Mark, el espía

BRUSELAS (apro).-  Mark Stone era un activista modelo: participativo y siempre dispuesto a viajar y aportar su energía a las causas de grupos ecologistas, anarquistas, antifascistas y altermundistas.

Manifestaciones, convivios, debates, conferencias, siempre ahí estaba. El británico, de unos 40 años, lleno de tatuajes en los brazos y con pelo largo, compartió durante siete años la vida cotidiana de muchos jóvenes militantes europeos.

(Artículo publicado el 13 de Abril de 2012 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)

Pero en 2010 fue descubierto: Mark Stone era en realidad un policía infiltrado y su verdadero nombre era Mark Kennedy. Un día de octubre de ese año una militante que era su novia encontró en la bolsa de su chamarra su pasaporte.

Ella y otros compañeros suyos se dieron a la tarea de investigarlo. Tras documentar su falsa identidad, Stone fue interrogado por ellos durante horas en una vivienda de la ciudad inglesa de Nottingham. Confesó ser un espía. Los activistas contaron todo al diario The Guardian, que destapó públicamente la operación de espionaje Pegasus contra los grupos de extrema izquierda.

El escándalo político se desató: la policía ha sido cuestionada por haber perdido el control de su agente encubierto, que incluso mantuvo relaciones sexuales con varias militantes.

Kennedy fue entre 2002 y 2010 empleado de la Unidad Nacional de Inteligencia para el Orden Público. Recabó informaciones sin someterse a reglas estrictas o respetar protocolos legales y actuó como un agente provocador: él enseñaba técnicas de resistencia no violenta y de bloqueo de carreteras que luego los militantes aplicaban en sus acciones.

Las autoridades británicas se han visto obligadas a abrir 12 investigaciones para examinar las acusaciones en torno a la falta de ética profesional en el despliegue de sus policías espías.

Pero la actuación de Kennedy no sólo es investigada por las autoridades británicas. El policía encubierto también colaboró y suministró informaciones a las policías de España, Islandia, Italia, Alemania, Francia… en total a 11 servicios nacionales de policía europeos que no plantearon ningún impedimento en recibirlas y desplegar operativos con base en ellas. Kennedy incluso gozo de facilidades para operar en esos países, ya que la policía británica informó de la presencia y misión de su espía cuando él tenía que desplazarse a reuniones celebradas en sus territorios, tal como dictan los acuerdos regionales de cooperación policiaca.

El pasado 4 de abril la Comisión Independiente de Quejas contra la Policía (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó un reporte que confirma que la policía no proporcionó a los abogados de un grupo de militantes ingleses las grabaciones secretas obtenidas por Kennedy, las cuales los vincula con la toma de la estación de energía Ratcliffe-on-Soar, localizada en Nottinghamshire y una de las más grandes del país.

Autorizado a portar un dispositivo de grabación en un reloj Casio, Kennedy había registrado entre marzo y abril de 2009 el supuesto plan para realizar una “acción directa” contra la estación eléctrica. Un total de 114 militantes fueron arrestados en la llamada Operación Aeroscope y acusados de “conspiración agravada contra propiedad ajena”. En enero de este año el fiscal tuvo que abandonar el caso luego de que las cintas que grabó Kennedy no habían sido proporcionadas, como lo dicta la ley, a los abogados de la defensa.

El caso francés

Los excesos y pifias en que incurrieron los servicios antiterroristas a partir de la información que entregaba el infiltrado Kennedy tocaron fondo en el caso de la comunidad de anarquistas instalados en el poblado francés de Tarnac.

La mañana del 11 de noviembre de 2008 la policía francesa irrumpió en una granja de Tarnac, en Corrèze, en el centro de Francia, así como en otras viviendas de París, Rouen y Lorraine: arrestó 20 personas acusadas de sabotear a la compañía ferroviaria nacional.

En octubre y noviembre anterior habían sucedido algunos percances en las rutas de tren de alta velocidad. El más importante había sucedido el 8 de noviembre en una vía a las afueras de París: las líneas del tren guía que conectaban con el cableado de alta tensión había sido violentamente rota a causa de un pequeño pedazo de metal colgado en ese cableado.

La policía francesa acusó al mencionado grupo de anarquistas (los llamados Nueve de Tarnac). Julien Coupat y su pareja, Yldune Lévy, eran los presuntos líderes. Pero hasta ahora, para la opinión pública, la prensa y un sector importante de la clase política esa acusación parece exagerada.

Todo apunta a que los servicios de Kennedy jugaron un papel importante en el operativo francés contra el grupo de Tarnac, indica un reportaje del semanario francés Les Inrockuptibles, publicado en su edición del 7 de marzo pasado. La extrapolación en la explicación de los hechos que imprimía Kennedy en sus reportes, así como la falta de profesionalismo de los agentes franceses frente a esa información, imprime un toque inquietante.

El primer contacto entre el policía británico y los activistas franceses –señala la revista gala– fue el viernes 9 de febrero de 2007, durante una reunión de tres días en Varsovia, Polonia, entre militantes provenientes de 15 países europeos. El objetivo era organizar acciones contra la Cumbre del G-8 que tendría lugar en el balneario alemán de Heiligendamm en junio de ese año.

Ese encuentro se realizó en una sala pública donde había conciertos y fue ampliamente divulgado en propaganda y sitios alternativos en internet como Indymedia. No era un evento secreto celebrado en un lugar clandestino. Todavía este 13 de abril se podía acceder a esas informaciones.

Al evento asistieron cinco activistas del grupo de Tarnac; Kennedy fue con varios ecologistas británicos.

En esa ocasión las discusiones se centraron en la conveniencia de intentar acceder al centro de la cumbre (la zona roja) o bloquear las rutas hacia ésta, ya que el refuerzo de la seguridad policiaca impedía el acercamiento de las movilizaciones de protesta a los lugares de reunión de los líderes políticos.

Los activistas de Tarnac propusieron irrumpir por sorpresa con movilizaciones en Berlín o Hamburgo, donde la policía no estaría preparada.

La revista francesa señala que un año después, en junio de 2008, los servicios de inteligencia de Francia (Dirección Central de Información General o RG en francés) entregaron al Ministerio del Interior un reporte confidencial en cuyo título se evocaba “la constitución de una red terrorista internacional”.

En ese documento se citaba a 3 de los militantes de Tarnac que habían participado en la cita de Varsovia y lo identificaba como “el primer círculo” de “un grupo informal de ultraizquierda de tipo autónomo (anarquista)” que planeaba acciones violentas en Europa.

La policía solicitó al fiscal de la nación abrir una investigación preliminar contra los activistas de Tarnac y mencionaron directamente en su demanda su preocupación por el antecedente de la reunión internacional de Polonia.

Fuente anónima

En enero 2008 Kennedy fue a visitar a una activista a Nueva York. Tuvieron una reunión en la oficina de ella en Manhattan. Kennedy llegó acompañado de un anarquista estadunidense que vivía en Inglaterra. También llegaron otro estadunidense y un japonés. Julien Coupat y Yldune Lévy, que conocían al amigo de Kennedy y estaban de vacaciones en Nueva York, se unieron a la reunión.

Kennedy les contó que estaba en Nueva York para ver a su hermano.

Días después la pareja de franceses fue detenida por la policía canadiense cuando intentaban pasar ilegalmente a Estados Unidos como lo habían hecho para ir a Canadá: los activistas simplemente se rehusaban a tramitar el pasaporte biométrico, con sus huellas digitales, que exigían las aduanas estadunidenses. Finalmente regresaron a Francia sin mayores problemas.

Cuatro meses después, la Subdirección Antiterrorista de la policía judicial francesa (Sdat, por sus siglas en francés), pidió nuevamente al fiscal investigar al grupo de Tarnac, que definen como “una estructura clandestina anarco-autónoma con relaciones conspirativas con militantes de la misma ideología implantados en el extranjero”. La Sdat reseña al fiscal en una carta el viaje de Coupat y Lévy a Estados Unidos, su participación en una “reunión de anarquistas estadunidenses en Nueva York” y el incidente fronterizo, datos que, sostiene, fueron proporcionados por los servicios de RG.

Pocos meses antes de ser arrestados, en julio de 2008, el espía británico se hospedó en la granja de Tarnac con el amigo estadunidense que lo acompañaba también en Manhattan.

No fue nada raro: era común que los activistas instalados en Tarnac fueran visitados por compañeros de causa: se quedaban unos días o un par de semanas, ayudaban a los trabajos, cocinaban, discutían de política y se entretenían. En esos días que Kennedy estaba instalado en la granja–narra el reportaje de Les Inrockuptibles—un policía antiterrorista redactó la siguiente ficha informativa (un proceso verbal):

“Este día, fuimos avisados por una fuente, que desea guardar el anonimato, que un miembro importante del movimiento anarco-autónomo, de origen italiano y actuando a nivel europeo, es susceptible de arribar, el 30 de julio de 2008, a la mitad de la tarde, a la estación de Limoges, en proveniencia de París, a fin de ser recogido y encontrarse con el mencionado Julien Coupat”.

La policía se refería a Marcello Tari, un investigador independiente y autor de un libro editado en Francia sobre el movimiento anarquista italiano de los setenta. Anteriormente Tari había coincidido con Kennedy en un evento sobre el G-8.