LOVAINA, BÉLGICA (apro).- El prestigiado Consejo Europeo de Investigación (ERC por sus siglas en inglés) financiará con un millón y medio de euros la realización de un estudio sobre la forma en que las redes sociales configuran la “memoria digital” en torno al caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, ocurrida hace ya más de dos años.
La investigación lleva como título ‘Todos somos Ayotzinapa: el rol de los medios digitales en la formación de las memorias trasnacionales sobre las desapariciones’, y fue aprobada por el ECR por su carácter innovador. Tal institución, con sede en Bruselas, tiene como misión impulsar en Europa la investigación de la más alta calidad a través de apoyos económicos. Sólo 10% de los proyectos presentados pasan la primera de las tres evaluaciones a las que son sometidos.
En dicha investigación –que arranca en enero de 2017 y durará hasta finales de 2021–, las representaciones utilizadas en entornos digitales en México con la temática de Ayotzinapa serán comparadas con aquellas surgidas hace décadas en el contexto de las desapariciones forzadas perpetradas durante la junta militar en Argentina y en el debate de hace unos años sobre las víctimas de la dictadura franquista en España.
En una conversación con este columnista, la profesora de la universidad belga de Lovaina, Silvana Mandolessi –quien se encargará de coordinar al equipo que realizará la investigación–, afirma que el de Ayotzinapa “es un caso paradigmático para poder evaluar futuras protestas globales de ciberactivismo en donde las desapariciones forzadas podrían tener un papel central”.
Mandolessi es profesora de estudios culturales y autora de varios libros y ensayos sobre el rescate de la memoria en Argentina, su país natal, además de haber publicado obras como El pasado inasequible: desaparecidos, hijos y combatientes en el arte y la literatura en el nuevo milenio (2016); Estudios sobre memoria: perspectivas actuales y nuevos escenarios (2015), o el número especial Memoria trasnacional en el mundo hispano, de la European Review (2014).
En México, explica, “hay una crisis humanitaria y una historia más extensa de desapariciones, la cual suele estar ausente cuando uno piensa en las dictaduras del Cono Sur. Pero con Ayotzinapa hay un cambio en esa consideración, que provoca una tensión tanto nacional como internacional que se traduce en gran medida en las redes sociales”.
Mandolessi precisa: “Lo que queremos saber es cómo se construyó este caso en las redes, focalizándonos en los ‘objetos de memoria’ que se crean en torno a él: videos, memes, mensajes en texto, posters, eslogans, plataformas, obras de arte, murales… Queremos analizarlos culturalmente: ¿De qué sentido se cargan? ¿Cómo los interpretamos? ¿Cuál es su capacidad de interpelación, incluso para un observador fuera del contexto mexicano?”.
Con la investigación sobre Ayotzinapa, los europeos buscan ponerse a la vanguardia en el estudio de la “memoria digital”.
Mandolessi plantea que el protagonismo de los nuevos medios en internet “fue crucial para alimentar un movimiento anti-gobierno mexicano” derivado de la desaparición de los 43. Refiere que los medios digitales constituyeron una “estructura de oportunidad política” para que el movimiento social de protesta por Ayotzinapa se extendiera a la “arena trasnacional”.
La profesora explica que el caso mexicano “es un objeto de investigación oportuno porque podemos estudiar el momento mismo en que se forma tal memoria trasnacional; podemos analizar una memoria digital que está en curso de desarrollarse en torno a un hecho muy reciente”.
La explicación de Mandolessi es la siguiente. Uno de los debates relacionados con los medios digitales es la capacidad para incidir en lo que se conoce como la “espacialización de la memoria”, es decir la conciencia sensorial de los espacios del presente y el pasado.
En el mundo digital la memoria ya no se define como una línea temporal de tiempo, sino que se ‘espacializa’: presente y pasado conviven al mismo tiempo y se vuelven indistinguibles. El pasado colectivo es ahora “más accesible”, pero también es “más manipulable”. Así lo prueba la discusión en torno al “derecho individual al olvido” en los espacios digitales”; la idea de que uno es libre de borrar partes del pasado para no interrumpir la imagen que queremos construir en el presente de nosotros mismos.
Mandolessi asegura que actualmente se discute un concepto diferente de memoria en las redes sociales. Expone que “tradicionalmente, la memoria servía para asegurar la continuidad de un hecho; ahora puede convertirse en algo que atenta contra la construcción del yo”. Ella y su equipo de especialistas analizarán cómo los medios digitales han transformado el concepto cultural de memoria y cómo lo han alterado a escala individual y colectiva.
Los resultados de la investigación irán apareciendo en la prensa especializada a través de ensayos escritos por los expertos que participen en el proyecto.
–¿Puede marcar pauta esta investigación en materia de memoria digital y movimientos sociales?, se le cuestiona a la entrevistada.
–Sí. Por eso nos interesa estudiar este caso. Puede marcar una tendencia y crear un nuevo paradigma, sobre todo en relación al mundo hispano, donde hay una larga historia de desapariciones.
En el caso de Argentina –interviene este columnista–, las imágenes de las abuelas de Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos cubriendo sus cabezas, se convirtieron en una de las representaciones visuales más eficaces para comunicar la tragedia que azotaba al país; en el caso de México, ¿los símbolos manejados en relación al caso Ayotzinapa llegan a representar por primera vez y a escala internacional el drama mexicano?
–Así es. Otros casos de desaparición en México no habían tenido la misma repercusión internacional que Ayotzinapa. La circulación en la red de los rostros de los estudiantes, de las imágenes con las sillas vacías en la normal o el número 43 permitieron visibilizar el concepto.
Añade: “Son símbolos que consiguieron condensar el problema de las desapariciones en México. Un espectador que no está familiarizado con el caso puede identificar esos símbolos con las desapariciones de Ayotzinapa. Si después se quiere saber más del tema, es otro asunto, pero el simple hecho de que reconozcan esos símbolos significa que Ayotzinapa tuvo un impacto global”.
–¿Se puede plantear como hipótesis de trabajo que el movimiento social activado por el caso Ayotzinapa está ganando la batalla de los símbolos en la memoria digital frente a los esfuerzos del Estado por minimizar lo sucedido y apostar al olvido?
–No podría decir que la está ganando, pero sí que esa batalla está en marcha. Por eso es muy interesante estudiar Ayotzinapa ahora: estamos frente a un caso en torno al cual las disputas por su significado están en curso, están vivas.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 16 de noviembre de 2016 en el portal de la revista PROCESO. Lee aquí el texto original➠