BRUSELAS (apro).- Un día de febrero de 2015, Amir Taaki tomó un vuelo de Madrid a la ciudad de Suleimaniya, en la entidad autónoma del Kurdistán, en el norte de Irak. Apenas tocó tierra, la policía kurdo-iraquí lo detuvo y sus pocas pertenencias fueron sujetas a una revisión exhaustiva.
Los policías querían asegurarse de que Taaki no era un terrorista del Estado Islámico (EI). No fue el caso. El joven de 29 años había viajado hasta ahí para unirse a las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en el idioma local), una milicia kurda que combate a los yihadistas del EI en el Kurdistán sirio.
En particular, buscaba enrolarse como hacker en las tropas anarquistas del YPG en la región de Rojava.
El joven británico-iraní es un programador informático muy conocido por su implicación en el proyecto bitcoin, la moneda virtual en constante desarrollo que no depende de ninguna autoridad política o financiera, y que permite evadir controles gubernamentales y embargos económicos.
En 2011, Taaki había rediseñado su propio código computacional de bitcoin, llamado Libbitcoin, y construido el prototipo de un mercado negro en línea, descentralizado y capaz de saltar los omnipresentes ojos policiacos.
Algo parecido a la plataforma Silk Road que operaba en ese momento en la llamada Internet Profunda y en la que se vendían drogas ilegales, aunque se prohibía la venta de otros productos que dañaran a terceros. Su creador, el anarquista Ross Ulbricht, fue detenido por el FBI y sentenciado en 2015 a cadena perpetua.
Como fuera, Taaki quería poner a disposición de las milicias kurdas sus habilidades técnicas.
Los policías kurdos lo subieron a un taxi que lo llevó a una casa de seguridad donde se encontró con un reclutador del YPG. Fue trasladado entonces a un campamento en las montañas del Kurdistán iraquí. Ahí tuvo que esperar junto con otro grupo de jóvenes provenientes de países occidentales.
Una noche, él y sus compañeros de causa tuvieron que emprender el camino: primero a pie por las montañas, luego se embarcaron por el río Tigris y finalmente fueron llevados en camionetas a un campo de soldados kurdos en Siria.
El británico quiso explicarle al más veterano de los oficiales el propósito de su presencia. El hombre lo ignoró y lo mandó a integrarse a una unidad compuesta por extranjeros.
Taaki recibió un uniforme militar y un fusil de asalto. Sin ningún entrenamiento fue enviado con su AK-47 al frente de batalla.
“El predicador”
La historia del hacker que terminó peleando contra los yihadistas del EI en Siria es narrada por el célebre periodista Andy Greenberg en Wired. Publicada el pasado 29 de marzo en la página de internet de esa revista, faro de la cultura tecnológica, el caso de Taaki toca uno de los varios frentes que se libran en la sangrienta guerra civil siria, cuyo último capítulo fue el bombardeo estadunidense, el 7 de abril pasado, a una base militar del régimen de Bashar al-Assad desde la cual se habría lanzado tres días antes el ataque químico contra un poblado sirio en territorio rebelde.
Greenberg relata que en 2014 el hacker británico llevaba una vida de activista errante, alojándose en edificios abandonados (squatts) en Barcelona, Londres y Milán.
En esa época Taaki –a quien Greenberg llama “el predicador de la revolución cripto-anarquista en Internet”– estaba metido en el desarrollo de un programa informático llamado Dark Wallet, muy adelantado a su tiempo porque estaba diseñado para permitir transacciones con moneda bitcoin que no dejaran rastro.
A finales de ese año, Taaki se enteró de la existencia de las Unidades de Protección Popular, consideradas el brazo armado del Partido de la Unión Democrática, una organización política fundada por nacionalistas kurdos en Siria. El YPG también está afiliado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una agrupación considerada terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Turquía.
Taaki estaba fascinado por la lucha del YPG en Rojava. Leyó que tal unidad había creado “una sociedad progresista de más de cuatro millones de habitantes, basada en los principios de la democracia directa, la anarquía colectivista y la igualdad de género”, escribe Greenberg.
No se especifica, pero es muy probable que se trate de los famosos Leones de Rojava, una unidad del YPG que acoge a milicianos extranjeros, muchos de ellos británicos, como fue el sonado caso del exsoldado de 22 años Joe Robinson, que combatió en Siria también en 2015.
Robinson pudo unirse a los Leones de Rojava tras contactar por Facebook a Jordan Matson, un exsoldado estadunidense que también combate en el bando de las milicias kurdas.
En todo caso, cuando Taaki supo que militantes del EI habían invadido la región central de Rojava y masacrado a más de un centenar de civiles, decidió ir a combatir directamente a ese “fascismo islamista”. Y es que, pensaba, la revolución anarquista que estaba ocurriendo en aquel lejano territorio sirio tenía como precedente más cercano la resistencia de Cataluña y la Guerra Civil española de los años 30 del siglo pasado.
Pesadillas
Durante su paso en Siria como combatiente, Taaki nunca participó en un enfrentamiento con los yihadistas: los aviones estadunidenses bombardeaban posiciones del EI, los jihadistas se replegaban y entonces su unidad llegaba en camionetas a ocupar el territorio arrebatado.
Sin embargo, las muertes en combate de algunos de sus amigos le dejaron profundas marcas psicológicas, que le provocaban terribles pesadillas y alucinaciones en las noches.
Un día, cuenta, una joven italo-turca que comandaba su unidad le prometió retirarlo del frente para aprovechar sus conocimientos tecnológicos, pero antes de que eso sucediera Taaki fue trasladado a otra brigada de combatientes. Luego supo que un tercio de su antigua unidad había sido asesinada en un ataque del EI, incluyendo a la joven comandante.
Finalmente, un oficial kurdo que había dirigido a reclutas extranjeros se percató de la formación técnica del británico. “¿Pero y tú qué está haciendo aquí?”, dice que le preguntó sorprendido.
Días después el hacker dejaba el frente de guerra para instalarse en la pequeña ciudad de Al Malikiya y después en Qamishli, la ciudad kurda más importante en Siria y centro administrativo de la región. Se integró en ese lugar al Comité Económico, ayudó a diseñar el plan tecnológico del naciente sistema educativo y se involucró en el desarrollo de varios proyectos sociales, entre ellos enseñar el uso de internet y de programas de “fuente abierta”, es decir libres. Pero a pocos entusiasmó su trabajo de programador.
Taaki decidió regresar a Reino Unido temporalmente, sobre todo para desmentir al programador australiano Craig Wright, quien en mayo de 2016 clamó públicamente que él era el creador del bitcoin. Taaki pensaba terminar su proyecto Dark Wallet para que las organizaciones kurdas pudieran recibir fondos en moneda bitcoin saltando el embargo internacional que prohibía las transferencias de dinero a Siria.
El arresto
Luego de 15 meses de combatir en Medio Oriente, el joven británico regresó a Inglaterra.
Pero apenas aterrizó en el aeropuerto londinense de Heathrow, la policía británica rodeó su avión y lo arrestó. Fue esposado y llevado a un centro especial de detención para casos de terrorismo.
Los policías lo interrogaron sobre el PKK y el EI. Pero también se interesaron en sus actividades relativas al bitcoin y en su estrecha relación con Cody Wilson, el anarquista estadunidense que creó la primera arma replicada mediante impresión 3D y quien fundó la compañía Defense Distribuited que diseña armamento con programas distribuidos y desarrollados libremente.
Taaki se encuentra en arresto domiciliario en casa de su madre. Le fue confiscado su pasaporte y debe pasar lista en la comisaría de la policía local tres veces cada semana. La investigación en su contra –por apoyar o unirse a una organización terrorista proscrita– ya dura 10 meses y ha sido prolongada varias veces.
Otros ciudadanos británicos que han peleado con YPG no han sido juzgados, pero los abogados de Taaki en la Fundación Courage –que desde Alemania defienden o han defendido a lanzadores de alerta como Edward Snowden o Chelsea Manning– temen que el hacker pueda ser castigado por sus “proyectos subversivos de programación” o por su origen iraní y consideran que el trato que se le ha dado a su caso es “alarmante” y “discriminatorio”.
Al final del reportaje, Taaki explica a Greenberg:
“Estaba seguro que iba a morir (en Siria). Pero hubiera sido peor continuar viviendo como un hipócrita: considerándome un anarquista revolucionario y, por otro lado, no tomar parte de una verdadera revolución”.
Los “tecno-anarquistas” Cody Wilson y Amir Taaki –acusados por algunos de ser “íconos generacionales de un anarquismo chic“– son los personajes estelares del documental The New Radical, del director Adam Bhala Lough. Fue estrenado a finales de enero pasado en el festival de cine de Sundance.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 19 de abril de 2017 en el portal de la revista PROCESO. Lee aquí el texto original➜