NORMANDÍA, Francia (apro).- El pasado domingo 14 el cotidiano francés Libération publicó una larga entrevista con la joven activista sueca Greta Thunberg. Su austera lucha para que los líderes mundiales actúen de verdad y urgentemente contra el cambio climático generó una inesperada movilización estudiantil planetaria contra el calentamiento global, que la ha convertido en símbolo de las inquietudes de nuestros tiempos.
La nominada al Premio Nobel de la Paz quizás aceptó esa entrevista porque este martes 23 ofrecerá un mensaje ante la Asamblea Nacional francesa a invitación del presidente Emmanuel Macron; la ciudad de Caen, además, le otorgará el premio Liberté, inspirado en el combate a favor de la libertad representado por los soldados aliados que el 6 de junio de 1944 desembarcaron en Normandía, Francia, en la guerra contra el nazismo.
La adolescente de 16 años, que fue diagnosticada desde pequeña con síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo, muy raramente concede entrevistas, y generalmente a medios globales.
Durante las marchas estudiantiles a las que asiste en ciudades europeas es imposible para los periodistas siquiera acercarse a ella, debido a que suele estar resguardada por dos o hasta tres cordones de seguridad. Este columnista fue alejado por la policía cuando lo intentó en Bruselas.
Aquellos reporteros que han viajado a Estocolmo y logrado cruzar unas palabras con ella durante sus plantones escolares fuera del parlamento sueco, de inmediato son invitados a retirarse una vez que Thunberg se percata, o se le informa, que se trata de una entrevista.
En los foros o instituciones internacionales donde ha sido invitada a expresarse tampoco hay espacio de réplica o diálogo con ella, posiblemente debido a su condición particular y su corta edad.
La periodista de Libération que la entrevistó, Aude Massiot, cuenta, como anécdota, que recibió la confirmación del encuentro apenas dos días antes de la fecha, y que debió someterse a una exigencia de la célebre activista: no viajar a la capital sueca en avión (por su fuerte rastro contaminante). La enviada tardó 24 horas –con seis cambios de tren y un trayecto en trasbordador– para alcanzar finalmente su destino, en lugar de sólo las dos horas y media que dura el vuelo París-Estocolmo.
Sobre ese punto, Thunberg es inflexible. Hay que recordar que el año pasado rechazó su nominación al Children’s Climate Prize porque los finalistas se transportarían a Estocolmo en avión.
El caso es que la entrevista con el rotativo francés destaca porque toca algunos temas poco abordados con la joven militante ecologista a causa de esa ausencia de interlocución.
Llama la atención que, pese a la notable mediatización internacional que ha tenido su combate, encomiada y expandida desde que lo inició hace casi un año, Thunberg se muestra alarmada por la falta de una conciencia colectiva en torno al problema del calentamiento terrestre.
En una de las primeras preguntas, la periodista le comenta sobre sus discursos “regularmente angustiantes”. Le plantea si ella piensa que el miedo es un motor de la acción contra el cambio climático.
Su respuesta es que así ha sido para ella, y podría serlo para muchas otras personas. Para Thunberg, la población mundial continúa ignorando “lo que ocurre verdaderamente”, aunque guarda la esperanza de que cuando sea correctamente informada se dará cuenta de la amplitud del problema y actuará.
Cuando se le pide precisar a qué se refiere al decir “lo que ocurre verdaderamente”, contesta: “A que estamos frente a una crisis existencial que jamás ha sido tratada como tal. Los políticos y las personas del poder la han ignorado durante décadas. La población, en general, no conoce ni siquiera la realidad de las sacudidas que afectan a nuestro planeta, nuestro medio ambiente, del que depende nuestra civilización. No conocen incluso las informaciones de base. Es aterrador”.
A los 11 años Greta se sumió en la depresión cuando tomó conciencia de la crisis medioambiental. Fue un choque tremendo. En consecuencia, en agosto de 2018 decidió comenzar ella sola sus “huelgas escolares” frente al parlamento de Estocolmo.
Libération le pregunta si a veces no tiene ganas de abandonar todo y aprovechar su vida de adolescente mientras es posible. “No”, responde, y explica: “Nunca he tenido verdaderamente una vida normal de adolescente. Antes de lanzarme en esta movilización, era una intelectual. Pasaba mucho tiempo sola, sentada, leyendo. Jamás he tenido amigos cercanos con quienes pasar el tiempo. Entonces no pienso que sacrifique mucho consagrándome a la causa medioambiental”.
Dice que en ocasiones “es fatigante escuchar a los políticos dar discursos sobre el problema climático”. Confiesa que eso la desespera y que llega a pensar “que nada tiene sentido”. Pero “esos momentos no duran mucho”, aclara.
La publicación de la entrevista con Greta tuvo lugar dos semanas después de que la Unión Europea firmara por fin un tratado comercial que llevaba 20 años negociando con el Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), el cual debe ser todavía ratificado. El acuerdo, presumen los Estados implicados, creará un enorme mercado de libre cambio con 780 millones de consumidores.
El gobierno francés mostró cierto escepticismo porque sus agricultores temen una “invasión” de carne y productos agrícolas de Argentina y Brasil, pero también porque las condiciones medioambientales del texto “no están lo suficientemente robustas” para hacer respetar el protocolo climático de París que la comunidad internacional acordó en 2015.
Dos diputadas del Partido Ecologista belga (Hélène Ryckmans y Saski Bricmon) escribieron en un artículo de opinión, publicado el miércoles 10, que el acuerdo con el Mercosur es “el nuevo monstruo creado por las lógicas del mercado de libre comercio.
“Mientras los episodios de sequía, de canículas o fuertes lluvias se multiplican, haciendo los efectos del cambio climático cada vez más visibles, el proyecto de acuerdo (con el Mercosur) amenaza, sin embargo, con acelerar la deforestación de la Amazonia”, acusan los legisladores en la revista Le Vif.
“La expansión de la ganadería bovina”, prosiguen, “es la principal causa de la deforestación. Las 100 mil toneladas de carne previstas en la exportación anual contribuirán a debilitar la lucha contra los cambios climáticos incluso si el Acuerdo de París está vagamente mencionado en el texto. Además, los compromisos de Brasil que blande la comisaria europea Cecilia Malmström –combatir la deforestación y reforestar– son demasiado vagos y limitados”.
Los diputados concluyen que Europa está poniendo el clima y la biodiversidad por debajo de las oportunidades económicas del tratado con el Mercosur (que representarían apenas 1% del PIB europeo), arriesgando de esa forma “la sobrevivencia del planeta”.
Thunberg siempre ha insistido en que hace falta un “cambio de sistema”, ya que el actual no es apto por naturaleza para lidiar contra el calentamiento global, y así lo repite en la conversación con la periodista francesa. Igualmente, Greta siempre ha evitado posicionar sus ideas en un credo político.
Esa postura, que busca ser “neutral”, la han adoptado otras líderes del movimiento que la siguen.
El pasado 20 de mayo, por ejemplo, en un foro organizado en París por la OCDE y al que asistió este columnista, la organizadora de las marchas estudiantiles en Bélgica, Anuna de Wever, participó en un panel dedicado a hablar sobre la función de las protestas contemporáneas. En cierto momento, la jovencita, que acaba de cumplir 18 años, expresó su molestia por el hecho de que los otros líderes sociales, un fundador de Occupy Wall Street y la vocera internacional de la poderosa central sindical estadunidense, con quienes compartía el panel, llevaran el debate a una confrontación entre izquierda y derecha. El comentario fue aplaudido por la joven audiencia.
Por eso, durante la charla fue pertinente preguntarle directamente a Thunberg si se definía como “anticapitalista”, dado que su ideario ecologista choca con algunos pilares de la economía moderna.
Su primera reflexión, que se percibe muy estudiada, es que tiene “mucho cuidado en no utilizar ese tipo de palabras”, ya que fijar una opinión sobre el capitalismo requiere tomar en consideración otros elementos más allá del cambio climático. Dice que lo único que hace es difundir las conclusiones de la ciencia.
Pero ante la insistencia del cuestionamiento, Greta lleva su razonamiento a un extremo pesimista al asegurar que “ningún movimiento político, ni ideología, tal como existen actualmente, son convenientes, en vista de la situación del planeta. Necesitamos algo nuevo”. Al preguntarle si ha escuchado de algún sistema que pueda funcionar, responde: “He escuchado tantas cosas. A veces tengo la impresión de que la gente inventa. Presentan ideas que son tan perfectas que me parece imposible que existan. Si no, alguien ya las hubiera puesto en marcha”.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 19 de julio de 2019 en el portal de la revista PROCESO. Aquí puedes leer el texto original.