Los eurodiputados tienen una pésima imagen entre la opinión pública europea. Aun cuando sus salarios son superiores a los de primeros ministros y jefes de Estado, la mayoría de estos legisladores se destacan más por el ausentismo y su mínima participación en las sesiones del Parlamento Europeo, que por sus propuestas. Tan pasivos se muestran que este año prefirieron pagar 18 millones de euros a una agencia de publicidad para que promoviera el voto en los comicios que culminaron el domingo 7. El resultado: un abstencionismo de 57%.
(Artículo publicado en la edición del 14 de junio de 2009 de la revista PROCESO)
BRUSELAS.-El reportaje de la cadena de televisión alemana RTL indica que son las 6:45 de la mañana. El lugar: la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia. Y la fecha: 23 de mayo de 2008. La cámara muestra a seis eurodiputados, tres mujeres y tres hombres, que platican relajadamente mientras esperan que abra la oficina para firmar el registro de asistencia. Lo que les da derecho a cobrar casi 300 euros por día completo de trabajo. El camarógrafo los enfoca para resaltar que todos llegan con equipaje, en tanto que el periodista Thomas Meier explica que después del trámite regresarán a sus países de origen.
–¿Por qué cobran un día entero si ya se van? –pregunta Meier a Kathy Sinnott, una legisladora irlandesa del grupo Independencia que hace fila en ese lugar.
–Tenga cuidado con lo que informa y escribe sobre mí.
Después de la advertencia, Sinnott sonríe y le dice a su interlocutor: “A esta hora, las siete de la mañana, ya trabajé siete horas”.
Otro eurodiputado no identificado en el reportaje se lanza contra el entrevistador: “¿Qué te importa?”, le increpa. En ese momento, la eurodiputada alemana Hiltrud Breyer, del grupo del Partido Verde Europeo, sale de un elevador y al ver la cámara se cubre el rostro e intenta alejarse del lugar. “¡Qué impertinencia! ¡Déjeme en paz!”, grita. El reportaje de Meier se transmitió el 6 de junio de 2008 en Alemania.
En él, el reportero atrapó a varios europarlamentarios en el engaño, hasta que siete guardias de seguridad lo expulsaron del edificio legislativo. Todo quedó grabado en ese programa, incluidas las airadas protestas de Meier.
Los eurodiputados tienen una pésima imagen entre la opinión pública europea: su función está ligada a la ineficiencia, el despilfarro y la holgazanería. Como sucede con la otra gran institución del bloque conformado por 27 países, la Comisión Europea –que ejecuta las leyes comunes como las del mercado único–, el Parlamento Europeo es considerado por el segmento más opositor a la integración regional como parte de un gobierno cupular que somete a los nacionales.
Sin embargo, desde 1979 el Parlamento Europeo es la única institución de la UE cuyos miembros pueden ser electos por sufragio universal, lo que lo ha convertido en el principal receptor del descontento de los electores contra aquellas políticas de la UE que les molestan. Consecuencia: un abstencionismo histórico de casi 57% en las elecciones europarlamentarias que tuvieron lugar del 4 al 7 de junio, así como el notable avance de los partidos que pretenden frenar, o de plano “dinamitar” las políticas de integración y sus instituciones, como lo señala el programa del Partido Nacional Británico, de corte fascista, que por primera vez accede a puestos de representación popular.
Salarios de lujo
Un motivo de la impopularidad de los eurodiputados son sus jugosos salarios, que superan a los que perciben muchos primeros ministros y jefes de Estado de Europa.
Su sueldo es de 7 mil 665 euros al mes (5 mil 963 euros después del pago de impuestos). A esa cantidad hay que sumar una dieta mensual de 4 mil 202 euros para solventar los gastos de oficina, más una compensación de 298 euros por día de trabajo en las sedes de Bruselas o Estrasburgo para cubrir sus viáticos. En general son 12 días, que corresponden a 3 mil 576 euros mensuales.
Cada eurodiputado, cuyos asistentes personales son pagados directamente por el Parlamento Europeo, puede percibir hasta 15 mil 443 euros brutos al mes.
Por otro lado, un think tank de corte euroescéptico, Open Europe, con base en Londres, calcula que después de 10 años en funciones (dos legislaturas), un eurodiputado puede obtener una pensión mensual de 32 mil 365 euros.
Otro problema es el derroche de recursos públicos. El caso paradigmático: una semana de cada mes, mil funcionarios del Parlamento Europeo deben desplazarse 350 kilómetros, desde la sede de Bruselas, Bélgica, en donde tiene lugar el trabajo de las comisiones, a la de Estrasburgo, Francia, en donde se realizan las sesiones plenarias. Ello representa un gasto de 203 millones de euros al año.
Un ejemplo más: pese a que ya existe un gimnasio en las instalaciones del Parlamento Europeo, el pasado 20 de abril el semanario New Europe informó del proyecto para construir un aqua-gym de lujo, que incluiría una piscina, baños de vapor y un sauna “ecológico” operado con energía solar. Su costo: 5 millones de euros.
Conforme las facultades del Parlamento Europeo se han ido expandiendo a través de los años –puede bloquear el presupuesto de la UE, elegir y destituir al presidente de la Comisión Europea o decidir en la mayoría de las políticas de la UE–, el escrutinio público sobre los eurodiputados se ha endurecido.
Y más todavía en el actual contexto de crisis económica. Sus actividades son examinadas como nunca antes. A mediados de abril pasado, el joven belga Flavien Deltort presentó en su sitio en internet, Parlorama, un balance sobre el trabajo de cada uno de los 935 eurodiputados que ocuparon las 783 curules de la legislatura saliente (la actual cuenta con 736).
Deltort, exasistente del eurodiputado italiano Marco Cappato, del grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales, clasificó a los europarlamentarios de acuerdo con su desempeño. Por un lado, midió su “actividad” a través de varios componentes: preguntas orales “por tiempo” y en debate, preguntas y declaraciones escritas, reportes, opiniones y mociones de resolución. Por otro lado, contabilizó su “presencia” en las sesiones plenarias.
A partir del resultado de ambas evaluaciones, le otorgó a cada eurodiputado de cero a cinco estrellas. El primer lugar lo ocupó el griego Dimitrius Papadimoulis, de Izquierda Unida. Asistió a 281 sesiones plenarias (94% de asistencia) y presentó 859 preguntas escritas.
Solo 95 eurodiputados obtuvieron cinco estrellas. 455 eurodiputados (49%) obtuvieron una nota reprobatoria con dos estrellas o menos. El último de la lista fue el italiano Umberto Bossi, del grupo Unión por la Europa de las Naciones. Aunque ocupó la curul cuatro de los cinco años que duró el mandato, se presentó solo a 21 sesiones plenarias (9% de asistencia) y toda su “actividad parlamentaria” se redujo apenas a una pregunta escrita.
Entre los peores eurodiputados españoles se encuentra Jaime Mayor Oreja, del grupo del Partido Popular Europeo (PPE), quien invitó al expresidente Vicente Fox al Parlamento Europeo de Estrasburgo en abril de 2007 para cabildear contra los gobiernos de Venezuela y Cuba.
El mejor en la misma lista española fue el eurodiputado verde Raúl Romeva, autor de la resolución contra los feminicidios en México, que se aprobó el 11 de septiembre de 2007, y contra la que cabildeó el gobierno de Felipe Calderón con el apoyo del grupo del PPE. Tanto Romeva como Mayor Oreja fueron reelectos.
Tal clasificación enfureció a muchos eurodiputados. A los pocos días de su divulgación, Deltort comenzó a recibir correos electrónicos en los cuales “los abogados de los eurodiputados más vagos” lo amenazaban con demandarlo si no retiraba de internet la clasificación.
Lo que más le sorprendió a Deltort fue que él sólo había ordenado datos que son accesibles al público en la página electrónica del propio Parlamento Europeo. Los legisladores quejosos, cuyos nombres no reveló Deltort, reclamaron que tal evaluación sólo había tomado en cuenta su trabajo durante las sesiones plenarias. El problema es que esa es la única información disponible. La que se refiere a las actividades en los comités, en los que se elaboran los documentos legislativos, no es pública.
Al respecto, el pasado 12 de enero, el Buró del Parlamento Europeo –formado por los presidentes y vicepresidentes de ese organismo– había decidido abrir esa información al público.
La iniciativa tuvo el voto favorable en sesión plenaria. Sin embargo, el 6 de mayo pasado, el buró dio marcha atrás y decidió mantener en secreto dichos registros.
“Imagínate las presiones que recibió el buró: ciertos eurodiputados estrella en sus países no tenían ningún interés en que su ausentismo quedara expuesto”, opina Jean Quatremer, veterano corresponsal en Bruselas del diario francés Libération. “Porque así, continúa, se podría mostrar que un eurodiputado no estaba presente en el momento de la negociación de una directiva ‘indigna’, impopular, que, sin embargo, él estuviera denunciando incansablemente ante su electorado.”
El 24 de abril, Deltort cerró su sitio “por el abundante volumen de quejas”. Tras la indignación generada en los medios de comunicación europeos por tales presiones políticas en contra de la iniciativa, el 22 de mayo reapareció la página con una clasificación actualizada en francés, español, inglés, italiano, alemán y polaco.
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