BRUSELAS (apro).- Viktor Orban, el hombre al que la Unión Europea (UE) acusa desde hace cuatro años de haber provocado la regresión de la democracia en Hungría, volvió a obtener una holgada mayoría en las elecciones legislativas del pasado 6 de abril.
Su partido, el derechista Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz, por su acrónimo en húngaro) estaría a punto de adjudicarse oficialmente 133 escaños de los 199 que componen el Parlamento tras la nueva ley electoral que promulgó su gobierno, para así conservar la mayoría de dos tercios que le permite aprobar leyes sin necesidad de votos aliados.
Artículo publicado el 11 de abril de 2014 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO
El Bloque de Izquierdas, aglutinado en torno al Partido Socialista (MSZP), se situó en segunda posición con 25% de los votos (37 o 38 asientos); el partido de extrema derecha, Jobbik (abreviación de Movimiento por una Hungría Mejor) consiguió cinco puntos más que en 2010 y alcanzó 21% de la votación (24 o 25 diputados), mientras que el partido La política Puede Ser Diferente (LMP) entró al Parlamento con 5 curules al superar 5% de votos.
A pesar de que el apoyo al Fidesz cayó de 52% de 2010 al 44% de este domingo, Orban obtiene una victoria política importante que le permite pararse frente a quienes lo criticaron por haber emprendido un caudal de reformas que lo llevó a enmendar cinco veces la Constitución. Orban abrió las compuertas legales para poder encumbrar a incondicionales suyos en los más altos puestos del Banco Central, el Consejo de Medios, la Oficina Nacional Judicial; así mismo limitó los poderes de los jueces para controlar el presupuesto federal y promulgó una totalitaria Ley de Medios….
“Está por verse si el Fidesz obtiene la mayoría”, señala Balázs Nagy Navarro en una conversación con Apro desde Budapest. “Hay un distrito –explica– donde se disputan 21 votos con la izquierda, y hay que contar aún los votos desde el extranjero. Es muy probable que sí la obtenga. De todas formas, si necesitara un voto en el Parlamento, el Fidesz cuenta con Jobbik, que ya anunció que sostendrá una postura constructiva con el gobierno”.
Nagy era jefe de información internacional del servicio púbico de Televisión Húngara (MTVA), pero fue despedido en 2011 por levantar una protesta contra el manejo de la información a favor del gobierno de Orban.
El día de la entrevista, el jueves 10 de abril, Nagy cumple 851 días de plantón afuera de las instalaciones de la empresa donde trabajaba. En octubre de 2012, Nagy recibió el Premio por la Libertad y el Futuro de los Medios que se entrega en la ciudad alemana de Leipzig. En esa ocasión también fue galardonada la periodista mexicana Ana Lilia Pérez, quien se vio forzada a exiliarse en Alemania para proteger su vida.
Oposición dividida
–Orban ganó fácilmente…, se le comenta.
–No fue una sorpresa. Desde hace un año los sondeos predecían la victoria del Fidesz. Lo único que no se sabía era si obtendría la mayoría, contesta Nagy.
Explica: “La oposición de izquierda está muy fragmentada. Fue hasta enero pasado que el Partido Socialista pactó una alianza con Coalición Democrática, el partido del exprimer ministro Ferenc Gyurcsáni. Antes, en agosto de 2013, los socialistas habían hecho lo mismo con la Alianza de los Demócratas Libres-Partido Liberal, del también exprimer ministro Gordon Bajnai, advirtiendo que no pactarían con nadie más.
Señala que el Bloque de Izquierda decidió de último momento que su candidato sería el líder socialista Attila Mesterházy, pero no todos los aliados estuvieron de acuerdo con esa decisión. Para ellos Mesterházy era muy joven y poco experimentado para enfrentar a Orban, un político carismático y con amplio apoyo de su propio partido.
Expone Nagy:
“Durante la campaña las agrupaciones del bloque nunca se mostraron unidas. Lo único que los mantenía juntos era el mensaje de que Orban tenía que irse, lo cual no era suficiente para ganar la elección.
“La izquierda no inspiró confianza en los votantes, que la veían desunida y no se imaginaban cómo podría gobernar el país así. En cambio, la manera de actuar del Fidesz es conocida: es totalitaria y descuidada de las formalidades democráticas, pero firme. Si debe reformar la Constitución, lo hará en unos días. Para los electores, un gobierno socialista sería un desastre con una oposición tan fuerte como Fidesz. Muchos querían que terminara el régimen de Orban, pero no confiaban en los partidos de izquierda ni en sus programas.
Nagy subraya que los sondeos indicaban que la mayoría deseaba que Orban se fuera; “pero a esa mayoría no la atrajo la oposición”, lamenta, y añade: “Sólo 62% votó. Es la participación más baja de los últimos 20 años. Las abstenciones fueron votos contra Orban, pero también contra la oposición. Y eso pasó porque el Bloque de Izquierda tenía a la misma gente que perdió en 2010, que no hicieron lo necesario para no caer en la crisis en que caímos. Los votantes dijeron: ‘No queremos que regresen los mismos que en 2010 mandamos al diablo’”.
–¿Y los medios cómo se comportaron?
–Los medios de comunicación jugaron un papel decisivo. El 80 o 90% de la información está controlada por el gobierno. Los medios públicos ocultaron los escándalos de corrupción del gobierno. Por ejemplo, no reportaron el caso de las presuntas propiedades ilegales del jefe del distrito central de Budapest, Anton Rugan, del Fidesz, pero sí informaron hasta el cansancio acerca de las acusaciones contra el vicepresidente del Partido Socialista, Gábor Simon, por supuestos delitos financieros y otros actos criminales después de hallar varios depósitos no declarados en Austria. El escándalo se destapó dos meses antes de la elección.
Nagy prosigue:
“Sólo encuentras algunos medios independientes en Budapest, donde el resultado electoral fue muy parejo. Pero en la provincia, donde no hay opciones informativas, prácticamente desapareció la izquierda. En 20 distritos cayó al tercer lugar por debajo de Jobbik, que le arrebató sus bastiones electorales en zonas pobres, industriales, con alto desempleo y minorías gitanas. Ahí, los votantes pensaron que la izquierda no les ofrecía nada.
A Nagy se le comenta que la extrema derecha habría suavizado su discurso.
“Sí –reconoce–. Su postura pública, su propaganda, se transformó en la de un partido normal. Su presidente, Gábor Vona, dejó de criminalizar a los gitanos y casi no dijo nada contra los judíos. Jobbik es el partido más cercano a los votantes del Fidesz. Desde hace años, sus miembros están muy activos en las plazas públicas, donde fácilmente la gente podía encontrarse con ellos y compartir sus preocupaciones.
“Los socialistas sólo se aparecieron en la última etapa de la campaña. Por eso Jobbik tuvo un excelente resultado: superaron el 20% y en varios lugares de provincia vencieron a los socialistas. A pesar de ello están decepcionados porque pensaron que ganarían más escaños. Lo que pasó es que el cambio de sistema electoral de Orban los afectó y, aunque ganaron más votos esta vez, tendrán menos diputados.
Efecto contrario
A Nagy se le pregunta qué efecto tuvo en el electorado las críticas internacionales contra la deriva autoritaria del régimen de Orban, y todas las presiones diplomáticas para que fuera detenida.
Explica: “Digamos que tuvieron efectos negativos. Fue una reacción correcta que desde el exterior se tratara de influir una vuelta democrática, pero para los seguidores de Orban su lucha por defender los intereses de Hungría frente a la intervención de los poderes extranjeros fue bien vista. Orban se fortaleció, pues dejó la impresión que posee la fuerza suficiente para hacer lo que le plazca por encima de la comunidad internacional.
“Hungría pagó su deuda al Fondo Monetario Internacional y luego, en enero pasado, compró a Rusia dos reactores nucleares para su central de Paks (a 100 kilómetros de Budapest). El hecho es muy confuso. Los conceptos de izquierda y derecha perdieron en Hungría sentido con Orban. Podría pasar por un comunista por sus políticas contra los bancos y las multinacionales y por su acercamiento con Rusia, impensable para la derecha húngara hasta hace poco. Para Orban son maniobras sin fondo ideológico para mantenerse en el poder.
–¿Ahora que volvió a ganar Orban se teme más mano dura en Hungría?
–Si la oposición no se renueva, el peligro para Hungría es que Orban se perpetúe en el poder como Putin en Rusia. Orban agrupa a la derecha y prácticamente desapareció la oposición. La izquierda debe urgentemente sustituir a sus líderes por otros que sí sean aceptados por la sociedad. Debe hacer lo mismo que el Fidesz, unirse, ya que debido al sistema electoral actual no alcanzarán una mayoría si se presentan cada partido por su lado.
Concluye:
“El nuevo gobierno de Orban no necesita tener una mayoría de dos terceras partes. Los dos primeros años de su anterior administración realizó las grandes reformas constitucionales y colocó a su gente al frente de instituciones dizque independientes y bajo mandatos que duran nueve años. Su poder está garantizado casi hasta 2020. La mayoría es más importante en el plano psicológico. Orban puede presumir que, con todo y los ataques internacionales en su contra, logró por segunda ocasión el apoyo mayoritario de los húngaros, algo impensable en otros países europeos.
Protesta
El 11 de diciembre de 2011 Nagy y otros activistas instalaron un plantón frente al edificio de MTVA para protestar contra la manipulación de sus noticias y para exigir la salida de los responsables de estarla llevando a cabo. Sólo uno de ellos dejó la empresa al sexto día de la protesta; los demás siguen ocupando sus puestos y uno más se fue a formar parte del Consejo de Medios que reglamenta al sector y sirve a los intereses del Fidesz.
Dos semanas más tarde, el 27 de diciembre, Nagy fue despedido por MTVA, decisión que él apeló. La justificación oficial de la compañía fue que cuatro días antes Nagy había participado en una manifestación del partido La Política Puede ser Diferente contra la reforma de la Constitución donde expresó que Orban debía partir.
Su proceso ha sido revisado por tres jueces. En mayo espera un veredicto.
En octubre de 2012, Nagy recibió en Alemania el Premio por la Libertad y el Futuro de los Medios. Días más tarde, Nagy fue recibido en la oficina de Angela Merkel, horas antes de que la canciller se reuniera con Orban.
Pocos días después, el 19 de octubre, mientras el resto participaba en una manifestación contra una medida de gobierno frente al Parlamento, el único activista que quedaba en el plantón fue desalojado, por lo que Nagy decidió plantarse en medio de la calle, donde permaneció un mes antes de que la policía le reconociera sus derechos y le permitiera ubicarse donde estaba.
A las cinco de la mañana del 2 de noviembre siguiente los guardias de seguridad de MTVA desalojaron a los dos activistas que se encontraban resguardando el plantón. Se construyó con vidrio un muro de protección de 30 metros frente a la entrada principal del edificio; Nagy se instaló frente a un acceso contiguo.
El 12 de diciembre, él y otros de sus compañeros fueron detenidos por la policía por violar la ley de tránsito. Fueron liberados después de cinco horas y cada uno recibió una multa de 50 euros. Apelaron, pero desaparecieron sus expedientes. Apenas en enero pasado la policía acusó a Nagy de no haber pagado aquella multa, pero la juez anuló esa denuncia amparada en el derecho de protesta del acusado, como ya lo había fallado un año antes con los otros activistas implicados en el mismo proceso.
En ese tiempo, la empresa MTVA demandó a Nagy por violación de su propiedad, proceso que perdió en segunda instancia. También lo acusó ante los tribunales por difamación y solicitó un año de prisión para su exempleado. Nagy ganó el juicio y la empresa apeló el fallo. Por otro lado, aunque fue despedido, Nagy sostiene que MTVA debe permitirle el acceso a sus instalaciones en tanto que también es vicepresidente del Sindicato de Productores de Televisión y Cine, el cual tiene representación en la empresa. Hace dos semanas un tribunal laboral le dio la razón, pero habrá apelación a la sentencia, asegura el demandante, que en la práctica sigue sin poder entrar.