BRUSELAS (apro).- El desenlace es conocido: México y la Unión Europea (UE) fueron incapaces de lograr su objetivo de cerrar las negociaciones comerciales de un acuerdo modernizado antes de finalizar este año.
“Quedamos muy cerquita de alcanzar nuestro objetivo”, dijo el pasado jueves 21 a los periodistas en esta capital europea el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo. Gracias a que se fijaron una fecha, señaló en la misma rueda de prensa la comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, se quedaron a muy poco de “tener un acuerdo listo”.
Lo que ocurrió tiene que ver con la sorpresiva elección de Donald Trump en noviembre de 2016 y su nombramiento como presidente de Estados Unidos el 20 de enero último, con lo que el futuro del Tratado de Libre Comercio del Norte (Nafta) comenzó a tambalearse porque el nuevo mandatario había prometido renegociarlo –lo que cumplió– o abandonarlo.
El 26 de enero, en una reunión en el Parlamento Europeo, el jefe de la división para México del Servicio Europeo de Acción Exterior, Aldo Dell’Ariccia, comentó que los mexicanos habían comenzado a tener prisa en avanzar en las negociaciones del acuerdo.
Pocos días después, el 1 de febrero, el gobierno de México y la UE emitieron un comunicado en el que anunciaron su decisión de “acelerar” las negociaciones de modernización de su acuerdo comercial, político y de cooperación, que entró en vigor en 2000.
Posteriormente, a principios de mayo, durante la visita a México de la comisaria de comercio de la UE, Cecilia Malmström, ambas partes informaron con mucho relieve que cerrarían su nuevo acuerdo antes de terminar 2017, después de poco más de un año y medio de negociaciones.
El secretario Guajardo declaró en una entrevista con la agencia de noticias británica Reuters, realizada el pasado 26 de abril: “intentaremos que el proceso político avance más rápido y esperamos terminar estas negociaciones para fines de este año”.
Alrededor de la negociación, que arrancó en mayo de 2016, se implantó una narrativa que sugería una discusión contra reloj. Así, cada vez que se abordó el tema en las reuniones de actualización con los negociadores europeos o mexicanos en el Parlamento Europeo, éstos aludían la fecha límite de su cierre.
Conforme se acercó el plazo, las autoridades mexicanas extendieron la idea de que la séptima ronda de negociaciones de Bruselas de la semana pasada sería la del cierre. En un comunicado del 18 de diciembre, la Secretaría de Economía sostenía todavía que Guajardo se reuniría con su homóloga europea “para analizar los temas más críticos de la negociación y encontrar los balances”, afirma, “para concluir este proceso”.
Ese triunfalismo mexicano lo compartían los europeos a su manera. Consultado por este columnista, el portavoz de la comisaria Malmström se negó a confirmar que el acuerdo finalizaría en la séptima ronda, pero contestó que en ese momento sus negociadores estaban comprometidos en alcanzar “el ambicioso objetivo de concluir políticamente un acuerdo antes de finalizar el año”.
Al comienzo de las negociaciones el lunes 18, el optimismo desbordaba.
Ese día, un grupo de siete organizaciones no gubernamentales europeas exigieron que se congelaran las negociaciones hasta que no concluya la Evaluación de Impacto de Sustentabilidad, que por más sorprendente que parezca fue encargado por la Comisión Europea apenas en octubre pasado a una consultoría británica, LSE Enterprise, que lo tendrá listo hasta junio de 2018, cuando quizás las negociaciones hayan finalizado.
En todo caso, la solicitud de las ONG no fue atendida.
Cuatro diferentes negociadores europeos consultados por el sitio de noticias Político aseguraron que ambos equipos intentarían avanzar la noche del lunes 18 y la mañana del día siguiente con miras a pactar un acuerdo de principio el miércoles 20.
La contraparte mexicana comentó a algunos periodistas que ya se tenía planeada una conferencia de prensa el martes por la tarde para anunciar un acuerdo, que finalmente no se llevó a cabo.
Y es que las negociaciones no se desarrollaron como se había contemplado.
El martes 19, Guajardo habló con Malmström sobre cuatro propuestas europeas que México no aceptaba y que no dejaban avanzar a un arreglo con la velocidad que se deseaba.
Por un lado, un modelo de cortes de solución de controversias entre inversionistas y Estados que a los mexicanos les parece que facilita las denuncias de los primeros contra los segundos; por otro lado, la participación de las compañías europeas a nivel estatal y municipal en las licitaciones públicas mexicanas; además del reconocimiento y protección a las indicaciones geográficas de sus productos gourmet, principalmente de quesos –en especial el “manchego” español y el “mozzarela” italiano– y, finalmente, el libre comercio de lácteos europeos.
Al no llegar a ningún avance en los “temas sensibles”, las partes se dieron 48 horas más para alcanzar un acuerdo de principio.
El miércoles 20, después de agotadoras y tensas discusiones, se consiguieron cerrar los capítulos de competencia, transparencia, energía y materias primas, que se unieron a los otros seis cerrados en rondas anteriores; se logró avanzar en el lenguaje del principio precautorio del capítulo de desarrollo sustentable, así como en el tema de restricción de exportación de hidrocarburos, y se discutían medidas contra el lavado de dinero para terminar el capítulo anticorrupción.
El jueves 20 por la mañana había “muchos” capítulos a punto de cerrar o en vías de aterrizar una solución, incluso en el difícil campo de las indicaciones geográficas, las cortes de arbitraje y las compras de gobierno. No obstante, quedaban numerosos capítulos importantes que no evolucionaron favorablemente, por lo que ambas partes concluyeron que no había condiciones para cerrar un acuerdo.
Pero el sector que definió el camino del fracaso fue el agropecuario. Los europeos insistían en obtener un mercado abierto para sus lácteos, y ofrecieron a cambio acceso a productos que interesaban a México, pero no en una cantidad que sirviera para relocalizar las exportaciones en caso de que las negociaciones del Nafta colapsen.
Al mismo tiempo, como los europeos no elevaron las expectativas mexicanas de conseguir mejor acceso al mercado de carne, los mexicanos no cedieron su mercado de lácteos. Este sector hizo un esfuerzo y puso en la mesa una nueva propuesta que metió presión a los europeos, que aceptaron otorgar el acceso inmediato a jugo de naranja, espárragos, plátano, melones y otros productos agrícolas, pero que en conjunto resultaba una oferta aún insuficiente para compensar los efectos del escenario “no descartable” de una pérdida del mercado estadunidense para los mexicanos.
Aceptar cualquier cosa en ese sector hubiera sido “catastrófico”, argumentaron los negociadores mexicanos.
Según comentó Guajardo a representantes empresariales, el acuerdo con la UE es un “valor estratégico” equivalente a un “arma de defensa”, ya que en la visión del gobierno mexicano se considera un “activo” que Estados Unidos sepa que el país está cerca de acceder a mercados europeos de desgravación inmediata para sus bienes exportables, algo con lo que espera poner “una presión tremenda” a los negociadores de Washington.
Durante las negociaciones, algunos representantes del sector empresarial mexicano que viajaron a Bruselas cuestionaron a Guajardo y su equipo sobre el cierre del acuerdo, pues consideraban que estaban siendo muy creativos en ofrecer alternativas de solución y no obtenían lo mismo de los europeos para poder avanzar lo suficiente y cumplir con la esperada fecha límite.
Como el optimismo había menguado para el miércoles, el secretario cambió de discurso y aseguró que él no estaba obligado a concluir el acuerdo esa semana, que estaba en juego la credibilidad de México y que no se enviaría el mensaje de que se aceptaba cualquier tipo de acuerdo, aunque admitió que se había generado expectativa sobre el cierre, pero por culpa de los medios.
Para evitar eventuales “presiones de la prensa”, como sucedió en el caso de las negociaciones de la UE con el Mercosur, el secretario omitió culpar al sector agropecuario de la prolongación del proceso que modernizará el acuerdo, y sólo hizo mención de los avances y de algunos otros temas por resolver tanto en su reunión de la mañana del jueves 21 con los medios internacionales en Bruselas como posteriormente en un boletín de la Secretaría de Economía.
Tras este intento fracasado de cerrar el acuerdo, los equipos negociadores se reencontrarán en la Ciudad de México a mediados de enero para proseguir con el diálogo, de tal forma que Guajardo y Malmström puedan discutir los pormenores de las negociaciones en el curso de la tercera semana del mismo mes en Suiza, en el marco del Foro Económico de Davos.
Si las condiciones son favorables, la nueva fecha para un posible acuerdo de principio es el 8 de febrero, aunque en la rueda de prensa del jueves 21 ni Guajardo ni Malmström quisieron esta vez comprometerse a dar un nuevo plazo.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 28 de diciembre de 2017 en el portal de la revista PROCESO. Aquí puedes leer el texto original➥