El actual brote epidémico de Ébola en el oeste africano crece a un ritmo “jamás visto”, reconoció un alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud. Pero combatir la enfermedad o evitar su propagación no es tarea fácil. Los organismos que la enfrentan (la OMS, la Cruz Roja y Médicos sin Fronteras) se han topado con una oposición frontal de los habitantes de la zona crítica, quienes desconfían de europeos y estadunidenses y los acusan de ser los propagadores del virus. De acuerdo con un especialista, esto se debe a que los médicos enviados a África desconocen y desprecian las culturas locales.
BRUSELAS.- Hasta el pasado jueves 28 el actual brote del virus del Ébola –cuyas primeras alertas surgieron en marzo pasado en Guinea– ya había matado a mil 552 personas y seguía propagándose en los países de África Occidental “a un ritmo y amplitud jamás vistos”, como advirtió el director adjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Keiji Fukuda.
Artículo publicado en la edición del 31 de agosto de 2014 de la revista PROCESO
El sábado 16, tras visitar Sierra Leona, Liberia y Guinea –los países más afectados–, el presidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja, Elhadj As Sy, y la directora ejecutiva de Médicos Sin Fronteras (MSF), Joanne Liu, solicitaron a la comunidad internacional un aumento “urgente” del apoyo. De no hacerlo, dijeron, se necesitarán más de seis meses para detener la propagación del virus causante de una fiebre hemorrágica que mata a entre 50% y 90% de los infectados.
Liu puso como ejemplo que en Kailahun, Sierra Leona, hay que atender a 2 mil personas cercanas a infectados con el virus del Ébola, pero MSF apenas dispone de personal para ocuparse de 250.
Las dificultades para combatir la propagación del virus en África tienen origen en que los planes de control de la OMS y de los equipos internacionales de salud son “inapropiados e insensibles” a las culturas locales afectadas y no integran los conocimientos que aplican los propios habitantes para protegerse de la enfermedad, dijo Barry Hewlett, profesor del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Washington y uno de los pioneros en la investigación social del Ébola.
“Los equipos médicos occidentales que combaten actualmente el virus siguen generando desconfianza en las poblaciones”, lamentó Hewlett en una entrevista publicada en la revista belga Mo el martes 5. La antropología médica –que investiga cómo las poblaciones perciben la salud y las enfermedades y cómo las atienden– no forma parte permanente de los programas de la OMS y de sus organizaciones de apoyo contra el Ébola.
Pese a que la enfermedad fue descubierta en 1976, Hewlett fue el primer antropólogo médico en ser invitado por la OMS a las operaciones de control del Ébola, lo cual ocurrió en 2000 en Uganda y sólo después de que él lo solicitara.
En su libro Ébola, cultura y política: la antropología de una enfermedad emergente (2008) Hewlett ya advertía que la frecuencia y el alcance de los brotes iba en aumento; sin embargo, exponía, lo dejó “sorprendido” la “falta de entendimiento de los puntos de vista y experiencias de la gente local frente al Ébola” por parte de los equipos internacionales sobre el terreno.
A principios de 1997, narró, gracias a una beca universitaria viajó a dos pueblos de Gabón para realizar un estudio preliminar sobre cómo habían reaccionado los pobladores a dos brotes de Ébola, registrados por la OMS en 1994 y 1995. Los habitantes relataron que médicos franceses y estadunidenses habían tomado muestras de sangre dos veces a las mismas personas y habían hecho las mismas preguntas, pero nunca regresaron ni les informaron de los resultados de los exámenes. Ellos creían que habían vendido la sangre en Suiza.
Hewlett refiere que Francia y Estados Unidos competían para obtener información epidemiológica, y además sus enviados no mostraron compasión o empatía cuando la gente hablaba de la pérdida de sus seres queridos. También descubrió que el Ébola seguía matando gente en la localidad, por lo cual no era una “zona libre”, como se lo habían afirmado en las universidades de Gabón y de Yale.
Años más tarde, durante los brotes en Gabón y Congo en 2001 y 2002, los equipos internacionales tampoco se preocuparon “por comprender la historia y las prácticas locales”, generando incluso una resistencia armada que obligó a su desalojo dos veces, explicó Hewlett en un ensayo publicado en 2005 en el Boletín de la Sociedad de Patología Exótica. Los brotes tenían lugar en áreas rurales y se establecieron estrategias urbanas de control, haciendo que los familiares de los enfermos no quisieran internarlos en unidades de aislamiento de los hospitales de las grandes localidades.
Incomprensión cultural
Los pacientes en riesgo de infectarse no confían en la información para evitar contagios proporcionada por los médicos de la OMS. Los casos de protestas contra ellos, algunas violentas, se repiten: A principios del pasado abril, un centro de tratamiento de MSF en Macenta, Guinea, debió cerrar luego de que una multitud enfurecida lo atacó a pedradas pues corrió el rumor de que los médicos recién llegados eran los portadores del virus. Por el mismo rumor, hombres armados impidieron la llegada de personal con ayuda humanitaria al pueblo guineano de Kolo Bengou.
También hubo disturbios a mediados de julio en el hospital de Kenema, Sierra Leona, pues corría el rumor de que una enfermera había revelado que el Ébola era un invento para ocultar ritos satánicos en las clínicas. El primer paciente infectado en Freetown, la capital, huyó del centro de salud con ayuda de su familia, y murió. El domingo 17, 17 infectados con el virus y quienes estaban en cuarentena huyeron en masa apoyados por sujetos armados que rompieron las puertas del nosocomio. Gritaban: “¡No existe el Ébola!”.
“Los problemas documentados en los brotes anteriores aparecen de nuevo”, comentó Hewlett en la entrevista con Mo, y se dijo sorprendido de que los equipos de MSF “no estén familiarizados” con las experiencias pasadas “y estén repitiendo los mismos errores”.
“Creo que contratan gente nueva todo el tiempo”, remató.
Desde hace algunos años la OMS envía un antropólogo médico en las primeras etapas de un brote de Ébola. Sin embargo, explica el investigador, cuando éstos se producen, la institución internacional llama a personal de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, ubicados en Atlanta), MSF y otras organizaciones, las cuales no emplean antropólogos médicos permanentes con trabajo previo en los brotes.
Hewlett reveló: “Hablé con MSF hace años. Dijeron que iban a contratar antropólogos médicos de tiempo completo, pero hasta donde yo sé no lo han hecho. Escuché en las noticias que los equipos internacionales enviarán más personas para ayudar a controlar el brote. ¿Cuántas serán antropólogos médicos? Probablemente ninguna, pese a que la mayoría de los problemas son culturales y de comportamiento”.
Estigmatización
El virus del Ébola fue detectado por primera vez en 1976 por el médico belga Peter Piot en la muestra sanguínea de una monja infectada en Zaire (hoy República Democrática del Congo).
La noticia no despertó el mínimo interés en la prensa; sólo fue escrito un artículo en The New York Times. No fue sino hasta 1989 –cuando el virus fue detectado en un cargamento de macacos dirigido a un laboratorio de Virginia– cuando el Ébola “emergió” en Occidente, señaló Jared Jones, de la Universidad de Yale, en un artículo publicado en 2011 en el Journal of Global Health, editado por la Universidad de Columbia.
El subtipo de Ébola encontrado esa vez resultó inofensivo para el ser humano, lo cual no impidió que a partir de entonces aparecieran notas periodísticas, libros y películas –como la novela The Hot Zone, de Richard Preston, o la cinta Outbreak, protagonizada por Dustin Hoffman– que alimentaron en los países occidentales el terror a la enfermedad.
No obstante, precisaba Jones, el virus había causado la muerte de mil 500 personas desde su aparición hasta 2009; en comparación, el número de niños que cada día mueren de malaria es el doble. “La enfermedad surgió más en la percepción occidental que en el terreno biológico”, subrayó la experta.
Agregó que en la visión occidental la cultura africana representa un “factor de riesgo” para contraer el Ébola, pues “se presume que las creencias africanas en espíritus y en la brujería son sus causantes y facilitan su propagación”, o que rechazan la medicina moderna y la intervención de los equipos sanitarios internacionales.
La respuesta de los médicos de la OMS y de los equipos internacionales a esa supuesta “barrera cultural”, acusaba Jones, ha sido la puesta en marcha de campañas de educación y de iniciativas de tipo antropológico.
Pero no sólo eso: el director de operaciones de MSF-Bélgica, Brice Delveigne, explicó que la lentitud con la cual reaccionó la OMS al actual brote se debe a que esa organización mundial prefiere trabajar “en la segunda línea” de control de la enfermedad para focalizarse en la capacitación de largo plazo. “Por eso reacciona mal a emergencias como ésta”, declaró Delveigne al diario belga Le Soir el miércoles 20.
Agregó que otras instituciones muy importantes para el control del brote, como los CDC, se limitan a enviar investigadores que toman muestras y realizan exámenes, pero no se relacionan con los enfermos.
Las ONG y otras organizaciones tampoco quieren ir a donde está la población contagiada y ocuparse de ella; prefieren encargarse de aspectos menos peligrosos, como las tareas de formación, defensa legal de las víctimas y acompañamiento de otros organismos socios.
“Sólo nosotros nos estamos encargando de los pacientes y afortunadamente los socios locales, como la Cruz Roja de cada país”, se quejaba Delveigne, quien aseguró que no se dan abasto en los países afectados.
En Liberia, donde el virus había matado a 466 personas hasta el martes 19, el número de miembros de su organización que trabajan en el terreno creció de 60 a 100 en 10 días, y hace una semana se estaba planeando el envío de 70 más. De necesitarse personal adicional, lo cual parece inevitable, MSF-Bélgica podría enfrentar una parálisis, puesto que 650 médicos de la organización atienden las emergencias humanitarias en la República Centroafricana y en Sudán del Sur.
Delveigne reveló que MSF es prácticamente la única presente en la capital liberiana, Monrovia, cuya población alcanza 1 millón 300 mil habitantes, pese a que la situación ahí es tan grave que el miércoles 20 el gobierno impuso el toque de queda y la cuarentena en dos barrios con tasas elevadas de contagios.
El hospital de campaña con 120 camas que montó MSF-Bélgica está desbordado: Las clínicas dejaron de funcionar tras la muerte por Ébola de 35 empleados de salud, incluido el médico personal de la presidenta Ellen Johnson-Sirleaf.
Peor, expuso Delveigne, desde que la autoridad desaconsejó las reuniones públicas para contener los contagios, los equipos de auxilio belga deben ir “de casa en casa” ofreciendo botiquines con desinfectantes, cloro, mascarillas y guantes. Y sugieren que los cadáveres –los funerales tradicionalmente duran mucho tiempo y se vuelven focos de infección– sean velados en bolsas herméticas.