BRUSELAS (apro).- El diagnóstico de Susanne Gratius, investigadora senior de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), es contundente: La Unión Europea (UE) no será prioridad del gobierno de Enrique Peña Nieto.
(Artículo publicado el 9 de noviembre de 2012 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)
La experta asegura que Peña Nieto ubicó a la UE en su programa electoral en el penúltimo lugar de sus prioridades exteriores y, en cambio, se enfoca en la relación con Estados Unidos y Latinoamérica, que ha sido la política exterior tradicional del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Remarca que el presidente electo sólo le concede cierto peso a sus relaciones con España, cuando destaca la importancia de desarrollar a México como una “potencia cultural iberoamericana”.
Esa falta de visión estratégica con Europa que aborda Gratius en su análisis –publicado en septiembre– pudo constatarse posteriormente en la selección de los países que visitó el priista en octubre pasado: Alemania, Francia, Gran Bretaña y España, omitiendo pasar por la sede de los poderes de la UE en Bruselas, cuyas instituciones gestionan la relación bilateral del bloque comercial con México.
Contrario al discurso oficial que maneja el gobierno de Felipe Calderón –en el sentido de que el país ha ampliado su presencia internacional–, Gratius afirma que, ”en términos económicos y políticos, México es un país norteamericano que se ha alejado de Europa y América Latina”.
De ese modo, señala la investigadora del FRIDE en un ”resumen político” –titulado “El nuevo sexenio en México y su relación (poco) estratégica con la UE”–, el gobierno de Peña Nieto tendrá dos opciones en materia de política exterior: “O continuar la política de alianza con las potencias tradicionales, o acercarse más a los BRICS (grupo que conforman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), adaptando una política de equilibrio y una mayor confrontación con Estados Unidos”.
Subraya que, en cualquiera de los dos casos, “para las relaciones euromexicanas el primer escenario representa más de lo mismo: alianza global y declive económico” a escala bilateral. La realización del segundo escenario, su acercamiento con las potencias emergentes, “sería negativo para el estatus de México como socio global de Europa, pero podría contribuir a un mayor perfil internacional del país y, eventualmente, a un más alto nivel de intercambio económico con países europeos”, indica la académica alemana.
Explica que el programa electoral del PRI afirma que “los tres pilares claves de su ‘nueva política exterior’” son: ”la soberanía nacional, una relación más horizontal con Estados Unidos y una mayor cercanía con América Latina”, lo cual, según Gratius, “de acuerdo con la tradición del PRI podría indicar una estrategia nacionalista y más volcada hacia una política de balanceo”.
Pronostica que, si así fuera, “con estas elecciones terminaría no sólo un ciclo político sino, quizás también, la afinidad global entre México y la UE”.
En ese sentido, recuerda que México intensificó sus relaciones con la UE a partir de 2000, cuando perdió el PRI la Presidencia después de siete décadas de mantenerla.
“La alianza global con Europea ha estado muy vinculada a los dos sexenios de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN)”, apunta el “resumen político”, que añade:
“La orientación política del nuevo gobierno del PRI estará muy marcada por su política frente a Estados Unidos”. Si persiste el “continuismo”, advierte, “también seguirá la alianza con la UE; en el caso contrario, el alejamiento económico (con la UE) encontrará eco en la esfera política global”.
Puntualiza que, durante la fase de negociación del Acuerdo Global entre México y la UE, la cláusula democrática del mismo fue objeto de controversia: el entonces presidente priista, Ernesto Zedillo, la interpretó “como una imposición e injerencia en asuntos internos”.
“La soberanía nacional de México –expone Gratius– era un principio sagrado en un país que de cara al exterior se sentía todavía parte del sur”.
Declive internacional
La especialista alemana asegura que la guerra del presidente Felipe Calderón contra el crimen organizado fracasó. En ese marco, considera que, en el extraordinario caso de que Peña Nieto decidiera cesar dicha estrategia contra las drogas, necesitaría un nuevo paradigma.
Únicamente Europa, manifiesta, podría ofrecerle al gobierno peñista una alternativa viable: “Combatir el consumo a través de una política preventiva de salud, dejar de criminalizar la tenencia de determinadas drogas y luchar contra los narcotraficantes con las principales instituciones de seguridad: la policía y la justicia.”
Susanne Gratius es una reconocida especialista en las relaciones de la UE con Latinoamérica. Estudió ciencias políticas en la Universidad de Hamburgo y en la Universidad Complutense de Madrid.
Fue coordinadora en el extinto Instituto de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRELA) e investigadora en el Instituto Alemán de Relaciones Internacionales y Seguridad de Berlín, y en el Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo. Es autora de numerosas obras y desde 2005 trabaja en FRIDE, un think tank europeo vinculado al Club de Madrid –un foro de reflexión al que pertenecen los expresidentes mexicanos Vicente Fox y Ernesto Zedillo– y que edita la versión en español de la revista estadunidense Foreign Policy.
Gratius publicó con FRIDE, en abril de 2007, un documento de análisis titulado “El fin de la era mexicana”, en el que acusó la pérdida de peso internacional de México e incluso regional, tras su apuesta diplomática por privilegiar su relación con Estados Unidos.
En una entrevista con Apro publicada el 27 de noviembre de 2007 –días después de que el Club de Madrid anunciara el ingreso de Fox– este corresponsal le preguntó a Gratius:
–¿El sexenio foxista marcó entonces una de las peores etapas de la política exterior mexicana?
–¿Pero cuál política exterior? –respondió– ¡Con Fox no hubo política exterior mexicana! La gran apuesta fue lograr con Estados Unidos un acuerdo más allá del libre comercio (el migratorio), y resultó un fracaso total.
En este nuevo análisis dedicado a la política exterior mexicana respecto a Europa, Gratius parte de una contradicción:
“Formalmente, México es el principal socio latinoamericano de la UE, pero en la práctica se percibe un claro declive de sus relaciones. La Asociación Estratégica definida en 2008 no ha servido para dinamizar los lazos ni la UE ha aprovechado la oportunidad que ofrece su vinculación privilegiada con México para posicionarse como actor global en un tema clave: el narcotráfico.”
Insiste: “México fue el primer país latinoamericano que firmó un acuerdo de libre comercio y que simultáneamente ostenta la categoría de ‘socio estratégico’ de la UE. Esto último supone una visión de futuro y un plan”; sin embargo, advierte, “ninguno de los dos elementos caracteriza las relaciones euromexicanas”.
Examina la responsabilidad del gobierno de Felipe Calderón, cuya promesa de “Más México en el mundo y más mundo en México” no fue cumplida, indica Gratius.
La experta alemana refiere que, “aunque México fue el anfitrión de diversos eventos internacionales y ostentó la presidencia del G-20, en términos de capacidad propositiva o visibilidad, la política exterior mexicana queda lejos del impacto, la influencia y los resultados de la de su rival, Brasil”.
Asociación incierta
A Gratius le llama la atención que la UE “construyera” con México una “asociación estratégica” en 2008: en ese momento, dice, tanto la posición global de México como las relaciones bilaterales experimentaban un claro declive.
Plantea que México “juega ahora en la segunda liga de países emergentes en cuanto a influencia internacional y peso real”, y “tampoco es un motor de crecimiento”: en suma, el país es la decimocuarta economía del mundo –ocho puestos por detrás de Brasil–, el undécimo en términos demográficos y ocupa el lugar 31 como potencia militar.
México, además, ocupa el puesto 21 entre los socios comerciales de la UE –doce posiciones por detrás de Brasil, detalla Gratius–, y la Unión Europea representa 22% del comercio total de Brasil y apenas 6% del mexicano.
El “modesto aumento de los flujos comerciales –dice– señala que el acuerdo no ha contribuido a diversificar el comercio exterior mexicano, que se concentra en un 80% en Estados Unidos”, y la tendencia de las inversiones europeas es a la baja.
Ante esas cifras, opina Gratius en el reporte del FRIDE, “parece contradictorio que Bruselas haya firmado un acuerdo de libre comercio con este país y no con Brasil”.
México no es un socio económico estratégico, arguye la experta, si bien reconoce que el país ha sido un aliado internacional o afín a las posiciones de la UE en numerosos temas de la agenda global, así como un contribuyente importante (el décimo) del presupuesto de Naciones Unidas; México aporta la mitad del monto de las aportaciones latinoamericanas a la ONU.
Pero Gratius se cuestiona: “¿Justifica esta cercanía de visiones, cuya continuidad con un gobierno del PRI no está nada clara, una relación más privilegiada que con Brasil, la sexta economía del mundo y el principal socio económico de la UE en América Latina?”.
Más aún, se pregunta Gratius: “Si México no es tan importante para la UE, ¿por qué la relación se considera estratégica?”. La respuesta, expone, ”es España y su vínculo especial con el principal país hispanohablante en Latinoamérica”, así como su cercanía con Estados Unidos, en términos políticos y de acceso de mercado.
Otro motivo para crear una “asociación estratégica”: la importancia del narcotráfico y sus implicaciones en las relaciones trasatlánticas. “La lucha contra la droga y el crimen organizado –agrega el documento– son un tema estratégico en México y en sus relaciones con la UE, que representa el segundo mercado de cocaína del mundo.”
Gratius analiza: “Es una paradoja que ahora le toque al PRI, el partido que durante décadas representó el autoritarismo de un sistema unipartidista hegemónico, reducir la violencia, reparar la imagen del país y continuar el camino democrático.
“Su estructura institucional es más sólida que la del PAN pero también está vinculada al autoritarismo histórico y, en el caso de algunos expresidentes, a acusaciones de vínculos con el narcotráfico.”
Concluye: “La guerra del narcotráfico revela las fragilidades de la joven democracia mexicana y la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales en las principales instituciones del país. México no es un Estado frágil, pero sí un país con una democracia de baja calidad que facilita la instalación del crimen organizado, el cual se ha convertido en el principal desafío del gobierno electo de Enrique Peña Nieto.”