Se trata de un cómic creado en Bruselas para fomentar entre los europeos el conocimiento de las instituciones de la Unión Europea y en el mundo una imagen amigable del viejo continente.
[pullquote align=”left”]Artículo publicado en la edición del 29 de noviembre de 2003 del extinto periódico EL INDEPENDIENTE. [/pullquote]BRUSELAS.- Ni Batman ni Supermán, a los ciudadanos de la Unión Europea (UE) los protege el Capitán Euro.
Enfundado en un traje azul y blanco, el Capitán Euro mantiene una identidad secreta bajo el nombre de Adam Andros, hijo único de un antiguo embajador europeo y una profesora de paleontología. No hay criptonita que lo detenga porque sus habilidades no son sobrehumanas. Andros nada más es un genio en el manejo de la tecnología y políglota desde niño, gracias a un programa experimental de la comunidad europea.
Con el Capitán Euro colabora un equipo de científicos e investigadores de alto nivel, entre ellos Europa, una joven rubia de ojos azules que siempre está a su lado. El villano a vencer es el doctor D. Vider, un millonario empresario cuyo maligno objetivo es mantener dividido al continente para fundar su propio imperio.
La historieta es la primera en su tipo en el viejo continente y el Capitán Euro el primer “superhéroe diplomático” del mundo. Pero ante todo, es “el símbolo de la unidad europea y de sus valores”, según indica Twelve Stars, la empresa que lo creó por encargo de los políticos de Bruselas.
El producto, la UE
El cómic de Twelve Stars ha sido calificado por grupos defensores de derechos humanos como “una pieza de basura racista y xenófoba”. Pero en el fondo, también demuestra que la UE no ha podido escapar a las polémicas técnicas comerciales de comunicación política, tan en boga a escala global. La creadora del Capitán Euro es una compañía privada especializada en estrategia y posicionamiento de marca, visión corporativa, estrategia de comunicación, “management cultural”, y soluciones de marketing y creatividad. Está dirigida por dos gurús de la “construcción de imagen”, los italianos Eduardo y Nicolas de Santis, que venden sus servicios a 100 de las 500 compañías y marcas más grandes del planeta.
Desde 1997 el corporativo se dedica también a las relaciones públicas, la “diplomacia internacional”, el cabildeo político y empresarial, y el “manejo de la reputación”. En el caso de la UE y su guardián del orden no hay ningún misterio detrás. “La UE es frecuentemente percibida como un lío, politizada y burocrática”, comenta el corporativo, que explica que inventó al Capitán Euro “con el propósito de presentar al mundo una imagen amigable y no política de Europa”.
¿Información o propaganda?
Muchos en el viejo continente no estpan de acuerdo con este tipo de iniciativas sostenidas por los llamados Eurofilos, quienes controlan la política en Bruselas. Para aquellos se trata únicamente de informar a los ciudadanos sobre cómo funcionan sus instituciones comunes y explicarles cuál es el sentido de una Europa unida. Y no ven nada de malo en desarrollar maneras más efectivas de hacerlas comprensibles.
Para otros, entre ellos los euroescépticos, los funcionarios que despachan en Bruselas más bien han tejido una “maquinaria de propaganda” a través de la que están imponiendo a los europeos una visión de cómo debe ser el futuro de Europa. “Hay una brecha cada vez más amplia entre la gente ordinaria y su élite política. Mientras una gran proporción son escépticos de una mayor integración de la UE, los políticos están comprometidos con el objetivo contrario”, se queja Martin Ball, del grupo de Bruges, una asociación euroescéptica basada en Londres.
Los euroescépticos acusan que canalizar fondos públicos para inlcinar el debate sobre el futuro de Europa no es muy democrático que digamos, sino más bien digno de un régimen autoritario.
Más allá de la disputa entre clanes políticos, lo cierto es que desde 1999, en los numerosos referéndum por la aprobación del euro o la integración a la UE de los países del Este, la Comisión Europea y los gobiernos de cada nación implicada pusieron tanto empeño en empujar el “sí” que no les importó desembolsar entre cinco y 20 veces más recursos que los opositores.
Los últimos acontecimientos constatan que en Europa pueden bajarse las importantes subvenciones agrícolas o las ayudas a la cooperación con el Tercer Mundo. Pero el dinero para conquistar los corazones de los votantes es intocable.
En todos los rincones
No se sabe con certeza el monto que las instituciones de la UE en su conjunto destina a gastos de “información y comunicación”, porque es prácticamente imposible rastrearlos en el laberinto presupuestario. Pero sólo la Comisión Europea, el administrador de la “caja común”, registro el año pasado una partida de 105 millones de euros en ese rubro, similar a la de años anteriores. De modo conservador, el eurodiputado francés Hervé Fabré-Aubrespy calcula la cifra real en unos 250 millones de euros al año.
Dicho monto sirve para producir millones de catálogos y horas de materiales audiovisuales explicativos a cuyo bombardeo uno no puede escapar, sobre todo en las escuelas. También hay subvenciones, entregadas comúnmente a organizaciones tanto políticas como civiles que simpatizan con los ideales de Bruselas.
Para citar algunos casos, el Programa de Entrenamiento e Información para Sindicatos reparte ocho millones 860 mil euros al año; el Programa de Información Prioritaria para los Ciudadanos Europeos, 45 millones 720 mil euros; la Oficina de ublicaciones dispone de 11 millones 420 mil euros; y los fondos para la celebración del Día de Europa cada 9 de mayo, ascienden a nueve millones 400 mil euros.
El financiamiento de partidos políticos europeístas se eleva a siete millones de euros anuales; el de los think tanks a dos millones 500 mil euros; y el Programa de Reforzamiento en el Campo de la Educación a 17 millones de euros. También cientos de periodistas de otros países son invitados a conocer las instituciones europeas, y los mil 500 acreditados en Bruselas cuentan quizá con las mejores condiciones laborales del mundo, incluyendo boletines de prensa listos para su publicación.
Cada semestre, el país que ocupa la presidencia de la UE organiza un viaje exclusivo para los corresponsales de los medios más influyentes como el Financial Times, Le Monde, El País o Il Corriere della Sera.
Sin embargo, los dos públicos prioritarios son los jóvenes, “porque su resistencia a la información es débil”, y las mujeres, “porque reconocen más rápida e intuitivamente que los hombres las ventajas existentes de un futuro mejor”, según recomienda un documento oficial de 1995 de la Comisión.
Entre discurso y realidad
La UE no cuenta con una “arena política común”. Los ciudadanos no están familiarizados con los funcionarios y discusiones de Bruselas. En ese sentido, el objetivo final de la estrategia infoeducativa de la UE es crear una clase política “comunitaria”, así como una opinión pública “transeuropea” preocupada del debate continental.
El problema para la UE es que a los ojos de sus gobernados no hay coherencia entre lo que dicen y los que hacen. ¿Cómo creer que la UE es un proyecto de unidad cuando la guerra en Iraq los mostró completamente divididos? ¿Cómo convencerlos de la voluntad de servicio común de los eurofuncionarios cuando el presidente de la Comisión Europea, el italiano Romano Prodi, acaba de llamar a la oposición de su país a unirse contra Silvio Berlusconi en las próximas elecciones por simple interés personal?
Muchos se preguntan para que sirve la normativa comunitaria si Alemania y Francia están pasando por alto el Pacto de Estabilidad Económica. Quizá el Capitán Euro necesitará la ayuda de otros superhéroes para cumplir la difícil misión que le espera el año entrante, con los referéndums sobre la Constitución a cuestas. Porque su primera batalla en septiembre, lograr el “sí” al euro en Suecia, resultó en la victoria, se diría, del malvado doctor D. Vider.
Nota: el sitio de Internet del Capitán Euro sigue activo