BRUSELAS.- El incidente del MH17 ha dejado anestesiada a la sociedad holandesa. Exactamente 25 años después del fin de la Guerra Fría, y 20 años después del genocidio de Srebrenica, que dejó más de 8.000 muertos en ‘zona segura’ de la ONU bajo comando holandés, el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines y KLM es otro momento decisivo para las relaciones exteriores de los Países Bajos.
Esta vez tiene que ver con el cambio de las relaciones con Rusia y con el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) geográficamente más cercano de Europa y un importante socio comercial. El trágico derribo del avión en una zona de guerra en el este de Ucrania no acaba de constituir un equivalente holandés del 11 de septiembre. Pero más vale que sea un “cambio de juego” de las relaciones con Rusia.
Después de la anexión rusa de Crimea, los holandeses estuvieron inicialmente entre los miembros más conservadores de la UE a la hora de imponer sanciones que, en opinión de La Haya, causarían una espiral de sanciones y contra-sanciones. El derribo del MH17 y la manera de Putin de manejar la crisis provocó un cambio de política.
Aparte de todo lo demás, en política una crisis es una oportunidad psicológica.
El discurso del canciller Frans Timmermans en la ONU en Nueva York dio la máxima atención mundial al holandés. En los últimos años la mayoría de quienes dirigen la política exterior de Holanda había llegado a aceptar la reducción de la influencia internacional del país como un desarrollo inevitable.
La tragedia humana del MH17 fugazmente catapultó a los Países Bajos de nuevo al centro de atención de la ONU y la Unión Europea (UE). A través del trabajo con Australia, que es mucho más firme en su contribución a los asuntos globales, el MH17 sirve como un recordatorio para los holandeses golpeados por la crisis del euro. Holanda podría tener más impacto como una pequeña potencia intermedia que simplemente aspirando a ella.
El embrollo del MH17 puede ayudar a lanzar un debate a nivel holandés y europeo sobre tres cuestiones relacionadas entre sí en la política exterior holandesa y que igualmente se aplican a los países europeos más grandes: los atractivos y los peligros de gobernar la nación bajo la premisa de la “economía primero ‘; las responsabilidades y las capacidades diplomáticas de las aerolíneas y de otras empresas que operan a nivel internacional; y la seguridad de los ciudadanos fuera de las fronteras estatales.
El enfoque de los negocios son primero
El episodio del MH17 cuestiona las potenciales consecuencias de las relaciones exteriores cuando son dirigidas por la primacía de los intereses comerciales, en un mundo en el que los otros cuentan con un manual de estrategia predominantemente geopolítico. En el ámbito internacional hay algo más que la economía y la empresa. Esto puede ser un lugar común en una región como Asia del Este que vive con el temor constante de que la cold politics interferiera en la hot economy. Pero aquí entramos en un territorio menos familiar para los europeos, en particular naciones marítimas históricas como los Países Bajos y el Reino Unido.
Hasta este año, la gran Rusia tenía poco que temer de la pequeña Holanda y una UE dividida. Durante el tambaleante año cultural 2013 entre Rusia y los Países Bajos, que celebraron 400 años de relaciones, los holandeses guardaron distancia para mantener la paz con Putin. En interés de los negocios, por supuesto, y a pesar de la tensión volando alto con una visita programada del Rey, la Reina y el Primer Ministro a la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Sochi.
En los Países Bajos y en el extranjero, el reduccionista mantra holandés de la “diplomacia económica” está atrayendo poco a poco bastantes críticas.
Los diplomáticos extranjeros, no menos interesados en el comercio que sus homólogos holandeses, levantan sus cejas sobre lo que perciben como un enfoque singularmente unidimensional de “los negocios primero”. Probablemente a ninguno de los embajadores en los Países Bajos le gusta pensar en ellos mismos como simples animales económicos que representan mercados extra-europeos. Los socios globales de los Países Bajos podrían preferir el diablo holandés que conocían: empresarial y pragmático, pero también con principios y, a veces, incluso testarudo.
Los riesgos geopolíticos
En los Países Bajos y en toda Europa, la crisis con Rusia también debería ayudar a centrarnos en las funciones y responsabilidades de las propias empresas europeas internacionales. Después del desastre del MH17, la aparentemente intocable KLM Royal Dutch Airlines afirmó de inmediato que la ruta de vuelo sobre el este de Ucrania fue declarada segura. Algunos de sus competidores extranjeros llegaron a la conclusión opuesta.
A los ojos extranjeros probablemente es sorprendente, pero no poco característico del temperamento político holandés, que no hubo protesta pública inmediata en torno a la responsabilidad corporativa en esta materia.
En La Haya esos grandes temas son resueltos por un comité y una investigación oficial, extendiendo el asunto durante los próximos meses. Sería bueno que el primer ministro Mark Rutte subrayara en este momento: las grandes empresas con la responsabilidad de la seguridad de las personas deben tomar las recomendaciones gubernamentales de viajes tan seriamente como lo hacen los individuos.
Por regla general, las grandes empresas deben dar prioridad al análisis de los riesgos geopolíticos sobre sus operaciones extranjeras, aunque lo ocurrido con el MH17 plantea la pregunta de si es así como lo hacen siempre. Para KLM y muchos otros se trata de una cuestión de interés comercial propio, pero, como ha quedado tristemente claro en los campos de Ucrania, también es de interés público. La integración de los riesgos geopolíticos en las estrategias empresariales a largo plazo se ha vuelto más importante. Al igual que los gobiernos nacionales, las grandes empresas necesitan integrar capacidades diplomáticas.
En un aspecto más, el episodio del MH17 y la consiguiente crisis entre Rusia y Occidente es el más triste estudio de caso posible. En un mundo cada vez más desordenado e impredeciblemente violento, la seguridad de los ciudadanos destaca en el frente de las preocupaciones. Los gobiernos europeos reconocen esto. Sus ministros de Asuntos Exteriores han aprendido que los “casos consulares” pueden ser dispositivos muy explosivos en la opinión pública nacional. Los diplomáticos saben que una mala prensa también puede romper sus carreras personales.
El derribo del vuelo de Malaysia Airlines refuerza el argumento de que la seguridad de los ciudadanos fuera de las fronteras estatales tiene que estar enmarcada como un tema central en la política de seguridad del siglo 21.
Parlamentarios y expertos de la comunidad de seguridad de Europa no deben perder de vista lo principal. El vago llamado por un fortalecimiento de la defensa militar como respuesta a ‘Putin’ es consistente con los debates del pasado, pero no se ocupa del verdadero problema (Traducción libre).
© 2014 EUOBSERVER. Todos los derechos reservados.