Un nuevo movimiento de creadores mexicanos empieza a recorrer Europa: el street art, heredero del muralismo. Es el caso de los pintores Israel Guerra (Spaik), Antonio Triana (Cix) y Libre Gutiérrez, reconocidos por su obra realizada en Gante (Bélgica), Burdeos y París (Francia), Londres y Bedmont (Inglaterra), donde colaboraron con artistas locales. En un proyecto titulado MURAL de Flandes (la región neerlandófona belga), 11 artistas urbanos pintaron muros en sendos teatros, inspirados en Diego Rivera, entre ellos los del renombrado colectivo bruselense Farm Prod.
BRUSELAS (Proceso).- El arte urbano o street art es una de las expresiones más en boga en la cultura contemporánea occidental. Y los jóvenes artistas mexicanos de esa corriente destacan en América Latina y están captando la atención en los circuitos europeos.
“Me siento como un rock star”, comenta en broma a Proceso el mexicano Spaik (Israel Guerra), haciendo alusión al reconocimiento que ha obtenido en Burdeos, Francia, durante su primera gira en Europa, la cual comenzó el 2 de octubre pasado junto con el oaxaqueño Cix (Antonio Triana), otra luminaria del street art y del llamado muralismo mexicano contemporáneo.
Desde su llegada han pintado muros en Bélgica (Gante), Inglaterra (Londres y Bedmond) y Francia (París y Burdeos), ciudades en las que colaboraron con artistas locales como el francés Dashe o el belga Sebastian Ascs, y también con el muralista y arquitecto tijuanense Libre Gutiérrez en la capital británica, en donde coincidieron con un grupo de artistas mexicanos de street art que participan en el Año Dual México-Reino Unido.
Sólo la lluvia impidió a Cix y Spaik trabajar en Berlín, Alemania, donde ya habían “fondeado” un muro (preparar su superficie para poderlo pintar).
El trabajo de ambos artistas está cargado del característico colorido del arte popular mexicano, y escenifica en mundos alucinantes el imaginario prehispánico que configura visualmente gran parte de la identidad cultural nacional.
Cix señala que los europeos aprecian la manera en que transporta al futuro sus murales, logrando efectuar con éxito una mezcla entre la tradición pictórica mexicana y su propia versión distorsionada de la misma.
“Les atrae el uso del color y mis aportaciones artísticas a la cultura mexicana, las cuales han retomado otros artistas para jugar con el arte prehispánico y modernizarlo”, explica.
Spaik agrega:
“Nuestro estilo es muy diferente al europeo. Aquí, por ejemplo, les sorprende la cantidad tan numerosa de colores que utilizamos. Los europeos tienen a David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y el muralismo mexicano del siglo pasado como referencia.”
Y remata:
“Consideran que, guardando las distancias, nuestros murales son composiciones tan artísticas como las de los muralistas de aquella época.”
Maestro del “street art”
La estancia de Cix y Spaik en Europa también coincidió con la novena edición del Mestizo Arts Festival de Bélgica, en cuyo marco un grupo de 11 artistas urbanos (nueve belgas, un francés y un argentino) realizaron cinco murales inspirados en la obra del pintor mexicano Diego Rivera en igual número de teatros ubicados en Bruselas (KVS o Teatro Real Flamenco), Amberes (Arenberg, DE Studio y t’Pand-KOP) y Malinas (T’arsenaal).
El proyecto, titulado MURAL y financiado por la comunidad de Flandes (la región neerlandófona de Bélgica), contaba también con la participación de Saner (Edgar Flores), otro destacado artista urbano de México, quien no pudo asistir por problemas “de tiempo y logística”, explica el argentino Gerardo Salinas, programador del festival.
De último minuto se invitó a otro mexicano, Curiot (Favio Martínez), pero no quiso participar y ya no fue posible incorporar a nadie más al programa de MURAL.
Salinas –quien fundó en 2005 Fiëbre, la organización de actividades culturales urbanas que está detrás del Mestizo Arts Festival– explica a este semanario cómo surgió la idea de unir el street art belga con Diego Rivera.
“En la actualidad –expone–, los muros pueden tener una connotación negativa: cada vez más gente está siendo separada por ellos. Pero también pueden simbolizar algo positivo al dejar de marcar un límite y convertirse en lienzos.”
Desde esa perspectiva artística, fue imposible –dice– eludir el trabajo con los nuevos muralistas del street art, “esos artistas que crean una especie de escenografía en las ciudades donde vivimos”.
Por su origen argentino, Salinas buscó y encontró en América Latina un referente a su proyecto:
“Pensé que sería interesante crear un diálogo entre los nuevos muralistas y el muralista por excelencia que es Diego Rivera”, señaló.
Pero también aclara:
“Para mí, como latinoamericano, es importante que nuestra cultura no se vea como un objeto pintoresco, folclórico o de museo, sino como algo vivo que puede entrar en un diálogo real con el arte y la cultura europea. Eso lo conseguimos, ya que muchos artistas comenzaron a considerar de otra manera este tipo de arte mexicano.”
Sin embargo, su idea se topó con cierta incomprensión cuando realizó las primeras consultas entre artistas plásticos y funcionarios de la ciudad de Amberes:
“Algunos me dijeron que el street art es decoración o vandalismo, pero que no es arte”, confiesa el programador.
La elección del muralista mexicano fue definitiva para seguir adelante con el proyecto:
“En aquel momento me decidí a trabajar con Diego Rivera, cuya obra es parte de las bellas artes; es el canon de las artes plásticas.”
Algunos de los artistas urbanos sabían poco de Diego Rivera, pero lo reconocían como uno de los maestros de la técnica, y observaron que existía una línea de continuidad con el street art contemporáneo.
La figura de Rivera, reconoce Salinas, ayudó mucho a inscribir el arte urbano europeo “en una tradición mucho más amplia”.
Los artistas que participaron en MURAL escogieron las obras de Rivera que inspirarían sus propias obras.
“Para mí fue muy importante ese punto –indicó el entrevistado y explicó–: Los nuevos muralistas son almas muy libres, que pintan lo que tienen ganas. Una de las peores cosas para ellos es hacer un trabajo por pedido. Ya les estábamos pidiendo que establecieran un diálogo con Rivera. Para no hacer algo muy forzado, los dejamos entonces elegir de forma estética e intuitiva una obra en la que ellos se reconozcan. Queríamos movilizar una afinidad natural. Y funcionó.”
Los artistas belgas Guillaume Desmarets y Nelson Dos Reis, y el francés Alexis Corrand –todos del renombrado colectivo bruselense de street art, Farm Prod– fueron los autores de una obra conjunta al interior del Teatro Real Flamenco de Bruselas.
Se inspiraron en el famoso cuadro Desnudo con alcatraces y en el mural de mosaicos Exekatlakalli, de Diego Rivera; éste, realizado para la fachada de la casa de su mecenas Dolores Olmedo en el Cerro de la Pinzona, en Acapulco (Proceso, 491).
En conversación con Proceso, Desmarets comenta que ya conocía “la poderosa obra” del muralista mexicano y la “emotiva historia de amor” que vivió con Frida Kahlo, aunque él se inscribe en “una cultura más contemporánea de la pintura, más en el graffiti y el street art”:
“En nuestro mural del KVS, la cola del Quetzalcóatl finaliza en un ramo de flores. Para nosotros fue una manera de hacer un homenaje al arte precolombino, a la estética azteca, y al mismo tiempo a la pareja que formaron Diego y Frida”, refirió el muralista belga.
En marzo de este año Desmarets realizó murales en Tulúm, Quintana Roo, como parte de una estancia artística en la Residencia Gorila, que recibe en esa localidad a artistas internacionales de distintas disciplinas.
Diálogo urbano
Elegir el muro que intervendría cada artista o colectivo requirió una fina negociación con los directores artísticos, técnicos y usuarios de los teatros participantes. Salinas admite que entre ellos había mucho miedo y desconfianza. Relata:
“Como los murales durarían mucho tiempo, tenían que representar el espíritu de los teatros, ¡que son edificios de más de cien años! ¿Qué composición representaría esa historia? Se preguntaban: ¿Quién va a entrar en nuestro teatro y qué va a hacer?”
Considera que fue un acierto en la estrategia de curación del proyecto dejar a los directores artísticos de los teatros elegir y entrevistar a los artistas que pintarían sus paredes.
“Rivera también dialoga con los edificios donde trabajó. Sus frescos van ligados a la función del inmueble”, precisa Salinas.
Cita como ejemplo el mural El agua: origen de la vida, que Rivera pintó en 1951 en el depósito de agua del Cárcamo de Dolores, en el Bosque de Chapultepec, y en el cual se inspiró el artista urbano Gijs Vanhee para realizar el suyo en el Teatro T’arsenaal de Malinas para MURAL.
Otra particularidad fue que los teatros pidieron trabajar con artistas locales.
“Para ellos –platica el programador– era muy importante el diálogo con la ciudad. Querían meter un poco de ella en sus muros. El Teatro Arenberg fue el único que recibió a un artista extranjero, el argentino Franco Fasoli, quien es muy conocido y vivió mucho tiempo en el Distrito Federal.”
Describe que el mural que pintó Vanhee está ubicado en el escenario principal del T’arsenaal. En un principio el muro que había ofrecido el lugar era el del pasillo que lleva a los baños.
“Cuando Gijs vio el muro del baño puso una cara de pocos amigos”, recuerda Salinas. Prosigue:
“Seguimos caminando por el teatro. Entramos a la sala grande y vimos un hermoso muro: en algunas partes incluso se observaban los ladrillos, donde se ven pedacitos de escenografías de mil obras de teatro que han pasado por ahí: es un muro con una historia bárbara de cien años.”
Si le dejaban pintar ese muro, Vanhee prometió utilizar solamente los colores presentes en la superficie y no tocar los ladrillos expuestos. Y así ocurrió. Desafortunadamente, el director artístico de ese teatro acaba de cambiar y Salinas teme por el futuro del mural.
El programador argentino narra que el Teatro Arenberg cedió un muro “malísimo” en la parte superior de la entrada, sin espacio suficiente que permita alejarse y verlo en perspectiva.
Para vencer esa limitación, el autor Franco Fasoli realizó su trabajo para ser visto desde afuera del teatro a través de un ventanal. Fasoli se inspiró en el impresionante mural México a través de los siglos, ubicado en Palacio Nacional.
Salinas comenta que el Teatro De Studio, también en Amberes, dejó trabajar al artista urbano Joachim las paredes de una bonita habitación antigua, habilitada como sala de fumadores. Con evidente humor negro, Joachim tomó como fuente de inspiración para su obra el mural de Diego Rivera Día de muertos: fiesta en la calle, y dibujó 59 calaveras, algunas de ellas tocando la guitarra como en el original.
Un elemento que no podía pasar desapercibido al retomar la obra del muralista mexicano fue el activismo político. Salinas reflexiona al respecto:
“A diferencia de Rivera, que estaba muy comprometido políticamente vía un partido político, el comunista, los muralistas de ahora expresan su preocupación política pero al margen de una estructura partidista. Manifiestan igualmente una crítica social, pero la expresan de manera individual. El muralismo actual establece un diálogo entre el individuo y la sociedad.”
Así se asienta en el folleto de presentación de MURAL:
“Los artistas desnudan su alma en sus murales. Y la nuestra, también. Porque provocan, exactamente como lo hizo Diego Rivera. Y hacen preguntas críticas. Después de todo, eso es lo que hace el street art: cuestionar nuestra relación con nuestro entorno.”
*Este reportaje fue publicado en la edición del 6 de diciembre de 2015 de la revista PROCESO.Lee aquí el texto original➜