BRUSELAS (apro).- Un solo tiro acabó con la vida del primer ministro sueco Olof Palme. Fue fulminante: una bala blindada, disparada a corta distancia por un potente revolver, le partió la columna y le destrozó los pulmones.
Eran pasadas las 11 de la noche del 28 de febrero de 1986 en Estocolmo. Palmer salía de ver la película Los Hermanos Mozart en el cine Grand. Se despidió de su hijo Marten, y decidió dar un paseo con su esposa Lisbet antes de regresar a casa. El primer ministro había avisado que no necesitaría escoltas esa noche.
Personas sospechosas, algunas con radios walkie-talkies, rondaban a la pareja. Dos hombres, uno moreno y otro rubio y muy alto, se les acercaron. Uno de ellos disparó a Palme por la espalda; de milagro, una segunda bala sólo atravesó el hombro del abrigo que traía puesto Lisbet, quien cayó de rodillas junto al cuerpo de su marido. Los individuos emprendieron la huida a pie en direcciones distintas.
El crimen jamás fue resuelto. Las investigaciones de la policía fueron muy erráticas y nunca prosperó la llamada “pista sudafricana”, que mostró ser la más sólida al paso del tiempo.
La primera línea de investigación apuntaba al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Palme había negado darle asilo a su líder Abdullah Ocalan y aplicado medidas de control muy fuertes a sus simpatizantes en Suecia.
Empecinados, esa pista absorbió casi todos los esfuerzos de los investigadores durante mucho tiempo y al final no llegaron a nada.
Al principio fue también arrestado un hombre de 33 años, Victor Gunnarsson, un anticomunista que fue liberado, recapturado y nuevamente puesto en libertad.
En diciembre de 1988 fue detenido otro sospechoso: Christer Pettersson, un drogadicto que había matado con una bayoneta a un hombre a unos metros de donde murió Palme. En julio de 1989 fue condenado por el asesinato del primer ministro, pero como el juicio fue sesgado, Pettersson quedó absuelto, meses más tarde.
Durante años el equipo de investigación del caso Palme se dedicó a juntar nueva evidencia contra Pettersson, pero en 1997 el Tribunal Supremo consideró que no había suficiente material nuevo para esperar una resolución diferente. Para la policía y la Fiscalía el crimen quedó “policialmente resuelto” y, aunque la investigación continuó abierta, no se reportaron avances notables desde entonces.
Eso puede cambiar. La reciente aparición de un apasionante libro reactivó las pesquisas y despertó de golpe el aletargado interés público por el caso. El título del libro es Stieg Larsson, el legado: las claves ocultas del asesinato de Olof Palme, en el que el periodista sueco Jan Stocklassa desarrolla una teoría sobre el asesinato del primer ministro sueco siguiendo las pistas que dejó el autor –fallecido en 2004 a los 50 años– de la célebre trilogía policiaca Millennium, quien investigaba el caso desde que era un joven infografista en la agencia de noticias sueca TT.
Stocklassa tuvo acceso al archivo del novelista más famoso de Suecia en 2014. Estaba resguardado en un almacén oculto. Larsson fue un reconocido especialista de la extrema derecha de su país y fundador de la revista que vigilaba sus pasos, Expo. Sin embargo, pocos conocían que su “proyecto secreto” era la investigación del asesinato de Palme, que comenzó el mismo día que sucedió.
En el estilo trepidante y sesudo de las novelas criminales suecas, y en un ambiente de Guerra Fría, el libro —disponible en español— relata en 430 páginas las andanzas de Larsson para dar con los autores del crimen y las del propio Stocklassa para contactar y entrevistar a los principales actores de la presunta conspiración criminal.
La obra saca a la luz documentos inéditos escritos por Larsson, e incluye pasajes personales que determinaron su compromiso de lucha contra la extrema derecha, como la influencia que jugó su abuelo, un obstinado antinazi que, ironía del destino, murió relativamente joven de un paro cardíaco, como Stieg. Eva Gabrielsson, que fue la pareja de Larsson “de toda la vida”, brindó un fuerte apoyo al trabajo de investigación de Stocklassa.
Sin entrar en los fascinantes detalles que ofrece el libro, la conclusión a la que llega Stocklassa es que Palme fue asesinado por una conspiración de los servicios secretos del entonces régimen sudafricano del apartheid y la extrema derecha sueca que fue orquestada por dos oscuros espías: Bertil Wedin y Craig Williamson, con quienes pudo hablar Stocklassa en Chipre y Sudáfrica.
El gobierno sudafricano habría eliminado así a un duro crítico del apartheid que llevaba a cabo una campaña para detener la venta de armas al régimen, mientras que la ultraderecha sueca se deshacía de la persona que estaba “entregando el país a la Unión Soviética”.
Uno de los episodios más emocionantes es aquel en donde Stocklassa casi logra arrancarle una confesión al hombre que él identifica, con el nombre falso de Jakob Thedelin, como la persona que posiblemente jaló el gatillo del revolver que mató a Palme. Una mujer checa que era “amiga” de Thedelin en Facebook pero que no lo conocía —y a la que contactó Stocklassa sin esperar nada en principio— consiguió su correspondencia electrónica privada con Wedin y viajó a Suecia para sacarle la sopa a Thedelin al calor de unas cervezas y en una atmósfera propicia, mientras lo grababa y filmaba secretamente usando aparatos de espionaje. El hombre partió poco después a Israel.
Este columnista conversó con Jan Stocklassa. Esa tarde tenía una cita con la policía: días antes, acompañó a una persona a entregar a los investigadores del caso un walkie-talkie que un grupo de amigos encontró tirado en la nieve cerca de la escena del crimen de Palme apenas dos días después de sucedido. Stocklassa piensa que hay posibilidades de encontrar rastros de ADN y así dar con el propietario. Ese nuevo elemento fortalece la llamada “pista policial”, que forma parte de la hipótesis de Larsson y Stocklassa. Se refiere a una decena de agentes suecos que odiaban a Palme y estaban de alguna forma vinculados al homicidio; uno de ellos, el ultraderechista Carl-Gustav Östling, comerciaba armas y en su domicilio se encontró un arma del tipo que se usó en el crimen de Palme.
Stocklassa explica cómo fue que se interesó en investigar el caso Palme.
“En un principio –comenta– no estaba investigando ese caso. Escribía un libro sobre sitios donde se habían cometido dos crímenes en un largo lapso de tiempo entre ellos, digamos 50 o 100 años. Trabajando en ese libro me encontré que en uno de estos lugares había vivido Alf Enerström, un sospechoso de estar implicado en el crimen de Palme”.
Refiere que en uno de los expedientes que consultó para ese libro tropezó con un documento sobre Enerström, quien recaudaba fondos de empresarios para campañas contra Palme y metió a Thedelin en la operación. Ese documento no mencionaba el nombre del autor ni la fecha. Preguntó a la persona encargada quién lo había escrito y le contestó que Stieg Larsson. Señala que comenzó a investigar el asesinato de Palme “uno o dos años antes” de encontrar el archivo de Larsson.
–Usted tuvo a su disposición 20 cajas llenas de documentos. Para un periodista eso es fascinante, pero al mismo tiempo requiere un trabajo enorme. ¿Cómo manejó toda esa información?
–Luego de encontrar el primer documento de Larsson me puse a buscar más. La verdad no estaba buscando un archivo entero. Por fortuna, seis meses después de aquel primer hallazgo, Daniel Poohl, el editor en jefe de la revista Expo, donde trabajaba Larsson, me llevó a un almacén donde abrimos una puerta detrás de la cual había 20 cajas llenas de papeles.
“No fue tan duro el trabajo porque todo ya estaba clasificado. Al final sólo usé unas cuatro cajas; lo demás no era tan interesante para el caso. Lo que hice fue escanear los documentos que me interesaban y convertirlos en formato OCR (reconocimiento óptico de caracteres) para poder hacer búsquedas. Así no tenía que leerlos todos. Cuando algo me interesaba regresaba al archivo por más documentos para escanear. Regresé unas cinco o seis veces. Esa forma de trabajar me ahorró mucho tiempo”.
–Su libro documenta una investigación plagada de errores, algunos de ellos incluso vinculados a situaciones tan increíbles como el ego de un policía que insistió en seguir la pista del PKK. ¿Cuáles considera usted las dos principales pifias de la policía sueca en la investigación?
–Ambas llevan el nombre de Hans. El primero es el nombre del primer policía que llevó las pesquisas y al que usted se refiere: Hans Holmér. Se enfocó en la pista del PKK y así se perdió un año en la investigación, hasta que fue despedido.
“Durante el siguiente año la policía estuvo muy cerca de resolver el asesinato. Comenzaron a profundizar justo en la pista que contenía el archivo de Larsson. Pero había otro Hans, Hans Ölvebro, que tomó la investigación en febrero de 1988 y quien sostuvo firmemente la teoría del asesino solitario. No tuvieron ninguna cabida las pistas sobre una conspiración entre Sudáfrica, la extrema derecha sueca y algunos agentes de policía”.
–La teoría de Larsson era que el primer ministro fue asesinado por el servicio secreto del régimen sudafricano del apartheid junto con ultraderechistas suecos. Usted tenía la teoría de que el asesinato fue ejecutado por un grupo no tan profesional…
–Las dos teorías están definitivamente conectadas. Yo pensaba que detrás del magnicidio había una pequeña conspiración sueca. Y Stieg creía que habían sido los servicios sudafricanos usando a extremistas de derecha únicamente para la organización logística del crimen.
“Cuando estuve investigando en Sudáfrica, pude constatar que sus servicios secretos solían utilizar ese método combinado. Reclutaban gente proveniente de la extrema derecha para tareas menores, pero que a veces también debían ejecutar el crimen de alguien. Para encontrar a los cómplices suecos, Stieg y yo pensamos que los sudafricanos fueron apoyados por un intermediario: Bertil Wedin, en Chipre. Bertil Wedin es el mejor amigo de la persona con la que yo doy al final del libro (Jakob Thedelin, el posible asesino material). Por eso digo que mi teoría y la de Stieg están sin duda interconectadas. Digamos que es la misma, pero yo llevé más lejos la de Stieg”.
–Su libro revela que poco tiempo después del asesinato del primer ministro Palme, Larsson ya disponía de información importante. Tres semanas más tarde ya hablaba de una “pista policial”. Sus informaciones las compartió con la policía cinco meses después del homicidio y, en el verano de 1987, incluso transmitió un reporte sobre Wedin al “Grupo Palme” de la Comisaría Central, pero no le prestaron atención.
–Stieg entregó material a la policía al menos en tres ocasiones. Quería de verdad ayudar a resolver el caso. En 1987, los investigadores decidieron trabajar en su teoría, pero Hans Ölvebro paró todo y dirigió las pesquisas hacia otra dirección. Creo que hubo dos o tres policías que tomaron en serio a Larsson, quizás tres o cuatro, pero no pudieron hacer nada porque no estaban en lo alto de la jerarquía.
–El revolver usado por el asesino de Palme nunca fue hallado. Usted llega a la conclusión que Jakob Thadelin lo guardaba en una caja de seguridad. ¿La policía buscó el revolver después de publicarse su libro?
–Sí, lo buscó, pero no lo encontraron en el lugar que sugería. Lo hizo tras salir el libro en Suecia (en octubre pasado). Esta persona (Jakob Thedelin) sabía que yo conocía sus mensajes privados por correo electrónico con Bertil Wedin (en donde, según Stocklassa, hacen alusión al arma). Lo sabía desde hace dos años, por lo que creo que entretanto lo sacó de su escondite y lo guardó en otro sitio.
–¿Qué ha sucedido con Jakob Thadelin, el hombre que usted señala como el posible asesino material?
–Ya no está en Israel. Regresó a Suecia. La policía lo interrogó, revisó sus extractos bancarios y registraron su departamento. Es algo que la policía no había hecho en tantos años. Los investigadores están interesados en explorar los nexos entre él y Bertil Wedin.
–Lída Komarkova, una misteriosa mujer checa que figuraba como “amiga” de Thedelin en Facebook, fue muy importante en su investigación. Fue quien le consiguió los correos de Thadelin con Wedin y luego, en una operación muy arriesgada, pasó días hablando con Thadelin en su pueblo y en Estocolmo. ¿Qué ha sido de ella?
–Se volvió mi pareja…Digamos que es la parte de la historia con un final feliz.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 3 de mayo de 2019 en el portal de la revista PROCESO. Aquí puedes leer el texto original.