Parece una contradicción: al ritmo que la tecnología avanza y vuelve cada vez más atractiva y accesible la información internacional a las audiencias de los medios de comunicación, la aportación de los corresponsales en la oferta periodística mexicana está perdiendo valor y fenece, sin que el gremio se indigne o exprese algún signo de preocupación.
Hay que ser realistas: a pesar del “aura seductora” que pudiera todavía rodear la figura del corresponsal, hay pocos alumnos en las escuelas de periodismo de México que se plantean, seriamente, salir del país para ejercer el oficio. No como corresponsal de guerra o enviado a seguir una noticia o la gira de un funcionario durante unos días, sino como corresponsal residente en un país extranjero.
Artículo de opinión publicado el 5 de mayo de 2014 en el sitio cuadernosdobleraya.com
Es cierto que, sin el soporte económico de un medio establecido, la aventura parece inviable. Pero el problema no se limita a eso. Me parece que el nivel de interés de los periodistas mexicanos para vivir una experiencia de trabajo en otra parte del mundo no es el mismo que el de otros colegas latinoamericanos. Un ejemplo: el Programa Internacional de Periodistas de Alemania, uno de los más interesantes para jóvenes periodistas latinoamericanos al ofrecer cada año una estancia pagada de tres meses en Berlín y prácticas en medios locales, sufre mucho para encontrar candidatos mexicanos, y han pasado años en que no se presenta ni uno.
Muchos corresponsales de medios mexicanos nos instalamos en el extranjero motivados por proyectos ajenos a la profesión. Y vaya que hay que estar animado, y más como freelance: para empezar, poder ejercer una corresponsalía es fastidioso desde un punto de vista administrativo. Para instalarse como periodista mexicano en Europa, por ejemplo, en general primero hay que sacar la visa correspondiente mostrando, entre otros papeles, un contrato de empleo fijo o cartas de compromiso como freelance de uno o varios medios mexicanos. Al llegar al nuevo país se debe tramitar un permiso de residencia, para lo que se debe probar solvencia económica de ingresos (cada país establece un monto mínimo); obtener la acreditación oficial de periodista local que permite trabajar profesionalmente; darse de alta en la oficina de impuestos del país al que se llega y contratar un seguro de salud; abrir una cuenta bancaria para poder recibir los pagos desde México…
Luego hay que batallar para despertar el interés de los medios en México (la corresponsalía en Washington es quizás la excepción). No éramos muchos en Europa hace diez o quince años, y la situación, si descontamos aquellos corresponsales que no son mexicanos, está empeorando. La tendencia es que los despachos de las agencias extranjeras de noticias llenen (o casi) las secciones internacionales mexicanas. Tal es el panorama que un periódico como Reforma, tan celoso y orgulloso de la información que genera, le ha dado por publicar los materiales de los corresponsales del diario español El País. Me parece que el único medio mexicano que queda con una estructura amplia y activa de corresponsales es la revista Proceso.Nuestra labor puede llegar a ser tan poco considerada que algunas publicaciones ni siquiera cuentan con un editor internacional para su sección… internacional. Recuerdo que un periódico para el que trabajé tenía como responsable de recibir y “editar” las notas de los corresponsales a una practicante. El colmo, lo confieso ahora, sucedió el día que ese diario ¡me publicó un correo electrónico personal!
En un entorno donde la generación de la información internacional es instantánea y su acceso gratuito, algunos están convencidos que los corresponsales nos volvimos obsoletos y caros. Creo que no es así: prescindir de corresponsales propios significa renunciar a una lectura, también propia, del mundo; significa renunciar a contar las historias uno mismo; renunciar a pensar qué enfoque diferente, novedoso, se puede ofrecer a los lectores mexicanos de lo que está sucediendo en otros países. Y en nuestro caso, el mexicano, también priva a los lectores, a la sociedad misma, de perros guardianes que los mantenga informados del desempeño, con sus frecuentes derrapes, de la diplomacia nacional en el extranjero, así como de temáticas vinculadas a derechos humanos, narcotráfico y seguridad, comercio, cabildeo…
Es un tema recurrente entre colegas: informativamente, se plantea, México se ve tanto al ombligo que al corresponsal se le demanda exageradamente que sus notas estén relacionadas de alguna manera con el país. Personalmente defiendo la cobertura de temas mexicanos; me parece lógico y, si lo pensamos más estratégicamente, nos da una ventaja competitiva. Lo anterior, por supuesto, no agrada a muchos en el servicio exterior mexicano, que preferirían no ser objeto de escrutinio afuera del país.
La transformación en la forma de trabajar del corresponsal mexicano me parece irreversible. Mi impresión es que tendrá mayores oportunidades de sobrevivir quien maneje productos más investigados, lo que el colega y profesor belga Jean Paul Marthoz llama “periodismo de valor agregado”. Sin embargo, lo más preocupante es que el debate al respecto se está dando, cuando se da, de manera cerrada entre la pequeña comunidad de corresponsales. La discusión difícilmente se extiende a sectores más amplios del gremio. En México, además, el escenario de violencia y muerte que enfrentan los periodistas concentra toda la atención de los debates acerca de la prensa, lo cual me parece racional y comprensible.
Una posible discusión sobre la dura crisis que atraviesan los corresponsales mexicanos, pues, tendrá que esperar para otro momento…
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En noviembre pasado, la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera (ACPE) de España suscribió un manifiesto. Sus primeros puntos afirman:
- Los corresponsales son imprescindibles para transmitir de un país a otro información veraz, analizada y contextualizada. Los avances tecnológicos jamás podrán suplir la sensibilidad humana a la hora de recopilar, explicar y transmitir noticias.
- Los problemas financieros no deben llevar a los medios de comunicación a suprimir corresponsalías. Ello resultaría en una incomunicación mayor entre países y culturas, y es contrario al espíritu de globalización en el mejor sentido del término.
- Hoy en día, Internet y las redes sociales se han transformado en un formidable aliado de los periodistas en la tarea de recopilar y transmitir información. Pero precisamente este enorme volumen de contenidos requiere análisis profesional, humano y experto.
- Los propietarios de medios de comunicación tampoco deben caer en la tentación de sustituir el trabajo humano de periodistas y corresponsales por un flujo desordenado de información anónima procedente de internet o las redes sociales.
- Damos la bienvenida a todas las contribuciones provenientes de ciudadanos que quieran recopilar y transmitir información en cualquier soporte, pero recordamos a los gestores de medios de comunicación que un periodista es un profesional de la información con formación y experiencia específica.
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“Un corresponsal extranjero es en principio un periodista experimentado, un reportero veterano. Basado fuera del hexágono (Francia), generalmente en un lugar estratégico, como la capital o la sede de grandes instituciones, el corresponsal está al corriente de la actualidad de un país e incluso a veces de una serie de países”. Definición de la periodista francesa Sophie Janvier, autora del libro “Los oficios del periodismo” (Les métiers du journalisme), publicado en 2001 en Francia.