensas que el presidente (Jacques) Chirac (de Francia) y tú van a gobernar el Líbano, están equivocados. No va a pasar. El presidente Lahoud soy yo. Lo que le digo, él lo hace. Esta prórroga se aprueba o les rompo el Líbano en la cabeza a tí y a Walid Jumblatt (presidente del Partido Socialista Progresista) (…) Haces lo que te decimos o les damos a tí y a tu familia dondequiera que estén'”.

Los informes confirman la “presencia sumamente extendida en la vida cotidiana de Líbano, de la estructura y los servicios de inteligencia de Siria”. La prueba: una llamada telefónica interceptada a las 9:45 horas, el 19 de julio de 2004, entre el general Rustum Ghazani, jefe de los servicios de inteligencia sirios en Líbano, y “un destacado funcionario de Líbano”.

Ghazani: “El presidente de la República (Al Assad) me ha dicho esta mañana que son dos personas las que dirigen el país (Líbano): el primer ministro (Hariri) y él. Ha dicho que las cosas no pueden seguir así. El primer ministro lo irrita constantemente y siempre tenemos que estarlo callando y gritándole. Ha dejado claro que no puede seguir así”.

X: “No me pongas difíciles las cosas. ¿Pueden nombrar un nuevo gobierno en este momento?”

Ghazani: “Sí, podemos. ¿Qué problema puede haber? (…) Cuando necesitamos hablar con Hariri tenemos que rogarle, y no siempre responde”.

X: “Que se vaya al infierno, ¿a mí que me importa?”

Ghazani: Que qué me importa a mí? El presidente (Al Assad) no lo soporta. ¿Por qué tengo que aguantarlo yo?”.

El 2 de septiembre de 2004 –una semana después del encuentro de Al Assad con Hariri–, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1559, que forzó a Siria a sacar sus tropas de Líbano, estacionadas ahí desde 1976 por invitación del gobierno libanés de la época. La retirada se realizó hasta mayo de 2005.

Culpables

Varios testigos narraron a la comisión de la ONU detalles sobre la planeación del crimen. Uno de ellos, de origen sirio y residente en Líbano, quien afirma haber trabajado para los servicios de inteligencia sirios en líbano, declaró:

“El general (Jamil) Al-Sayyid (director de la Seguridad General de Líbano) cooperó estrechamente con el general Mustapha Hamdan (comandante de la Brigada de la Guardia Republicana de Líbano) y el general Raymond Azar (jefe de la inteligencia militar libanesa) en la preparación del asesinato del señor Hariri. También se coordinó con el general Ghazani”.

Agregó: “El general Hamdan y el general Azar proporcionaron apoyo logístico en forma de dinero, teléfonos, automóviles, transmisores-receptores portátiles, dispositivos buscapersonas, armas, tarjetas de identificación…Entre quienes estaban enterados del crimen con antelación se contaban (el diputado prosirio) Nasser Kandil y el general Ali Al Hajj (jefe de las Fuerzas de Seguridad Internas de Líbano).”

El 30 de agosto de 2005 la justicia libanesa detuvo a Al Sayyid, Al Hajj, Azar y Hamdan.

La misma fuente dijo haber visto los días 11, 12 y 13 de febrero de 2005, en una base militar, “una camioneta Mitsubishi Canter blanca con la plataforma de carga cubierta por una lona blanca (…)”

Según los informes de la ONU, “la camioneta que se utilizó para transportar los explosivos entró en el Líbano procedente de Siria por la frontera de Bekaa, utilizando un carril reservado para la circulación militar, el 21 de enero de 2005, a las 13:20 horas. Iba conducida por un coronel sirio de la décima división del ejército”.

Otro interesante testimonio es el de Zuhir Ibn Mohamed Said Saddik. Acusó al mencionado Kandil de haber afirmado en un informe “que debía tomarse una decisión para eliminar al señor Hariri”.

Las reuniones clandestinas donde se planeó el asesinato habrían tenido lugar entre junio y diciembre de 2004 en un apartamento de Beirut, y participaron “siete altos funcionarios sirios y cuatro altos funcionarios libaneses”. Algunos de ellos incluso se trasladaron a la zona que rodea el Hotel saint George, “con diversos disfraces”, para preparar el magnicidio.

Saddik –quien fue detenido en Francia el 16 de octubre de 2005, después de confesar su participación en la fase de planificación previa al crimen–, afirmó haber visto la camioneta Mitsubishi Canter en un campamento de Zebadane; unos mecánicos vaciaban los costados de la plataforma de carga y ensanchaban las puertas de la cabina para rellenarlas con explosivos. Así mismo Saddik dijo haber visto a Abu Adass, el joven suicida que apareció en un video reivindicando a nombre de un grupo desconocido la acción terrorista el mismo día en que ésta ocurrió.

Saddik reveló que el conductor asignado había sido finalmente un iraquí a quien se había hecho creer que el objetivo del atentado era el entonces primer ministro de Irak, Iyad Allawi, quien casualmente se encontraba en Beirut.

Tal información apuntala la del testigo sirio citado anteriormente: “Abu Adass fue un señuelo: fue detenido en Siria y obligado a punta a grabar la cinta de video (como autor del atentado). Posteriormente, fue asesinado en Siria”, declaró.

Los informes indican que las autoridades libanesas han detenido a 14 sospechosos. Hay seis importantes funcionarios sirios en la misma lista, pero no han sido encarcelados. La comisión de la ONU advierte que “muchas pistas apuntan directamente a la implicación de oficiales sirios de seguridad en el asesinato (de Hariri)”.

Y remata: “varias (autoridades sirias) entrevistadas trataron de desorientar las investigaciones con declaraciones falsas o inexactas. Sólo podrá obtenerse una imagen completa del asesinato mediante una investigación amplia y creíble, que se lleve a cabo de un modo abierto y transparente y satisfaga plenamente a la opinión internacional”.