Esa prohibición –que impide otorgar permisos de importación desde el 15 de enero– es consecuencia de los “repetidos resultados negativos” que durante inspecciones europeas arrojaron rastros mexicanos autorizados para sacrificar caballos cuya carne es exportada a la UE, explicó a Apro una portavoz de la Comisión Europea que pidió no ser citada por políticas internas de comunicación.
[signoff]Artículo publicado el 23 de enero de 2015 en el suplemento Prisma Internacional de la Agencia PROCESO[/signoff]La portavoz aseguró que en la última de esas inspecciones –que se llevó a cabo del 24 de junio al 4 de julio pasado– se confirmó que los registros mexicanos de identificación de los caballos, sus historiales de tratamiento médico y los de rastreo (trazabilidad) “no ofrecen garantías de confiabilidad”, por lo cual la carne de esos animales no es considerada apta para el consumo humano bajo los estándares normativos europeos.
El gobierno mexicano presume que la carne de caballo exportada por el país es “un producto muy apreciado en los mercados internacionales”, principalmente en Europa, en donde se suele comer en forma de cortes finos y otros preparados de alta gastronomía.
Así lo expresó en un reporte de septiembre de 2012 la Dirección Ejecutiva de Análisis Sectorial de Financiera Rural, un organismo del gobierno federal, en el que además destacó la calidad de los rastros autorizados para exportar carne equina a la UE (conocidos con el nombre de mataderos Tipo Inspección Federal) y que están ubicados en Jerez y Fresnillo, en el estado de Zacatecas, así como en Aguascalientes, principalmente.
En ese reporte, las autoridades mexicanas se jactaban de que el país se había posicionado como el tercero del mundo con mayor ganado caballar (6.4 millones de cabezas en 2010), sólo detrás de China y de Estados Unidos, y que únicamente los chinos producían más carne de ese animal: 202 mil toneladas anuales contra 83 mil toneladas de México.
Aunque el número de cabezas que son sacrificadas para su comercialización en el extranjero no supera 10% del total, México es considerado un país “exportador neto” de carne de caballo. Su venta al exterior ha estado creciendo 40% desde 2003 hasta alcanzar un monto de exportaciones de 14 mil toneladas en 2011 con un valor de 48.9 millones de dólares, de acuerdo con el reporte oficial.
El mismo documento señala que ese año apenas tres países asociados a la UE concentraron 59.5% de las ventas: Holanda (26.2%), Bélgica (24.9%) y Francia (8.4%), siendo Rusia y Suiza (26.1% y 6.3% respectivamente) otros compradores europeos importantes no pertenecientes al bloque regional.
Boom ficticio
El éxito sorprendente de la producción de carne de caballo en México está relacionado con el cierre en 2007 de las últimas plantas procesadoras de carne de caballo en Estados Unidos, a raíz de la entrada en vigor de la ley federal de Prevención de Matanza del Caballo Americano, que impidió su sacrificio para consumo humano.
Con el cierre de esas plantas –una en Texas y otra en Illinois, y que procesaban cada una mil caballos por semana para su envío a Europa y Asia–, México comenzó a recibir caballos de Estados Unidos para su sacrificio y exportación a aquellos mercados.
Esa prohibición expiró en 2011, abriendo en Estados Unidos una lucha de intereses entre quienes impulsan la reapertura de las plantas procesadoras de carne de caballo (para lo cual es necesario que el Departamento de Agricultura autorice inspecciones) y aquellos que abogan por la promulgación de una ley (actualmente en discusión) que continúe restringiendo esa actividad, en cuyo campo están organismos defensores de los animales.
Ambas partes, sin embargo, coinciden en cuestionar las condiciones “indignas” en que son tratados los animales en su traslado a México.
La fundación Ian Somerhalder –que refiere que 80% de los estadunidenses se manifiesta contra el sacrificio de los caballos para consumo humano– denuncia que muchos equinos “se compran a hipódromos, granjas e incluso propietarios privados que no son conscientes de dónde van a acabar sus animales. Durante su traslado (a México), muchos caballos son obligados a estar 24 horas sin comida, agua, o sin poder descansar”.
Por otro lado, en marzo de 2013 la gobernadora de Oklahoma, Mary Fallin, firmó una ley que permitía la apertura en su estado de plantas procesadoras y de exportación de carne de caballo, justificándose en que la situación actual “alienta el abuso y la negligencia, o premia el sacrificio potencialmente inhumano de animales en el extranjero”.
Inspecciones
El citado reporte de Financiera Rural, realizado durante el gobierno de Felipe Calderón, hace alarde de que, “tomando en cuenta que los países compradores de la carne de caballo exigen condiciones estrictas de sanidad e inocuidad de los productos, la alta demanda de la carne de caballo mexicana es indicador del avance que se tiene en el sistema mexicano de las plantas TIF, tanto en la matanza como en el procesamiento de los productos cárnicos”.
Pero los reportes derivados de las inspecciones europeas concluyen lo contrario, al describir un sistema que abunda en irregularidades.
La Oficina de Alimentación y Veterinaria de la UE había efectuado dos inspecciones previas en instalaciones mexicanas TIF: del 8 al 17 de noviembre de 2011 y del 29 de mayo al 8 de junio de 2012, cuyos reportes finales plantearon a las autoridades mexicanas ocho y cinco recomendaciones, respectivamente.
La última inspección fue realizada por tres expertos europeos del 24 de junio al 4 de julio pasado. Visitaron para ello tres rastros, tres plantas de despiece, dos cámaras frigoríficas y cuatro centros de acopio de caballos (uno autorizado para exportar a la UE y otro no).
El reporte final de esa inspección, de 33 páginas –y el cual obtuvo Apro–, confirma que persisten las mismas fallas en los controles, a pesar de las soluciones prometidas en el pasado por los mexicanos y la entrada en vigor de disposiciones de la Ley Federal sobre Salud Animal relativas a mejorar el funcionamiento de los establecimientos de exportación y el rastreo de los animales.
Entre las anomalías detectadas, el reporte acusa que las autoridades competentes, dependientes de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), disponen de facultades “limitadas” para realizar controles a distribuidoras, empresas y centros de acopio no autorizados por el gobierno pero que también abastecen de caballos a los mataderos que sí pueden exportar su carne a la UE.
Tampoco pueden controlar correctamente los caballos que son importados de Estados Unidos cuando se encuentran en centros de acopio de ese país. Sólo pueden aceptarlos o rechazarlos, y de éstos últimos no se hacen responsables.
Durante 2013 y 2014 los establecimientos autorizados fueron supervisados mensualmente por autoridades mexicanas regionales y una vez al año por las federales. Pero sus conclusiones y recomendaciones en cuatro de seis establecimientos verificados “son de carácter general y no son consistentes con los hallazgos y observaciones, (mientras que) en los dos restantes son parcialmente adecuados”, refieren los europeos, añadiendo que en sólo un caso se brindó información de cómo enfrentar las deficiencias.
Los procedimientos de identificación y control de los caballos importados de Estados Unidos –que representan 87% del total de las cabezas sacrificadas en México para su venta en el extranjero– son un desastre. Para comenzar, las autoridades mexicanas prometieron en 2012 que obtendrían una lista de los centros de acopio en ese país para visitarlos, pero el Departamento de Agricultura no se las proporcionó y sólo pudieron acceder a dos plantas y a una subasta de equinos.
Por problemas administrativos en Estados Unidos, cuando un caballo llega a México no se puede ubicar con precisión su origen, por lo que “no puede ser respetado” el requisito europeo de poderlos identificar y rastrear por lo menos 180 días antes de ser despachados a los mataderos, señala el reporte de la UE.
Peor aún, las autoridades estadunidenses no se hacen responsables de la fiabilidad de los certificados sobre el uso de productos médicos veterinarios, y el no uso de sustancias prohibidas durante el mismo periodo de tiempo (los llamados affidavits).
Desastre
Los inspectores europeos narran que en un caso un certificado fue emitido después de enviar al animal al matadero, y esa discrepancia no fue detectada por la autoridad mexicana, lo que sucede con frecuencia, además de que los centros de exportación no incluyen contratos con veterinarios privados que actúen en caso de que los animales necesiten cuidados de emergencia, y no mantienen contacto con los funcionarios estadunidenses responsables del tema.
Relatan igualmente que el botiquín veterinario de primeros auxilios disponible en un centro de exportación visitado estaba sucio y contenía medicinas caducadas, había también en el lugar dos caballos reprobados para vender su carne en la UE y estaban heridos, uno con lesiones abiertas sobre ambos ojos y el otro cojo.
“Ambos animales habían sido dejados en jaulas bajo pleno rayo de sol y sin tratamiento veterinario durante al menos dos días”, apunta el reporte, agregando que fueron enviados finalmente a sus lugares de origen pero sólo cuando hubo disponible un camión que fuera en esa dirección.
A pesar de que 12 centros de acopio autorizados fueron sujetos a un control anual en 2013 y bianual el año pasado, los resultados de tales verificaciones de las autoridades mexicanas “no reflejan la situación encontrada”, denuncian los europeos, ya que tampoco había un veterinario designado para emergencias o tratamiento de los animales y no había historiales médicos veterinarios disponibles.
Sus cuestionamientos continúan al observar que en México no existe una evaluación global de los resultados obtenidos en tales verificaciones para saber una cuestión básica: si un centro está o no en conformidad con los requerimientos, y qué acciones tomar en caso de deficiencias. Por tanto, explican los europeos, los mexicanos terminaron repitiendo los errores constatados en anteriores visitas.
En México tampoco hay control de las autoridades sobre los distribuidores de caballos o de las instalaciones de donde provienen, por lo que no pueden verificar la veracidad de la información contenida en los “pasaportes” de los animales. Muchos distribuidores regulares ni siquiera están registrados ante la autoridad, se quejan los europeos.
Como muchos mataderos son también centros de acopio en México, los caballos del país prácticamente llegan sin documentos: poco antes de ser sacrificados se arreglan los papeles.
El equipo de inspección europeo relata que solicitó visitar un rastro mexicano cualquiera. Fueron a uno gestionado por una asociación ganadera. Se encontraron con que nunca eran inspeccionados por la autoridad federal. Pidieron los controles de los caballos y no tenían, sólo disponían del permiso para transportarlos y un certificado sanitario, pero carecían de historial veterinario (affidavits) y de pasaportes. Se les identificaba únicamente por sus marcas. A los europeos sólo se les proporcionó una declaración del presidente de la asociación jurando no haber vendido caballos a rastros autorizados a la exportación a la UE.
Los caballos en México son identificados dos semanas antes, o incluso apenas dos días antes de ser enviados a los rastros (no 180 días antes como lo dictan las leyes) y muchas veces las informaciones del pasaporte y de su identidad no coinciden, está incompleta o faltan firmas, y la revisión se limita a un reconocimiento visual del animal respecto a su edad, género y casta.
“En un centro de acopio, la mayoría de los affidavits disponibles no habían sido firmados por el último dueño del animal (como se estipula), sino por el distribuidor o uno de sus empleados”, subraya el reporte, que prosigue con el cúmulo de faltas, incluido el monitoreo de residuos y contaminantes en la carne de los caballos sacrificados para su exportación.
El reporte de los inspectores europeos planteó siete recomendaciones a México, a las cuales el gobierno mexicano respondió con un documento, de fecha 11 de agosto de 2014, en el que se compromete a poner en marcha una serie de disposiciones que, a su juicio, solucionarían las deficiencias detectadas.
La UE podría levantar la veda de carne de caballo mexicana una vez que considere que las medidas mexicanas resultaron efectivas.