BRUSELAS (apro).- El documental El Taller, del mexicano Miguel Ángel Díaz, fue proyectado como parte del Latino Film Festival, que se celebró del 25 de septiembre al 5 de de este mes en la capital de la Unión Europea (UE), Bruselas, así como en las localidades belgas de Lieja y Lovaina La Nueva.
El festival también proyectó el trabajo de otros mexicanos del circuito independiente: Jaime Rogel, con su documental La Blanquita, y Carlos Pérez, a quien se le dedicó una retrospectiva compuesta por cuatro películas.
(Artículo publicado el 12 de octubre de 2012 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)
El documental de Díaz –producido en 2012– también fue proyectado en Ámsterdam, Holanda, en una función organizada el jueves 4 por el sitio holandés Noticias.nl, especializado en información de política latinoamericana.
El Taller –realizado de manera totalmente independiente por la compañía Agraviados Films– transcurre en una zona popular de Xalapa, en Veracruz, donde reside el propio cineasta.
Don Demetrio es el dueño de un negocio donde se fabrican vitrales. Lo extraordinario es que en su taller, de nombre Vitrarte, casi todos los trabajadores son personas discapacitadas. Él sale incluso a buscarlos a la calle, como se ve en el film.
La mayoría son muchachos con diferentes tipos de invalidez física en sus piernas, aunque también aparecen en el documental algunos hombres mayores, uno de ellos sin un brazo.
El documental, de 20 minutos de duración, logra transmitir un triste y frágil optimismo, si se considera que actualmente campea en Veracruz una absoluta inseguridad sin que las autoridades actúen para detenerla.
A través de la cinta, los personajes de El Taller certifican que el esfuerzo y el trabajo son vías para alcanzar su dignidad, incluso, o quizá con mayor razón, en condiciones físicas y económicas tan adversas como las suyas. Los protagonistas y sus familiares declaran a lo largo del trabajo de Díaz que se sienten útiles y orgullosos de progresar en sus ocupaciones en el taller.
En el documental, un chofer dice que, a veces, ni siquiera aceptan que los vaya a dejar a sus casas en la camioneta del taller, ya que quieren valerse por sí mismos en todos los aspectos.
No se entra a detalle en las causas de sus incapacidades, pero lo poco que relatan es suficiente para dejar sembrada una sospecha: el sufrimiento que viven podría haber sido evitado si no pertenecieran a un estrato social desfavorecido.
Hugo René Romero, un hombre maduro que tiene más de tres años trabajando en Vitrarte, narra que fue al doctor cuando comenzó a dolerle la pierna y a sentir que “se le ponía fría”. Éste únicamente le recetó medicamentos, pero una semana después la extremidad adquirió un tono negruzco y le diagnosticaron un “bloqueo micro-arterial”. Fue necesario amputarle la pierna a nivel de la rodilla.
Víctor Torres, un hombre ya mayor, explica que fue víctima de una trombosis arterial en la pierna izquierda. Dice que fue al hospital público. Ahí lo operaron en la noche para intentar restablecer la circulación sanguínea. Al día siguiente lo iban a mandar a otro hospital en Veracruz, pero no dio tiempo: el desarrollo de una gangrena obligó a una amputación.
Luis Antonio Ramos, Toño, un jovencito con dos niños pequeños, sólo puede caminar con ayuda de una andadera ortopédica. “Tenía 16 años. Recuerdo que venía caminando, y llegando a la terracería ‘se me borró el foco’”, relata. Cuando despertó, Toño tenía las piernas destrozadas; la izquierda, arrancada “como con un hachazo”.
Un momento muy emotivo sucede cuando Don Demetrio le propone a Taurino trabajar en su taller: el joven tiene las dos piernas deformes, inservibles, y se desplaza en silla de ruedas vendiendo chicles.
–¿A qué te dedicas? –le pregunta Don Demetrio.
–A vender dulces –contesta Taurino tímidamente, con voz muy baja.
–¿Y cuánto ganas?
–Depende la venta…
–¿No quieres trabajar aquí? ¿Aprender un oficio? ¿Sí?
La cara de Taurino se ilumina, pareciera incrédulo ante lo que escucha, mientras asiente con la cabeza; se le ve contento, esboza una sonrisa.
–¡Pues ya está, deja eso (la cajita de chicles) y métete aquí (el taller)! Entramos a que aprendas algo, le dice Don Demetrio, quien en otro pasaje del documental afirma que él considera que quienes trabajan en su taller no son sus empleados, sino sus “compañeros” o parte de su “familia”.
Compromiso
El LAFF cumplió este año su novena edición. El objetivo que se plantea es “proponer al público belga y europeo una incursión en los mundos latinoamericanos a partir del universo del cine”. En especial, el LAFF se enfoca en la proyección de cine documental con temática social.
El chileno Antonio Muñoz es el coordinador del festival. Señala que tanto Díaz como Pérez se caracterizan en su trabajo “por poner la cámara del lado de la gente, del lado de los afectados de un conflicto. Se nota en la narrativa que construyen, en la relación que tejen con la imagen”.
–¿Qué los motivó a dedicarle una retrospectiva a Pérez?
–A Carlos lo seguimos desde hace tiempo. En un ejemplo de autoformación. En sus documentales él no aparece como un espectador, él está al interior del problema que trata.
“Para lograr eso –explica– hay que ganarse la confianza de la gente, que no es fácil. Esa es una dificultad a la que se enfrentan muchos documentalistas, que quedan fuera del conflicto. Personalmente, lo he ido descubriendo como documentalista, la manera en que filma. Hay que seguir su desarrollo para ver si se confirma su talento”.
Pérez –quien colaboró de 2003 a 2005 con el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, en Guerrero– comenzó su carrera en la organización comunitaria Video Tamix, que promovía la difusión de las culturas indígenas del estado de Oaxaca.
La preocupación central de Pérez –quien vive en Lyon, Francia, desde hace pocos años– son los pueblos indígenas de México, y en particular aquellos de Guerrero.
Sus documentales exhibidos durante el LAFF fueron: Et le fleuve coule encore (Y el río corre aún, 2010), que habla sobre la resistencia de los pobladores locales contra la construcción de una hidroeléctrica en el poblado de La Parota, así como A ciel ouvert (A cielo abierto, 2007), que narra la lucha del pueblo mixe de El Carrizalillo contra la venta de sus tierras y la explotación de una mina de oro por parte de la trasnacional canadiense Goldcorp.
Regard à l’intérior (Mirada al interior, 2005), aborda la historia de Valentina e Inés, indígenas violadas por elementos del Ejército en la zona de la Montaña baja guerrerense, y Procession (Procesión, 2004), que retrata una procesión religiosa, también en la región de la Montaña.
Mirada al interior recibió en 2006 el Premio al Mérito del festival de cine LASA de Puerto Rico, en tanto que Y el río corre aún ganó en 2010 el premio Alanis Obomsa como mejor documental del festival ImagineNATIVE de Canadá, y el premio Golden Drum de mejor film del festival Internacional de Cines Autóctonos de Nepal.
Sin apoyos
En una charla con Apro, Díaz opinó sobre su participación en el LAFF de Bruselas: “Queremos informar al público europeo sobre la cruenta realidad que vive nuestro país. Y el cine documental es un cine abierto, sin censura, que ofrece una expresión auténtica de esa realidad”.
Abunda: “Estas historias no se leen en los grandes medios europeos como Le Monde o The Guardian. Sólo hablan de México de manera general: asesinatos, secuestros, fosas comunes, no de historias humanas ni de procesos sociales a profundidad, que logren explicar el contexto nacional mexicano, que expliquen el momento tan sangriento que vive México”.
El documentalista lamenta que el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) no destine apoyos económicos para la producción y la distribución del cine documental independiente en el país, y que sólo los otorgue a trabajos que no cuestionan a las autoridades.
Díaz estudió periodismo y trabajó en TV Azteca-Veracruz durante diez años, hasta que su trabajo como documentalista social incomodó a la televisora. Actualmente también es el codirector del portal de noticias en Internet www.plumaslibres.com.mx, con sede en Xalapa.
Ha producido seis trabajos documentales relacionados con luchas de comunidades mexicanas para alcanzar justicia o para defender los derechos humanos y el medio ambiente.
En 2007 realizó Los agraviados, un filme sobre la inconformidad social en el entorno de las polémicas elecciones del 2 de julio de 2006. En 2009 presentó Pueblos unidos, un documental que aborda el tema de la contaminación producida por las Granjas Carroll en Cofre de Perote, Veracruz, y la consecuente inconformidad de los pobladores. Con este trabajo obtuvo en 2010 el premio a la mejor película en la Cumbre de Cine Ambiental de Cancún, el premio al Desarrollo Sustentable del Segundo Festival Internacional de Cine Invisible de Bilbao, y una mención honorífica del Festival de Cine de Bogotá.
En 2010 realizó los documentales Barranca grande –acerca de la lucha por obtener ayuda oficial para el pueblo veracruzano de Ixhuacán de los Reyes, destruido por una fuerte tormenta en septiembre de 2008– y Xiqueñada.
Además de El taller, este año proyectó Las dunas de San Isidro, que narra el combate de la comunidad de San Isidro, en Actopan, Veracruz, para evitar que el desarrollo inmobiliario arrase esa zona ecológica declarada bien de la nación.
En entrevista, Díaz confiesa que trabaja con miedo. Era amigo de Regina Martínez, la corresponsal de Proceso en Veracruz, asesinada en abril pasado. Su crimen sigue impune, así como los de muchos otros periodistas.
Díaz recuerda que fue con ella a filmar algunas imágenes en las Granjas Carroll, antes de publicarse en la prensa mexicana que probablemente de ahí había surgido el brote de la gripe AH1N1.
Para hacer frente al terrible riesgo al que se exponen los cineastas sociales en México, Díaz anuncia que unos cien colegas suyos formarán la organización Documentalistas Mexicanos en Red, que será presentada oficialmente en marzo de 2013 en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.