BRUSELAS (apro).- Entre 400 y 500 migrantes sin papeles pernoctan cada noche en domicilios de ciudadanos belgas, que así han respondido a la falta de programas urgentes de apoyo del gobierno federal y a las duras medidas que éste ha emprendido para detenerlos y expulsarlos del país.
El número de refugiados alojados oscilaba apenas en diciembre entre 270 y 350, lo que significa un notable incremento de la solidaridad belga, de la cual ha escrito mucho la prensa internacional y que, para no pocos, representa un modelo europeo de actitud humanista.
Coordinando ese gran esfuerzo está la Plataforma Ciudadana de Apoyo a los Refugiados, una organización sin ánimos de lucro fundada en 2015 tras la llegada masiva de inmigrantes a Europa. La plataforma, que cuenta con una página de Internet y una cuenta de Facebook, pasó en los últimos tres meses de 25 mil a 39 mil adherentes y la cifra sigue creciendo.
Mehdi Kassou, que de productor televisivo y administrador de cuentas importantes de la trasnacional Samsung se transformó en portavoz de la plataforma, explica: “Nosotros distribuimos a los inmigrantes del lugar donde se concentran, que es el parque Maximilien: hay familias que acogen refugiados no sólo en Bruselas, también en Lieja, Andenne, Gante, Amberes, Mons, Soignies, de todas partes de Bélgica”.
Kassou narra que en agosto de 2015 decidió cambiar su confortable vida por otra dedicada a ayudar a los inmigrantes: “Un día, de regreso de vacaciones, pasé por el parque Maximilien. Caí sobre un niñito de tres o cuatro años, la edad de mi hijo, que dormía tendido en una lona de plástico azul. Ver eso a 200 metros del lugar donde acababa de asistir a un evento de automóviles me causó conflicto. Me puse a llorar”.
Los voluntarios inscritos en la plataforma se relevan entre ellos para conducir, alimentar, vestir, transportar o alojar inmigrantes.
Hay estudiantes y jubilados, pero cerca de 70% de quienes alojan a los migrantes son mujeres. “Constatamos –señala Kassou– que la mayoría de los hombres han sido convencidos por su pareja. A veces los hijos de los jubilados ya se fueron de la casa y dejan recámaras desocupadas que se pueden utilizar para acoger refugiados”.
Paulina es una psicóloga mexicana de 31 años que durante meses siguió todos los días los mensajes y testimonios que subía a la red la plataforma ciudadana.
“No podía quedarme inmune a lo que sabía que estaba pasando”, comenta la originaria de Xalapa, Veracruz, quien reside en la capital belga desde hace ocho años.
En septiembre del año pasado preguntó a los otros inquilinos de la casa donde vive si estaban de acuerdo en alojar un inmigrante. Pero no todos estaban convencidos: tenían miedo de recibir a un completo desconocido.
Eso no frenó a la mexicana para ayudar. A finales de enero comenzó con su novio belga a ofrecer su automóvil como taxi para llevar a inmigrantes del Parque Maximilien a las casas donde eran alojados.
“Una persona, por ejemplo, pone a disposición su vivienda para alojar a dos personas, pero no puede recogerlos. La plataforma envía un mensaje con la dirección de quien alojará y la hora a partir de la que estará disponible. En el parque Maximilien los voluntarios organizan esta distribución de inmigrantes. Te preguntan cuántos trayectos puedes hacer y a cuántas personas puedes llevar”, explica Paulina, que tomó por costumbre transportar refugiados una vez por semana.
Relata: “En nuestro primer trayecto llevamos a dos sudaneses a la casa de una señora en Woluwe Saint-Lambert (oriente de Bruselas). El trayecto fue toda una experiencia. Hay migrantes que son muy lindos, que te platican un poco de su vida, desde cuándo están aquí, su edad, del país que dejaron. Hay otros que son más callados o aquellos que te hacen bromas. Al llegar a su destino platicamos con la señora que lo acogía. Así es como tejes lazos sociales que sin la plataforma no existirían, no sólo con los migrantes sino con otros habitantes de la ciudad”.
Quienes vivían con Paulina sentían curiosidad. A cada regreso, preguntaban cómo les había ido, cuáles eran sus impresiones. Platicar su experiencia “fue calmando su miedo, abriéndoles los ojos”.
Un mes después, Paulina volvió a consultar el tema del alojamiento en una reunión de inquilinos. La persona que más se oponía dijo que lo había recapacitado y finalmente daba luz verde. Todos estuvieron de acuerdo.
“La reunión fue un martes y el domingo ya teníamos a un migrante en casa”, platica la mexicana.
El procedimiento fue relativamente sencillo, a través de la página de Facebook de la plataforma, que cuenta con más de 5 mil seguidores: una mujer buscaba quien pudiera tomar el relevo en el alojamiento una noche de un joven migrante de Etiopía de 20 años.
“Respondí inmediatamente. Lo fuimos a recoger al otro lado de la ciudad. No hablaba casi nada de francés y nada de inglés, sólo amhárico, la lengua de su país. Fue el primer desafío. Nos comunicamos por señas y el traductor de Google. Ya en la casa no sabes ni cómo empezar. Tomamos té y jugamos Carrom, una especie de billar indio para el que no necesitas hablar ni entender mucho. Eso nos relajó. Poco a poco fueron llegando los otros inquilinos y establecieron contacto con él”.
El cuarto de lavado fue acondicionado como recámara para dormir.
La primera vez se quedó dos noches. Desde entonces, el mismo muchacho, cuyo padre activista fue asesinado en Etiopía y él mismo encarcelado, ha sido alojado por la mexicana en otras dos ocasiones. Su situación en Bélgica está en el limbo. Entre Paulina y otra señora que también lo aloja se ocupan de llevarlo a las permanencias jurídicas que ofrece la plataforma para asesorarlo en su demanda de asilo.
“Deberá pasar varias entrevistas para saber si en realidad está en peligro y no puede regresar a su país. Estamos preparándolo para que pueda explicar en orden y con las palabras correctas su historia”, señala la veracruzana.
A diferencia de otros países europeos como Francia, en Bélgica los ciudadanos pueden alojar en sus casas a personas sin papeles, pues existe un elemento jurídico llamado “excepción humanitaria” que se puede entender en el sentido más amplio, explica Alexis Deswaef, presidente de la Liga de los Derechos Humanos.
Por tanto, cuando una ayuda es aportada por razones, “principalmente” humanitarias, no se puede castigar legalmente.
“La ley dice que el motivo debe ser principalmente humanitario. Puede existir incluso intercambio de dinero o de servicios. Alojar a una persona sin papeles no es un delito. No está prohibido. Rentar un departamento tampoco, si la renta no es desproporcionada”, expuso Deswaef a la radiotelevisora belga RTBF.
En Francia también existe una cláusula de “excepción humanitaria”, pero se aplica de manera más estricta, ya que únicamente se activa si la persona ayudada está en situación de peligro.
“Vivimos en una sociedad que nos lleva a encerrarnos en nuestros problemas –subraya Paulina–, pero al final, con un poquito de esfuerzo, puedes hacer mucho más por los otros. Es una experiencia muy intensa atestiguar esta solidaridad tan espontánea. Y no recibes nada material a cambio. Le das una dimensión humana a la ciudad y a la vida en general”.
El gobierno federal belga intenta que pase una proposición de ley que permitiría a las fuerzas del orden ingresar a los domicilios particulares para detener a inmigrantes irregulares.
La mexicana deplora las actuales políticas belgas para frenar la migración y afirma que “no nos queda más que seguirnos movilizando”.
La plataforma, opina, “no debería existir. Debería ser el gobierno y no los ciudadanos el que respondiera la emergencia. Es muy duro pensar que hay hombres, mujeres y niños que deben salir de su país obligados por muchas razones y que ningún país está interesado en recibirlos. Muchos argumentos de la gente que está en su contra parten de mentiras, de mitos que juegan mucho con sus miedos”.
Respecto a México, Paulina reflexiona: “Como no hemos tenido una crisis tan grande como la que tenemos aquí, la gente común y corriente no se pregunta qué puede hacer por los migrantes”.
Agrega: “Estamos carcomidos por tanta violencia. Estamos instalados en la sobrevivencia. Es difícil para la gente salir de su propio infortunio para pensar en los otros. Sería muy difícil pensar que en México se acogería como en Bélgica a un hondureño o un salvadoreño. La gente tiene tanto miedo de su vecino que es muy difícil. Con tantas desapariciones y violencia no tienes cabeza para pensar en ayudar a los demás”.
Esta semana la mexicana acogió a otro refugiado: un jovencito sudanés.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 11 de abril de 2018 en el portal de la revista PROCESO. Aquí puedes leer el texto original→