La propaganda priista funcionó en el extranjero: La imagen que el gobierno mexicano ha difundido ya empezó a cambiar la percepción del país entre algunos sectores empresariales, ahora dispuestos a invertir aquí. Pero, advierten a Proceso tres mexicanólogos europeos, el “nuevo México” promovido por Peña Nieto se desvanecerá en el aire si no incluye a la sociedad civil, a la par de una visión integral que haga énfasis en la mejoría de las condiciones económicas, en especial las de la clase trabajadora.
BERLÍN/BRUSELAS.- El “nuevo México” al cual aludió el presidente Enrique Peña Nieto tras la aprobación de sus reformas estructurales, sí existe… al menos en la imaginación del mandatario y entre ciertos sectores del empresariado europeo, que se sienten dispuestos a invertir en este paraíso que se les ha ofrecido.
Artículo publicado junto con Yetlaneci Alcaraz, corresponsal en Berlín, en la edición del 31 de agosto de 2014 de la revista PROCESO, como parte de un paquete informativo sobre las reformas de la administración de Enrique Peña Nieto en el marco de su segundo informe de gobierno.
Sin embargo, si las recientes reformas estructurales no incluyen a la sociedad civil y no contienen una visión integral de país, el “nuevo México” que Peña Nieto intenta difundir simplemente no existe, advierte Mariene Braig, doctora en ciencias políticas y docente del Instituto Latinoamericano de la Universidad de Berlín.
De las 11 reformas aprobadas, muy pocas tienen que ver realmente con el desarrollo económico y tienen la característica de ser “un cheque a futuro” que apuesta por la inversión extranjera, pero descuida la demanda interna como motor de crecimiento, lo cual le resta independencia respecto de Estados Unidos, sostiene Günther Maihold, doctor en ciencias políticas, subdirector del Instituto Alemán para Política Internacional y Seguridad y catedrático de El Colegio de México y de la Universidad Libre de Berlín.
El “nuevo México” existe, al menos en “la imagen que el gobierno de Peña Nieto proyecta al exterior”, opina por su parte Helene Balslev Clausen, especialista en México de la danesa Universidad de Aalsburg. Tras su vuelta al poder, explica, el PRI “instaló sus viejas mañas y estrategias políticas”, las cuales le permiten mostrar “que retomó el control” de los asuntos del país, “aunque de verdad no los controle”.
Desde posiciones distintas, estos expertos en México que laboran en centros académicos europeos abordan en entrevistas por separado las implicaciones económicas y sociales de las reformas estructurales –sobre todo la energética– y analizan el concepto del “nuevo México” lanzado por el presidente Peña Nieto después de que dichas reformas fueron aprobadas.
“No me parece que se trate de un gran proyecto de un nuevo país. (La de Peña Nieto) la veo como una política, a lo mejor racional, pero muy puntual: lo que hace es profundizar la dependencia de las exportaciones o de las inversiones extranjeras en los recursos naturales. Sigue apostando por la explotación del petróleo, con la diferencia de que ahora quien lo explotará no será el Estado mexicano, sino la iniciativa privada, y en ese sentido no veo ningún cambio. ¿Dónde está el nuevo país? No lo veo”, señala Braig.
La “destrucción” de los ingresos
Especializada en temas como la transformación y desarrollo de los países latinoamericanos, cultura política y Estado, desde hace años Braig dirige proyectos de investigación política conjuntos entre la Universidad Libre de Berlín e instituciones mexicanas como la UNAM, El Colegio de México y el Conacyt, entre otros.
Para la investigadora alemana hay cuando menos tres puntos que desde su opinión hacen difícil imaginarse la idea de un nuevo México: “No es la primera vez que un presidente habla de un México nuevo. En su momento Carlos Salinas de Gortari lo hizo. Y el problema en realidad no son las reformas en sí, sino de qué tipo son.
“El gran conflicto es que al privatizar la parte más importante y que ha dado soporte al presupuesto público durante décadas, también debe tenerse un plan para saber cómo se van a sustituir esos ingresos, y yo no veo que eso se considere en la reforma sobre los impuestos”, expone.
“En segundo lugar, y dentro de esta misma línea de privatización, falta claridad sobre quién pagará los riesgos de eventuales problemas de contaminación (derivada de la extracción de energéticos de grandes profundidades). Y en tercer lugar, falta claridad sobre la capacidad que tendrá el gobierno de aplicar con efectividad la regulación de todos estos mercados privatizados.”
En opinión de Braig las reformas estructurales de fondo que configurarían un nuevo México implicarían también una verdadera reforma hacendaria suficiente para paliar la “vergonzosa” recaudación fiscal mexicana, que apenas ronda 20%.
“Si quieres aplicar una política social y de desarrollo, tienes que tener ingresos. El tema, sin embargo, es muy difícil en cada país, no sólo en México”, reconoce. Y es que contra ello existe otra gran realidad: La “destrucción” de los ingresos de los mexicanos y el nulo crecimiento del mercado laboral.
“En México la informalidad del trabajo está generalizada desde 1984. Con las grandes inversiones que se esperan, la base laboral industrial en comparación con la informal seguirá siendo mínima. Ahí hay un problema y si no existe un proyecto de cómo mejorar y cambiar estructuras primarias, como la del mercado laboral, entonces con las inversiones extranjeras recibirán algo de dinero pero será sólo temporalmente.”
–El petróleo tiene un significado muy importante para los mexicanos. Era para muchos el último bastión de la soberanía nacional ¿De qué forma afecta la reforma energética el ánimo de la sociedad mexicana? –se le pregunta a Braig.
–Recordemos que Cárdenas nacionalizó el petróleo a partir de un conflicto laboral-sindical. En ese sentido no fue una política planeada. Sin embargo hubo todo un movimiento social que lo respaldó. Ese espíritu de sentirse mexicano es importante y debe cuidarse. Pero creo que de 1938 a la fecha ya ha cambiado mucho la misma sociedad.
Para Braig decir que las nuevas reformas estructurales serán un parteaguas que conducirán a la construcción de un nuevo país es exagerado: “No sé si son tan ambiciosas. No veo un cambio económico profundo e insisto: No veo cómo el Estado mexicano va a brindar alternativas a sus ingresos. Por otra parte, ahora no podemos hablar de sus consecuencias porque ellas se verán tiempo después”.
Desde un punto de vista sociológico pareciera que tampoco se trata de un cambio radical, considera la investigadora. “Tengo la impresión de que la sociedad mexicana no le ha comprado el discurso a Peña Nieto. Es más bien un discurso de un grupo de unos 50 funcionarios y políticos, el cual definitivamente no permea en la sociedad. Más allá de los resultados, a Salinas de Gortari, por ejemplo, la gente le compró las ideas. Y no se diga a López Portillo con aquella frase famosa de ‘administrar la abundancia’. Pero ahora tengo la impresión que la gente no se ha involucrado con el tema”.
–Luego de la reforma energética, ¿en qué situación queda la relación Estado-sociedad cuando las encuestas señalan que la mayoría de los mexicanos la desaprueban?
–Si lo comparamos con la nacionalización de 1938, vemos que Cárdenas tuvo una base de apoyo muy amplia porque era un asunto que afectaba directamente a los trabajadores. Pero hoy es muy diferente porque esta “privatización” no produce ningún imaginario en la sociedad. Por un lado, quienes están en contra defienden un idealismo muy precario, y quienes lo apoyan carecen de ese idealismo pues hablamos de un proceso abstracto: Nos dicen que habrá más inversiones, más dinero, pero no es algo concreto. El asunto es que no se puede formar un nuevo México sin la sociedad civil y a ésta no la veo presente en los proyectos de Peña Nieto.
Si bien Maihold considera que las reformas eran necesarias y permitirán que México amplíe sus capacidades como actor internacional, coincide con el escepticismo de Braig respecto a lo que se pretende que será la base del crecimiento y desarrollo mexicanos en los próximos años.
Explica: “Si uno revisa el paquete de las 11 reformas aprobadas, se da cuenta de que sólo unas cuantas tienen relación con el desarrollo económico. Pero no sólo eso, éstas tienen la característica de que son un cheque a futuro en términos de que se espera una mayor atracción de inversión extranjera para el país.
“El problema clave de la economía mexicana no es la inversión extranjera, sino que existe un sector de la economía nacional que no está en capacidad de generar dinámicas de demanda interna que permitan que el país se desarrolle con cierta independencia de lo que sucede en Estados Unidos. Así, la creación de demanda interna que incentive, desde el espacio nacional, el desarrollo económico sigue siendo un frente abierto”, afirma.
Ejemplifica cómo incluso ni la reforma energética con la generación de empleos que tendrá puede activar el mercado, toda vez que es “evidente que muchas de las inversiones implican la contratación de personal extranjero que tenga la capacidad técnica que México no tiene. Entonces los efectos para los mercados internos pueden ser más bien limitados”.
Pese a todo Maihold celebra el paso dado por México con las reformas. Es una apertura oportuna y necesaria, dice, pero de inmediato expresa un temor: Que el Estado no tenga la capacidad de aplicar los mecanismos de control y regulación de las reformas.
Cuestión de imagen
La imagen del México violento, corrupto y gobernado por el narcotráfico, la cual predomina en los países escandinavos, comenzó a transformarse desde hace unos meses con la difusión de noticias positivas y favorables a las reformas del gobierno peñista. “En Escandinavia existe un nuevo México. Al menos se le percibe como un país en proceso de cambio gracias a las reformas”, dice Balslev Clausen, especialista en México de la Universidad de Aalsburg en la capital danesa.
“Entendemos que el periodo de gobierno del Partido Acción Nacional generó en la sociedad mexicana fuertes expectativas de transformación. Pero eso nunca ocurrió y, por el contrario, se desató un conflicto con los cárteles de la droga. De ese periodo se desprende la imagen que tenemos en Europa de México: la guerra entre el Estado y el narcotráfico era tan violenta que no valía la pena invertir allá, pues además de inseguro, la infraestructura del país no funcionaba y el Ejecutivo no tenía capacidad para concretar reformas”, señala en entrevista telefónica.
Agrega que algunas empresas danesas se retiraron de México. Pero en los últimos seis meses en los medios locales se está proyectando otra realidad de país, aspecto que Balslev atribuye en parte al estilo priista de gobernar.
Expone: “El PRI instaló sus viejas mañas y estrategias políticas. Al menos hacia el exterior logró mostrar una faceta de autoridad: ‘Ya capturamos al Chapo Guzmán, ya desmantelamos a la Familia Michoacana, ya logramos integrar a la policía a las autodefensas…’. En el más puro estilo del PRI, el gobierno peñista controla, entra en tratos o negocia como antes, dando una apariencia democrática. De ese modo ha logrado mostrar hacia afuera que él retomó el control de las cosas, aunque en verdad no las controle”.
Explica que en la nueva cobertura mediática que realizan los propios periodistas daneses, se ha llegado a comparar a México con China por su supuesta prosperidad económica, además de asegurar que “los mexicanos están cambiando de actitud a partir de las reformas”.
Añade: “Los medios se enfocan ahora en el juego político y los logros del presidente Peña Nieto. ¡En un reportaje incluso se comparó el estilo de vida de los jóvenes del Distrito Federal con los de Nueva York! Hace cinco años nunca hubieras escuchado a un periodista danés hacer tal comparación.
El lunes 25 la televisora pública danesa DR transmitió un documental de 23 minutos titulado México: ¿La nueva China? Realizado en Monterrey por un conocido periodista local, Steffen Kretz, las fuentes del reportaje son mandos de la Policía Municipal, quienes lo llevan a un patrullaje de control y le aseguran que “antes en Monterrey era fácil ser criminal y hoy ya no”; el empresario Fernando Maíz Garza, quien lo pasea en helicóptero, le muestra grandes obras en construcción y promueve los programas sociales del gobierno; y la diseñadora Cristina Pineda, quien habla de un país mejor si se “apuesta a la iniciativa privada” y a las nuevas generaciones.
El reportero también visita en su casa a una joven familia que expresa su optimismo: ella, con ayuda de la empresa que la emplea, enfatiza, espera mejorar su vivienda y seguir estudiando; él asegura no querer irse a trabajar a Estados Unidos porque en México hay oportunidades gracias a las compañías que se instalan en la ciudad.
Las imágenes son tratadas de tal manera que refuerzan el mensaje de esperanza. Las pocas referencias relacionadas con la violencia son cortas y presentadas como episodios de una época anterior.
“Ese documental –y otras entrevistas transmitidas en el último año en los medios escandinavos– muestra que hay un gran interés en cambiar la imagen de México”, plantea la profesora, quien reconoce que la narrativa del “nuevo México” que promueve el gobierno de Peña Nieto ha conseguido despertar el interés del empresariado global, como la Confederación de la Industria Danesa (DI), que con 10 mil compañías asociadas es la mayor organización patronal del país.
Balslev asegura que, motivados por las reformas, grandes grupos de inversionistas escandinavos asociados a la DI planean hacer negocios en México, país al cual consideran más estable desde un punto de vista social que Brasil.
“Las reformas han generado un gran interés del capital escandinavo: México representa una economía muy estable y que está creciendo”, concluye.