Con autorización del autor, Europafocus publica en exclusiva en español la entrevista que el periodista musical Philippe Cornet sostuvo con Annik Honoré, quien mantuvo una polémica relación amorosa con el líder de la legendaria banda inglesa Joy Division. Publicado originalmente el 14 de junio de 2010 en el suplemento cultural de la revista belga Le Vif, el texto volvió a cobrar vigencia a raíz del fallecimiento de Honoré, por lo que fue actualizado el 4 de julio último.
La enamorada belga del cantante de Joy Division falleció el jueves 3 de julio, a causa de una grave enfermedad, a la edad de 56 años. Hace cuatro años, la encontramos para que hablara por primera vez a detalle de su fulgurante historia con Ian Curtis.
El 18 de mayo de 1980, Ian Curtis se cuelga en su casa de Macclesfield, poniendo en marcha el proceso de mitificación de Joy Division. Treinta años más tarde, Annik Honoré, su enamorada belga, acepta por primera vez hablar a detalle de su fulgurante historia con Ian y de una época, en todos los sentidos, extraordinaria.
«Yo me espero siempre que Natalie, la hija de Ian, suene a la puerta de la casa… Me encantaría tanto contarle mi versión de todo lo que pasó”. Annik se detiene un instante y fija una sonrisa que le da ese rostro a la vez encantador y melancólico.
Desde la aparición del libro Touching From A Distance de Deborah Curtis en 1995 –que la vilipendia ampliamente—y más aún después de la película biográfica de Anton Corbijn, Control, en el otoño de 2007, Annik ha salido de la esfera puramente privada. La ficción de Corbijn también desencadenará un fuerte regreso de las interrogantes de siempre acerca de su papel en la tragedia de Ian Curtis, que se suicidó a dos meses de cumplir sus 24 años. Annik preferirá el psicólogo que a los periodistas, rehusando confiarse a los medios que, en Gran Bretaña sobre todo, la caricaturizan como la amante diabólica, causante de la fatal ruptura entre Ian y su mujer Deborah. Ella hará una excepción para el excelente libro de Lindsay Reade (1), pareja de Tony Wilson, quien la había recibido tras la muerte de Curtis.
Conociendo a Annik desde los gloriosos años punk, nos acercamos a ella con el fuerte deseo de conocer el otro lado de esta saga. Recordando que en septiembre de 1979 en el Futurama de Leeds, después de un concierto chamánico y paralizador de Joy Division, nos cruzamos con Annik, sin que por un instante ella contara sobre lo que siempre consideró un “asunto privado”. El tiempo ha hecho su trabajo, y una tarde de principios de junio la encontramos en su casa arbolada del Bravante Valón para una pasta de salsa vegetariana y una plática maratónica de 4 horas.
Nacida el 12 de octubre de 1957 en una familia de clase media de Mons –su papá es inspector de policía, su mamá trabaja en el registro catastral–, Annik es una hija del rock. Después de los Stones en Forest en 1973, el primer shock visceral llega el 16 de mayo de 1976 durante un concierto de Patti Smith y los Stranglers en el Roundhouse de Londres. La practicante de idiomas en Bournemouth queda igualmente estupefacta cuando ve a Bowie –siempre su héroe—en el Wembley Arena el mismo año. El ritual de los fanáticos ingleses, la devoción british, los “súper looks”, todo eso imprime definitivamente su ADN de “chica decente, correcta sobre toda la línea, que siempre sale bien en la escuela”.
Después de un trabajo « de mierda » en la Torre de Pensiones de Bruselas (…), Annik se va a vivir a Londres a principios del verano de 1979, donde ella consigue un trabajo de secretaria en la embajada de Bélgica.
Annik Honoré: Allá, la hago de corresponsal de En Attendant (revista cultural belga) y voy todas las noches a conciertos. Todo parece simple, accesible, poco caro, la época es tremendamente emocionante. En agosto, veo a Joy Division en Nashville Rooms: yo ya había escuchado Unknown Pleasures, que me había parecido de una violencia y de una intensidad extremas. Estoy completamente clavada: después del concierto, mi amiga Isabelle y yo nos acercamos a un cuate a lado de la consola para solicitarle una entrevista. Es Rob Gretton, el manager, que nos dice que sí una próxima ocasión. Lo que ocurre poco después cuando aterrizo con mis preguntas a la Bert Bertrand (2) tipo “¿cuál es tu color favorito?” (ella sonríe). Los músicos de Joy Division ganan 5 libras cada uno por concierto, no tienen dinero para pagar un hotel y se quedan con conocidos, en el norte de Londres. Cuando llego son muy amables, muy gentiles, halagados de que una revista extranjera esté interesada en ellos. Escuchamos Low de Bowie y, poco a poco, todo mundo se duerme, salvo Ian y yo…la película de Corbijn relata bien la escena.
Te enamoras…
Es mi primera historia de amor. Hasta entonces yo no había vivido más que para la música, tuve una o dos aventuras y eso, me encuentro con un ser raro, exquisito, educado, todo lo que me gusta. Es estúpido decirlo, pero Ian tiene ojos hermosos, una mirada dulce, siento a una persona que sufre, frágil, amable conmigo de inmediato.
¡Joy Division es una sacudida musical, una nueva sensación!
Con frecuencia se escucha mal por el equipo de sonido, pero hay una intensidad, una belleza… Es un momento suspendido, además los conciertos nunca duran mucho tiempo. Las críticas son elogiosas, estoy segura que se van a volver enormes. Como también trabajo en la programación del Plan K en Bruselas (3), de forma natural les pido que vengan a tocar dos fechas, el 16 de octubre de 1979 y el 17 de enero de 1980. En esa época el grupo cobra alrededor de 250 libras (equivalente a 400 euros) por concierto.
¿Hay entonces dos Ian Curtis? ¿Un chico sobre el escenario, literalmente en trance, y luego la persona privada, introvertida, trastornada?
Sobre el escenario él sale de sí mismo como para exorcizar todos sus demonios, es un volcán en erupción. Después del concierto está agotado, mental y físicamente. Se vuelve otra vez esa persona excesivamente dulce y tímida, retraído, lleno de preguntas sobre el grupo y sobre su vida. Tiene un potencial inmenso pero la gran honestidad de no darse cuenta. No hay ningún cinismo, ninguna pretensión.
¿Por qué esa profunda angustia?
Él está desbordado por su propio talento. Me gustaban mucho los otros Joy Division y su energía excepcional, pero Ian era un maestro por encima de ellos. El hecho de que Ian sea epiléptico desde la adolescencia lo hace particularmente frágil. Cuando le sobrevienen crisis, eso lo hace surreal, terriblemente aterrador; yo lo vi prácticamente elevarse en el aire. Pero también es algo mágico, como un contacto entre el consciente y el inconsciente. De repente entra en un mundo ajeno a la realidad. Entiendo que necesite de una presencia femenina mientras que la política del grupo es no tener mujeres en los conciertos. De alguna manera yo rompo ese cerco porque Ian tiene una enorme necesidad de ser reconfortado. Es más difícil de leer, a partir de ello, horrores sobre el “engaño”, esa clase de cosas…
Pero eran amantes, ¿no?
Fue una relación completamente pura y platónica, muy infantil, muy casta…Yo no tuve relaciones sexuales con Ian, él estaba bajo medicación, lo que le hacía imposible una relación física. Estoy harta que la gente ponga en duda mi palabra o la suya: se puede decir todo lo que se quiera, pero yo soy la única persona en tener escritos suyos… Una de sus cartas dice que la relación con su mujer Deborah había terminado cuando él y yo nos conocimos.
¿Cuál fue tu reacción al film de Anton Corbijn, Control?
No es Annik Honoré quien aparece en la película sino la novia de Ian, es pura ficción. Si hoy yo doy testimonio es para guardar una autenticidad biográfica, no tengo otro interés en hacerlo, excepto para hablar sobre el Plan K, sobre Disques du Crépuscule que fundé con Michel Duval. Dicho esto, Anton es alguien inmensamente respetable que vino a hablarme varias veces, pero Annik no existe, es Deborah Curtis quien existe… (ésta última coprodujo el film de Corbijn, basado sobre su libro). No la vi más que una sola vez en mi vida, y fue de lejos en un concierto en Manchester. Yo estaba muy incómoda porque en esa época ella ya me odiaba profundamente. Yo era la “novia” de Ian, su enamorada, no su amante ni “una aventura”, palabra repugnante y abyecta
¡Te encontraste aspirada en una historia que te ha superado y que ha crecido con el increíble éxito póstumo del grupo!
Sigo pensando que su muerte es un momento puro de locura. Hablé con él esa noche y todo el mundo sabe que él estaba feliz de ir a Estados Unidos (al día siguiente de su muerte, para una gira). Él estaba tomando 20 pastillas al día y como lo hizo con una mezcla de alcohol… El sábado 17 de mayo, estoy en el concierto de James White en el Plan K y Ian me llama para decirme que quiere verme en Heathrow antes de viajar a Estados Unidos. Cuando llego a Londres el domingo por la mañana, siento que hay algo raro…Como no llega a la cita, llamo a casa de sus padres –donde vive desde hace algunas semanas—y entonces su padre me dice “Ian is dead” y cuelga. No pude ir al funeral porque Deborah Curtis, como ella lo escribe en su libro, “tenía miedo de que yo hiciera una escena” –lo cual me hace reír—pero aceptó que yo fuera a ver el cuerpo de Ian a la capilla de Macclesfield…Estaba devastada. Tony Wilson (jefe de Factory, la disquera de Joy Division) y su mujer me alojaron durante una semana, después Tony me compró un boleto de avión para Bruselas a nombre de Annik Curtis…Me fui tres meses con mis abuelos al campo y la embajada, a la que no regresé a trabajar, me demandó por “traición al Estado belga”.
Durante años te guardaste esta pesada historia. Me has dicho que tus padres y tu hermano no sabían que tú habías tenido esta relación con Ian Curtis. ¿Por qué mantener guardado todo esto?
Mis padres y yo no nos contamos nuestras historias (…), ellos no sabían, como tampoco mi hermano, quienes eran Joy Division o Ian Curtis. Yo tenía también un gran sentimiento de culpabilidad: un hombre casado, un suicidio, dejé mi súper chamba en la embajada, así que mantuve un perfil bajo. Aprecio que mis padres hayan respetado eso. En ese momento yo vivía la historia plenamente y quería que permaneciera en una pequeña caja secreta: eso me hizo frágil, temerosa de herir a alguien, de enamorarme. Fue hasta 1995 –15 años después de la muerte de Ian—que se comenzó a hablar de mí por el libro de Deborah Curtis. Contrariamente a lo que ella ha contado, yo jamás le llamé las noches por teléfono “durante meses”. En cambio, ella me llamó para amenazarme de “matarme” porque yo veía a su marido…A los correos electrónicos y a las solicitaciones de información que vinieron después, yo respondía que era un asunto privado y que Joy Division eran sus discos.
Hace tiempo que cayó la noche. Annik me lleva al desván donde están almacenados carteles del Plan K y un poco de recuerdos new wave. Me muestra las cartas de Ian –una decena—, una de las cuales contiene un poema de T.S. Eliot. Esta noche, ella ha abierto las puertas de una historia decisiva que habría durado menos de un año, hace tres décadas. A pesar de la huella de ese encuentro, Annik no se convirtió en una viuda en luto. Ella ha rehecho su vida, tenido dos hijos –hoy adultos—y trabaja desde 1985 en la misma institución internacional. Nunca dejó de recorrer los conciertos y se entusiasma por la próxima fecha de Benjamin Biolay. Quisiera que se interesaran más en ella por el trabajo “precursor” realizado en el Plan K entre 1979 y 1984, o en los Disques du Crépuscule, un sello un poco esnob pero inventivo creado en Bruselas en 1980. Al día siguiente de la entrevista, Annik envía un mensaje de texto para pedir que no se den “detalles demasiado personales”. Pero ¿dónde se detiene la frontera íntima de una historia así?
Entrevista Philippe Cornet. Todos los derechos reservados.
[signoff](1) Torn Apart-The Life Of Ian Curtis de Mick Middles & Lindsay Reade, Omnibus Press, 2006.(2) famoso periodista belga de la época en la revista Télémoustique. Se suicidó en Nueva York en 1983 a la edad de 28 años.
(3) antigua refinería de azúcar transformada en centro multicultural, instalado en la calle Manchester en la comuna de Molenbeek, en Bruselas.
La discografía de Joy Division es distribuida por Warner[/signoff]