BRUSELAS.- Detrás de la fama internacional que cubre el nombre del escritor y periodista sueco Stieg Larsson, se puede hallar a un hombre de izquierda profundamente comprometido con diversas causas sociales.
Militante en su juventud de la Liga Comunista de los Trabajadores (el actual Partido Socialista Sueco) y editor del periódico trotskista Fjärde Internationale, es común que los enemigos políticos que acumuló Larsson durante tres décadas de combate contra la extrema derecha sueca lo llamen, de manera peyorativa, “el comunista”.
(Artículo publicado en la edición del 21 de agosto de 2010 de la revista PROCESO)
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Es muy conocida la batalla que libró Larsson contra los grupos y partidos racistas y xenófobos de su país, que lo motivó a crear en 1995 la Fundación Expo y la revista del mismo nombre, y de la que fue redactor en jefe hasta su muerte. Se distinguió por investigaciones periodísticas que afectaron tanto a personalidades como a simples simpatizantes de grupos de ultraderecha, que lo amenazaron de muerte en múltiples ocasiones.
“A Stieg Larsson no le interesaba la atención pública. Para él era impensable convertirse en una celebridad mediática. Escribir sólo por dinero como periodista del sistema o autor comercial, era su peor pesadilla. Él no quería ser visible por eso. Quería hacer visible a la gente y a la sociedad”, expresó el 30 de septiembre de 2009, en España, Eva Gabrielsson, la arquitecta que fue durante más de 30 años pareja sentimental de Larsson, quien murió de un ataque cardiaco el 9 de noviembre de 2004.
Sin embargo, el compromiso del periodista sueco a favor de los derechos de la mujer es uno de los aspectos menos mediatizados de su vida.
Gabrielsson –que recogía en aquella ocasión un premio póstumo entregado al escritor por el Observatorio Contra la Violencia Doméstica y de Género de España– platicó que cuando ella conoció a Larsson en 1972, él se definió a sí mismo como “un feminista”, lo que “nunca dejó de ser”, afirmó Gabrielsson.
Las acciones de Larsson y su visión del mundo, narró la arquitecta sueca, “pueden ser entendidas principalmente desde la perspectiva de los derechos de las mujeres”. A él, dijo, “le preocupaba cualquier tipo de violencia ejercida contra personas marcadas equivocadamente”, porque, explicó, “tarde o temprano todos seremos afectados al pertenecer obligadamente a alguna minoría”.
Comentó que en el otoño de 2003, la investigadora Cecilia Englund trabajó con Larsson en el contenido de un libro titulado El debate sobre los asesinatos de honor. En éste se presentan paralelismos entre los crímenes casi simultáneos, cometidos en Suecia, de una mujer kurda de nombre Fadime Sahindal, y de la modelo sueca Melissa Nordell.
La muerte de Sahindal, recordó Gabrielsson, “fue descrita en Suecia como un ‘asesinato de honor’, extraño a la ‘cultura sueca’; mientras que el homicidio de Nordell fue considerado un ‘asesinato ordinario’”.
“Stieg las llamó ‘hermanas de muerte’ –puntualizó Gabrielsson–, ya que ambas fueron víctimas de la misma conducta patriarcal: el control por medio de la violencia”. Añadió que “ver lo anterior como una cuestión de cultura sólo abre las puertas al racismo y a una interminable discusión sobre etnicidad (…), mientras tanto las mujeres continuarán siendo objeto de golpes y asesinatos”.
En dicho libro, el propio Larsson escribió:
“Las formas de la opresión difieren, pero no la causa. Las formas varían dramáticamente entre los crímenes de honor sicilianos, las viudas que son quemadas en India o las novias que son apaleadas las noches de sábado en Suecia.”
En el mismo texto, Larsson aseguró que “la cultura no explica las causas subyacentes de por qué las mujeres del mundo son asesinadas, desfiguradas, circuncidadas, azotadas y forzadas en diferentes formas de conductas rituales decididas por hombres”.
“La causa –expresó– es que los hombres de sociedades patriarcales oprimen a las mujeres.”
Para el escritor sueco, “el feminismo y el antirracismo son dos lados de la misma moneda: ninguno puede ser implementado a expensas del otro”.
En ese sentido, Gabrielsson explicó en su discurso en España que la trilogía Millennium de novelas policiacas es una “nueva manera de hacer visibles la discriminación y la violencia contra las mujeres”, aunque rompe así “la ilusión de que Suecia tiene una sociedad justa y equitativa”.
La protagonista de tales novelas, Lisbeth Salander –una jovencita marginal, independiente y superdotada para el pirateo cibernético–, es víctima desde niña de esa violencia de género que denuncia Larsson. A lo largo de la historia, Salander vive acosada por el entorno machista en el que creció y en el que se desenvuelve.
Gabrielsson opina que Millennium muestra que Suecia es en este tema “tan bueno o malo como otros países, pero no perfecto. Todo eso es para bien. Lo que necesitamos son buenos mapas de realidad en nuestro viaje a través de la vida, y no ilusiones”.
De otra forma, concluyó Gabrielsson, “los castillos de nuestros sueños pueden convertirse en nuestras prisiones mentales”.