[signoff]Una guerra se libra actualmente entre la clase dominante, que llena de temor y pánico actúa irracionalmente, y la generación digital, abierta, tolerante y crítica de los valores de sus padres. Hay una guerra declarada: el periodismo de investigación ha desaparecido y quienes lo intentan practicar o se atreven a revelar información de interés público viven sometidos a las amenazas de la élite en el poder, señala Lionel Dricot, un joven bloguero, conferencista, futurólogo y destacado miembro del Partido Pirata de su país, Bélgica. Con su autorización, Europafocus publica en español un artículo de opinión aparecido originalmente en el portal de Rick Falkvinge, el fundador del Partido Pirata Sueco, el primero de su género en el mundo.[/signoff]
Manning, Snowden, Assange, Miranda, The Guardian. Cada día que pasa, recibimos la confirmación de una verdad que muchos prefieren ignorar: estamos en guerra. Una guerra no declarada, relativamente tranquila, pero una guerra.
A diferencia de una guerra convencional, la guerra civil no tiene un frente bien definido, ni partes beligerantes claramente identificables por el color de su uniforme. Ambos campos están en todas partes, en la misma ciudad, la misma zona o en la misma familia.
Por un lado está la clase en el poder. Rica, poderosa, que es usada para controlar, que es ajena a las preguntas. Ellos simplemente toman decisiones y están firmemente convencidos de hacerlo en el interés público. Ellos tienen muchos partidarios que no son ni ricos ni poderosos. Pero que temen cualquier cambio. O tienen hábitos fijos. O intereses personales. O miedo a perder algunas de sus propiedades. O simplemente no tienen la capacidad intelectual para entender la revolución en curso.
Por otro lado está la generación digital. De todos los sexos, todas las edades, todas las culturas, todas las ubicaciones geográficas. Hablan entre sí, intercambian experiencias. Descubriendo sus diferencias buscan un terreno en común y ponen en duda la profunda fé y los valores de sus padres. Yo los llamo una “generación”, pero son de todas las edades.
Esta población ha desarrollado sus propios valores y una inteligencia analítica poco común. Usan todas las herramientas disponibles para detectar rápidamente las contradicciones, hacer preguntas pertinentes, levantar el velo de las falsas apariencias. A miles de kilómetros, sus miembros pueden sentir empatía hacia todos los seres humanos.
Una brecha creciente
Hace mucho tiempo yo estaba convencido de que era sólo una cuestión de tiempo. La cultura digital podría penetrar a través de las personas y la brecha podría llegar a desaparecer entre las generaciones y su renovación natural.
A pesar de la popularización de herramientas como Twitter o smartphones, esta división no se resolvió. Al contrario, sólo ha empeorado. La generación del “poder” no ha adoptado la cultura digital. Simplemente manipula ciegamente las herramientas sin comprenderlas, en una parodia desesperada del culto cargo (ritos que surgieron entre las tribus de Nueva Guinea que consistían en creer que los productos occidentales procedían de espíritus divinos). Resultados: músicos que insultan a sus propios fans; periódicos, cuyos sitios web están inundados con anuncios, parecen copias de las versiones en papel; jóvenes políticos que utilizan Facebook o Twitter como una máquina para publicar comunicados de prensa sin intentar comunicarse con su electorado.
Hace 40 años, dos periodistas mostraron al mundo que el presidente de la nación más poderosa utilizaba los servicios secretos para espiar con escuchas telefónicas a sus opositores políticos. Este trabajo de investigación les valió el Premio Pulitzer y llevó a la renuncia del presidente.
Hoy, actores empoderados por la cultura digital muestran al mundo que el presidente de la misma nación ¡espía a todo el mundo! Que él envía soldados a matar civiles cínicamente. ¿Otro Premio Pulitzer? No, 35 años de prisión para uno (Manning) y una cacería por todo el mundo para el otro (Snowden). El presidente en cuestión, por el contrario, obtiene un Premio Nobel de la Paz.
La muerte del periodismo
A diferencia de la era Watergate, ya no es posible confiar en la prensa. Una gran parte de los periodistas han abandonado cualquier trabajo de investigación, incluso superficial. Los periódicos se han convertido en órganos de entretenimiento y propaganda. Con un poco de crítica, usted sería capaz de refutar la mayoría de las noticias después de unos minutos de consultar Google.
Y cuando los pocos periodistas que quedan empiezan a cavar, ven a su familia arrestada y detenida sin razón, reciben amenazas políticas y se ven obligados a destruir sus equipos. El periódico en línea Groklaw, que fue un actor clave en múltiples juicios industriales, fue recientemente cerrado debido a que su fundador estaba atemorizado.
La clase dominante decidió que el periodismo tenía que conformarse por dos cosas: por el miedo al terrorismo, para justificar el control total; y por el miedo a perder el trabajo, para dar una falsa impresión de fatalismo.
Por supuesto, todo esto probablemente no se ha implementado de manera consciente. La mayoría de los actores están íntimamente persuadidos de trabajar por el bien público, de saber lo que es bueno para la humanidad.
Usted puede creer que el espionaje del correo electrónico o el caso de Wikileaks son detalles, que los temas importantes son la economía, el empleo y los deportes. Pero estas cuestiones dependen directamente del resultado de la batalla actualmente en curso. Las grandes crisis financieras y las guerras fueron creadas desde la base por la clase dominante actual. La generación digital que trata de aportar nuevas propuestas a la mesa es amordazada, enmudecida, ridiculizada o perseguida.
Elpánico
En 1974 fue más fácil para la clase dominante sacrificar a Nixon y cortar unas cuantas cabezas con él. Los paralelismos con la situación actual son preocupantes. La clase dominante de hoy tiene miedo, se encuentra en un estado de pánico y ya no actúa racionalmente. Busca poner ejemplos a toda costa y así reparar cada fuga (de información) esperando que sólo sean unos pocos casos aislados.
No dudan en usar las leyes antiterroristas injustamente en contra de los propios periodistas. Aquellos que predijeron estas cosas hace un año fueron llamados paranoicos. Pero incluso el peor paranoico no hubiera probablemente imaginado tener razón tan pronto, tan inmediatemente. Estamos ahora más aterrorizados por el Estado contra-terrorista que por la propia amenaza terrorista.
La destrucción de los discos duros de The Guardian es sin duda el caso más emblemático. Su inutilidad, su total absurdo no puede ocultar la violencia política de un gobierno que impone su voluntad al amenazar a un medio reconocido y renombrado. También ilustra la completa incomprensión del mundo moderno por parte de la clase dominante. Guarneciéndose ellos mismos en la ridícula autoridad de la ignorancia y la arrogancia, los gobernantes declaran abiertamente la guerra a todos los ciudadanos del mundo.
Una guerra que no se puede ganar, que ya se ha perdido. Pero van a tratar de hacer que dure, arrastrando hacia abajo muchas víctimas que serán encarceladas injustamente durante años, torturadas, detenidas, acosadas, destruidas, moralmente impulsadas al suicidio, acechadas en todo el mundo.
Este ya sucede en la actualidad. Y debido a que usted tuvo la desgracia de estar en el avión equivocado o enviar un correo electrónico a la persona equivocada, podría ser el siguiente en la lista. No hay neutralidad posible. Estamos en guerra.