En 1997 Atenas fue designada sede de los Juegos Olímpicos a celebrarse en 2004. El gobierno griego se apresuró a poner a punto las instalaciones deportivas para el gran acontecimiento, proceso que se encareció cuando los atentados del 11 de septiembre de 2011 hicieron imperioso añadir medidas extremas de seguridad. El gasto fue enorme. Tanto que hay quienes achacan a ese desembolso gran parte de la responsabilidad de la crisis que tiene a Grecia hundida en la miseria… Pasado el evento, las instalaciones olímpicas quedaron abandonadas, convertidas en basureros. Son las nuevas ruinas helénicas.
(Artículo publicado en la sección especial de los Juegos Olímpicos de Londres de la edición del 22 de julio de 2012 de la revista PROCESO)
BRUSELAS.- El complejo deportivo Hellinikon es un campo de estadios en ruinas. Fue construido ocho kilómetros al sur de la capital griega, Atenas, para hospedar los Juegos Olímpicos de 2004. Su extensión es inmensa: 620 hectáreas, tres veces la superficie del principado de Mónaco.
Actualmente la hierba invade el terreno de juego del estadio olímpico de beisbol donde además hay bolsas de basura y cascajo por todos lados. Las gradas y la pintura del estadio de hockey sobre pasto –con capacidad para 20 mil personas– están en mal estado y las estructuras metálicas, oxidadas. El lago artificial donde tuvieron lugar las competencias de canotaje está seco y los enormes tubos por donde se descargaba el agua fueron hace muchos años desmontados y arrumbados… El complejo está resguardado por rejas con candados para que nadie entre.
Tales imágenes han dado la vuelta al mundo. Es una terrible ilustración de cómo los Juegos Olímpicos de 2004 contribuyeron a hundir todavía más la economía griega.
Algunas de esas postales las presentó el 1 de junio pasado Henry Ridgwell en un reportaje para la agencia estadunidense The Voice of America.
En su texto Ridgwell indica que el gobierno griego pretende vender el terreno del complejo deportivo. Entre las empresas que han manifestado su interés en adquirirlo está una firma de fondos de Qatar cuyo propósito es construir ahí un casino, hoteles de lujo, nuevas instalaciones deportivas, centros comerciales y un aeropuerto privado.
Hellinikon fue construido sobre una parte del antiguo aeropuerto internacional de Atenas. En 2004, finalizada la justa olímpica, las autoridades lanzaron un concurso para convertir el sitio en un gran parque metropolitano. Lo ganó un equipo de arquitectos encabezado por el despacho francés Serero Architectes. Pero el proyecto naufragó por falta de fondos.
Igualmente desolador es el panorama en el Complejo Olímpico Deportivo de Atenas, que incluye un centro acuático con tres albercas de alto nivel y capacidad para 23 mil asistentes, canchas de tenis con cupo para 20 mil espectadores, un velódromo y un recinto cerrado donde tuvieron lugar los partidos de basquetbol y las competencias de gimnasia.
Sólo el Estadio Olímpico Spyros Louis –diseñado por el célebre arquitecto español Santiago Calatrava y cuyo costo se elevó a 265 millones de euros– es utilizado periódicamente y es la casa de los equipos de futbol AEK Athens, Panathinaikos y Olympiacos Piraeus.
En una nota publicada el pasado 9 de mayo en el diario británico The Guardian, Helena Smith comenta su visita a ese parque olímpico. Narra que el sitio le pareció “una representación de la desolación, la desesperanza y la extravagancia fuera de lugar”.
En el lugar platica con un hombre, Dimitris Dimitrou, quien le dice: “Dejaron ir todas las instalaciones al carajo. El estadio principal está un poquito mejor porque hay juegos de futbol, pero si ves alrededor todo está deteriorado y hasta el mobiliario se lo han robado. Los baños están asquerosos, las duchas apestan y no hay agua caliente. No han limpiado nada durante años”.
Gastos y más gastos
El Comité Olímpico Internacional (COI) designó en 1997 a Atenas sede de los Juegos Olímpicos de 2004. En ese momento el gobierno griego y el Comité estimaron el costo en mil 300 millones de dólares. Sin embargo tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el gobierno de Atenas se vio forzado a gastar mil millones de dólares más en seguridad.
Pero lo que más infló el presupuesto original fue la mala planeación. Durante los primeros tres años no hubo avances en los preparativos y la construcción de las sedes olímpicas se retrasó varias veces.
En 2000 el COI tuvo que amenazar al comité organizador griego: aceleraba los trabajos o corría el riesgo de perder los juegos. Resultado: una contratación masiva de obreros que trabajaron frenéticamente tres turnos al día. Laboraban incluso durante la noche, lo cual se pagaba más caro, y fue necesario sufragar un consumo extraordinario de energía eléctrica que alcanzara a iluminar la totalidad de las faraónicas instalaciones deportivas. Todo lo anterior elevó exorbitantemente los gastos.
Oficialmente la gesta olímpica terminó costando unos 11 mil millones de euros. Pero fuentes independientes aseguran que la cifra real fue dos o tres veces superior. La exdiputada socialista y excampeona de jabalina, Sofia Sakorafa, calcula ese costo en 27 mil millones de euros.
Ese monto, aseguran los especialistas, tuvo un impacto decisivo en la deuda que en la actualidad corroe la economía griega. Durante décadas Grecia fue un país muy endeudado. En 1994 su déficit llegó a 9% del PIB. El problema surgió cuando tuvo que adoptar medidas muy rigurosas de austeridad para reducir su déficit y poder ingresar a la zona euro.
De esa forma, en 1999, un año antes de entrar a la moneda común, Grecia logró bajar su déficit a 3.1% del PIB.
Pero las deudas adquiridas para los Juegos Olímpicos hicieron imposible mantener ese ritmo de ahorro. El déficit recuperó su línea ascendente y el año de los juegos alcanzó un pico de 7.5% del PIB.
La organización de los Juegos Olímpicos absorbió 5% del PIB anual de Grecia, un país relativamente pequeño, y no marcó, como lo esperaban las autoridades, el comienzo de un auge económico. Peor aún, en 2005 el crecimiento del PIB griego cayó a su nivel más bajo en 10 años.
En una entrevista con el rotativo Ekathimerini, el 26 de diciembre de 2011, el presidente del COI, el belga Jacques Rogge, atribuyó al gasto olímpico entre 2 y 3% de la deuda exterior griega actual, que asciende a 500 mil millones de dólares. El dirigente del COI agregó que las autoridades no planearon correctamente la utilización posterior de las sedes olímpicas.
Eso nadie lo duda. El propio presidente del Comité Olímpico de Grecia, Spyros Kapralos reconoce que su país “carecía de un plan para capitalizar el éxito de los Juegos Olímpicos”.
“Un fantasmagórico silencio”
Al finalizar los juegos prácticamente las 22 instalaciones que se construyeron quedaron en desuso o utilizadas por ligas locales de poca importancia. Aun así el Estado griego debe desembolsar cada año entre 50 y 100 millones de euros para su mantenimiento y seguridad.
Pero la condición catastrófica de los estadios olímpicos precede a la actual crisis económica. El periódico británico Daily Mail publicó el 18 de julio de 2008 la crónica de una visita al complejo Hellinikon. Aunque en un principio varios exaltados guardias de seguridad le impidieron la entrada, el reportero Andrew Malone relata:
“Cuando se van los guardias me agacho para introducirme por un hueco en la cerca. Bajo los oxidados reflectores, la devastación plena: los otrora gloriosos estadios olímpicos están abandonados y en ruinas, cubiertos de grafitis. Me hago un camino a través de basura: latas de cerveza, envolturas de comida y otras inmundicias.”
Continúa: “En 2004 el ruido de miles de espectadores de todo el mundo vitoreando colmaban el enorme espacio. Ahora hay un fantasmagórico silencio que solamente rompe el sonido de las banderas de la Unión Europea que, hechas jirones, aletean con el viento”.
La mala experiencia olímpica de 2004 no acaba. El pasado 28 de enero el Comité Organizador de los Juegos Mediterráneos (COJM) decidió retirarle la sede de esa justa deportiva en 2013 a las ciudades griegas de Volos y Larissa, que la habían obtenido en 2007.
La crisis financiera que ahoga las arcas públicas griegas obligó al gobierno a disminuir el presupuesto para esos juegos, que ya no sería de 358 millones sino de 126 millones de euros. Las autoridades anunciaron que los siete mil atletas y oficiales que asistirían a las competencias no dispondrían de todas las comodidades prometidas y, en lugar de construir un complejo residencial donde se hospedarían, serían acomodados en cruceros de lujo y en un colegio renovado.
Los Juegos Mediterráneos se celebran cada cuatro años desde 1951 y en ellos participan 23 naciones. Es un evento de gran prestigio para los países de la región. En 1991 Grecia ya los había hospedado con éxito. Esta es la primera vez que un país pierde una sede ya concedida.
Una semana antes de que eso ocurriera, el gobierno griego presentó al Parlamento un reporte en el que se manifestaba que el objetivo del país era “organizar los juegos adecuadamente al menor costo posible, para modernizar la región de Tesalia a través de proyectos de infraestructura, favorecer algunas áreas seleccionadas como destinos turísticos y desarrollar la educación deportiva en las comunidades locales”.
Kapralos acepta que se cometió un error. Hace más de un año el COJM le advirtió a Grecia que tenía dudas sobre su capacidad de organización. Atenas garantizó que todo se desarrollaría correctamente.
Kapralos confiesa que lo mejor hubiera sido devolver en ese momento la sede de los juegos y una vez más se lamenta: “Así hubiéramos evitado el posterior desprestigio en que cayó el país en el mundo deportivo”.