BRUSELAS (apro).- Faltaba poco para que cumpliera 31 años y Stephan Urbach ya había preparado todo para suicidarse la noche del 12 al 13 de agosto de 2011.
Estaba listo desde el punto de vista tecnológico.
En su servidor había instalado un “interruptor de muerte” que se activaría el día que él no apretara cierto comando de su computadora para probar que seguía vivo: en ese momento el sistema automáticamente borraría su correo electrónico personal y publicaría un último mensaje que había programado en su blog y que sería enseguida diseminado en su cuenta de Twitter.
Al mismo tiempo su padre debía recibir una nota de adiós por e-mail y sus sesiones de chat serían canceladas. De manera también instantánea, un correo electrónico con las claves de acceso a algunos sistemas confidenciales de internet sería transmitido a algunos hackers de Telecomix, un grupo internacional de activistas tecnológicos defensores de la libertad de comunicaciones al que pertenecía Urbach.
“Mi depresión me arrastró a querer dejar todo atrás”, confiesa el célebre hacker alemán en su libro Reinicio: la vida de un activista de internet. “Después de todo lo que viví, me sentía un cascarón vacío, listo a disolverme en el aire”.
Pero en el momento decisivo, Urbach se arrepintió.
¿Qué lo había llevado a tan profunda depresión?
Desde Berlín, Urbach se involucró con Telecomix en el apoyo con tecnología a las luchas de resistencia que habían estallado contra algunos regímenes autoritarios de países árabes, la llamada Primavera Árabe.
Por ejemplo, cuando a finales de enero de 2011 el entonces presidente Hosni Mubarak cortó internet para restar capacidad de organización a la revuelta, Urbach ayudó a restablecer el servicio por medio de unos transmisores de datos que instalaron miembros de la oposición egipcia. Fue así como los manifestantes pudieron comunicarse con el mundo exterior y subir fotos de lo que sucedía en la Plaza Tahir, el epicentro de la protesta.
Por esa misma época también estalló la rebelión contra el dictador sirio Bashar al-Assad. Fotografías y videos de las movilizaciones y la represión del régimen pudieron escapar a los servicios de inteligencia y difundirse fuera del país gracias también al apoyo técnico de Urbach.
El problema fue que el hacker y activista de derechos humanos se sumergió cada vez más y más y sin control en el mundo del activismo en línea. No dormía, no comía y no se divertía, pues estaba entregado a defender, entre otras, las causas de sus amigos en Egipto y Siria, a algunos de los cuales vio de lejos morir a manos de las fuerzas de seguridad de Assad. Y ese fue su ritmo de vida hasta que se derrumbó emocionalmente.
Urbach salió de su infierno. Logró tomar una distancia apropiada de los hechos. Se apartó de su militancia en el Partido Pirata alemán, en el que había ocupado puestos importantes, y ahora se dedica a escribir y compartir su experiencia sobre revoluciones y vigilancia tecnológica en conferencias.
Actúa como vocero de Telecomix y forma parte del legendario Chaos Computer Club, la más grande asociación europea de hackers que opera en Alemania desde comienzos de los años ochenta. Su más reciente combate: el apoyo a los refugiados que alcanzan a llegar a su país.
Muchos medios alemanes han escrito sobre el estrés mental extremo al que lo llevó su activismo en internet. Sin embargo, el que ya es llamado en la prensa local como su “libro de confesiones”, publicado el año pasado en alemán, saldrá pronto en inglés, luego de que el autor consiguiera juntar los más de 4 mil euros que costaría su traducción por medio de una campaña de fondeo público, la cual, por cierto, apoyó la banda berlinesa de música electropunk y defensora de las libertades digitales Atari Teenage Riot, que además colaboró en el proyecto componiendo la banda sonora que acompañará al volumen.
En una entrevista publicada por el periódico Die Welt en noviembre pasado, Urbach comenta que dejó de interactuar con gente en Siria desde finales de 2012.
El diario le pregunta lo que ha cambiado desde que él se retiró de la escena hacktivista en Siria. Responde que la mayoría de los activistas se habían “consumido psicológicamente” como él y que sólo quedaron 20 o 30 personas que actúan en pequeños grupos.
–¿Qué consejos le puede dar a los hackers y activistas con ideas afines a las suyas para evitar caer en una situación psicológica peligrosa como fue su caso?, le cuestiona Die Welt.
Y Urbach contesta: “Hay que tomar pausas. No vale la pena renunciar a su propia vida por mejorar el mundo. Es necesario mantener contacto social fuera de la escena hacker para poder trabajar de forma permanente con eficacia”.
*Esta columna Europafocus fue publicada el 27 de julio de 2016 en el portal de la revista PROCESO.Aquí el texto original➜