El siguiente texto fue publicado el 26 de enero de este año en la revista francesa en línea SLATE. Su autor, Laurent Sagalovitsch, es escritor y crítico literario. Ha sido colaborador del periódico Libération y de la revista Les Inrockuptibles. Desde 2011 escribe un blog en SLATE, You will never hate alone. Europafocus reproduce el artículo completo, cuyo título original fue modificado.
Florence Cassez, después de México…¿al Panteón (de los hombres ilustres de la patria)?
Dominique Strauss-Kahn, (DSK, el político francés caído en desgracia tras ser acusado de violar a una empleada del hotel Sofitel en Nueva York mientras era director gerente del Fondo Monetario Internacional), debió haber llorado de rabia.
Ver a esta atrevida muchachita Florence Cassez ser recibida en gran pompa por la patria, reconociéndola en aquello donde él no había recogido más que mofas e invectivas.
Contemplar a la República compasiva celebrar el regreso de la hija pródiga escapada del fuego del infierno; desplegar la alfombra roja y las cantaletas de circunstancia; apurar a toda prisa a su ministro de Asuntos Exteriores para expresar su emoción y alegría por reencontrar a aquella a quien la nación martirizada no podía esperar más.
No se trata aquí de minimizar los sufrimientos que debió soportar Florence Cassez. La tenacidad y la obstinación que supo mostrar durante todos sus años de cautiverio. Su espíritu de resistencia en la tormenta. Su feroz voluntad de jamás renunciar a gritar, desde el fondo de su célula, su inocencia. Su implacable determinación a nunca ceder frente a una justicia mexicana obtusa en su voluntad de decretarla culpable, forzosamente culpable.
Sin embargo, al ver el otro día el circo desplegado (en el aeropuerto de) Roissy, no puede uno dejar de preguntarse si de un golpe, de uno solo, la república proselitista, lista a renunciar a todo por fomentar el instinto de su pueblo, no se había echado en las aguas fangosas del populismo.
Con (el ministro de Asuntos Exteriores Laurent) Fabious actuando como un fantasma de (el presentador fallecido de televisión) Jacques Martin: los temblores en la garganta, saludando con una voz cargada de emoción falsa el regreso del soldado desconocido, que volvió herido pero moralmente intacto del campo de horror, sobreviviente de las cárceles enemigas, celebrando la victoria de la libertad sobre la tirania.
La izquierda (del Partido Socialista del presidente François Hollande) había jurado que jamás, nunca jamás, se extraviaría en la grandilocuencia truculenta que había manchado el quinquenato precedente (del mandatario Nicolas Sarkozy).
Que desde lo alto de su virtud autoproclamada, de su moral triunfante, a nombre de los valores que ella (la izquierda) pretendía encarnar, daría la vuelta a la página de esos años donde la república se había hundido.
Donde ella, (la república), se había perdido en esta especie de puesta en escena perpetua de sus propias actuaciones, ofreciéndose en espectáculo bajo la mirada burlona de observadores falsamente asustados por tal propensión a admirarse en el espejo de las ilusiones aduladoras.
Florence Cassez, tan remarcable como se haya comportado en la adversidad, no ameritaba tales honores.
Ni verdaderamente culpable, ni francamente inocente, ella permanecerá –como DSK– como el personaje de una noticia o de una novela de (Franz) Kafka que cabecea y oscila en la incertidumbre sobre la balanza de la justicia.
Quisiéramos creen en su destino de “nueva dreyfusarda” (en referencia al capitán francés de origen judío Alfred Dreyfus, condenado equivocadamente a finales del siglo XIX y cuyo caso dividió al país), sacrificada sobre el altar de una democracia mexicana de capa caída, que se comporta como un principado mafioso; pero adivinamos confusamente que la verdad está en otra parte y que, como en el caso del Sofitel, se nos escapará para siempre.
Que siempre faltará una pieza del rompecabezas para que la luz brote y nos salpique de acentos de una verdad indiscutible.
El mismo día (de la llegada de Florence Cassez a Francia) un sondeo nos mostraba que, hoy más que nunca, los franceses manifiestan una circunspección más y más grande hacia su clase dirigente.
Y uno se pregunta porqué.
(Traducción: Marco Appel)