Ganarse la vida como periodista es difícil, pero como periodista freelance es una verdadera empresa de resistencia, convicción y empeño. Se calcula que entre 30 y 50% de los periodistas profesionales que hay en el mundo son “independientes” –y la proporción continúa en aumento–, aunque ya hay algunos países donde su número representa una extensa mayoría. El 4 de marzo pasado, el periodista Nate Thayer compartió en su blog una anécdota que tituló Un día en la vida de un periodista freelance en 2013. Una constatación del estado actual del periodismo.
Thayer es un veterano periodista estadunidense, forjado en zonas de conflicto y especialista en el sudeste asiático. En casi tres décadas de carrera periodística ha trabajado para medios como Associated Press, Jane’s Defense Weekly o el Washington Post, además del periódico Phnom Pehn Post de Camboya y el desaparecido mensuario Far Eastern Economic Review, que se editaba en Hong Kong y pertenecía a Dow Jones y el Wall Street Journal.
Thayer transcribe en su blog una plática que tuvo con un potencial cliente a través de correo electrónico. El 4 de marzo por la tarde, Olga Khazan, la editora internacional de The Atlantic Magazine (la revista mensual del rotativo y del grupo editorial del mismo nombre) contacta a NK News (un sitio de Internet en inglés basado en Washington que se enfoca en Corea del Norte), en donde Thayer había publicado un artículo.
Khazan quería saber si Thayer estaba interesado en “reutilizar” ese texto en la página electrónica de The Atlantic. El director de NK News, Tad Farrell advierte que su medio posee los derechos, pero le propone “comprometerse mutuamente”. Khazan contesta que “por supuesto”, e insiste en que le interesa publicar una “versión adaptada” del artículo.
Thayer le pide a la editora que le llame por teléfono, “para ver si podemos trabajar algo”. Después de una breve conversación, él retoma la comunicación escrita con ella y le pregunta de qué extensión quiere el texto, con qué enfoque, para cuándo lo necesita y cuánto se le pagaría. Ella le pide un texto de mil 200 palabras (unos ocho mil caracteres) y le dice que lo esperaría para el fin de semana (ese día era lunes).
Sin aparente agobio, Khazan le suelta que, “desafortunadamente, no te podemos pagar, pero tenemos 13 millones de lectores al mes”, y acota que ella “entiende si ese no es un acuerdo viable” para él, que “sólo quería ver si estaba interesado”.
Thayer responde:
“Soy un periodista profesional que me he ganado la vida escribiendo durante 25 años; no acostumbro ofrecer gratuitamente mis servicios a empresas de medios de comunicación que van a generar dinero usando mi trabajo y mis esfuerzos y eliminando mi capacidad para pagar mis facturas y alimentar a mis hijos”.
Más adelante puntualiza:
“Francamente, me abstendré de ser insultado, pero estoy perplejo porque no entiendo cómo pueden tratar de obtener servicios profesionales de calidad sin garantizar una compensación económica por ellos”.
Khazan le dice que “entiende totalmente su posición”, pero que incluso sus tarifas para notas originales es de 100 dólares. Precisa:
“No cuento con dinero para trabajos freelance. Me gustó tu post (en NK News) y pensé que quizá habrías estado dispuesto a resumirlo para su publicación frente a una audiencia más amplia y sin tener que hacer trabajo de campo adicional. Varios periodistas utilizan nuestra plataforma (en Internet) para ganar más visibilidad en sus objetivos profesionales, pero eso no funciona para todos y, claro, es perfectamente razonable declinar. Gracias y disculpa si te ofendí”.
Siempre con cortesía, Thayer responde que “no hay problema”: “Estoy seguro –le comenta– que estás al tanto de las condiciones cambiantes y de deterioro de nuestra profesión, y de las dificultades para los periodistas serios de poder vivir con su trabajo, lo cual resulta en la disminución de la calidad de las noticias en general”.
Le platica que, “irónicamente”, hace unos años le habían ofrecido un puesto en la redacción de The Atlantic con un salario de 125 mil dólares por la elaboración de seis artículos al año. Respecto a su asunto, Thayer le sugiere a la editora que aplique “una práctica común en nuestros días y ponga a uno de sus practicantes a reescribir el texto, esperando –le dice– que indique la forma en que fue obtenida la información. Y si alguna vez estás interesada en un texto de calidad sobre Corea del Norte y deseas pagar por él –remata Thayer–, por favor échame una llamada”.
Hasta aquí la anécdota del periodista freelance estadunidense.
En México y Latinoamérica (y en España ni se diga) la situación es semejante o peor, y suele justificarse –incluso por los mismos periodistas afectados—en una presunta falta de recursos en los grupos de prensa.
Esa manera de pensar es cuestionable cuando se ve que los presupuestos fluyen correctamente 1) en la cobertura de notas de poco aporte periodístico, y 2) en los salarios de directivos y algunos editores y columnistas, cuya disparidad con los que reciben los reporteros de base es, muchas veces, indignante.
El dinero que hay, se canaliza, pues, a otras prioridades.
En Bélgica, por ejemplo, el salario promedio bruto establecido de un fotoperiodista es de 3,030 euros mensuales; el de un reportero, 3,287; el de un camarógrafo, 3,329; el de un secretario de redacción, 3,495; el de un jefe de edición, 3,683; el de un editor de sección, 3,789; y el de un jefe de redacción, 4,145, según datos de la Asociación de Periodistas Profesionales (AJP, por sus siglas en francés) de septiembre de 2010. Detalla que 86% de los periodistas que aportaron la información para hacer los anteriores cálculos tenían un contrato permanente.
La misma fuente indica que, en términos de antigüedad, en Bélgica un periodista de menos de dos años de experiencia percibe un ingreso promedio mensual bruto de 2,360 euros; entre 6 y 10 años de experiencia, 3,040 euros; entre 16 y 20 años percibe 3,626 euros, y con más de 30 años, 3,997 euros. Lo anterior significa que, en teoría, la diferencia entre lo que gana un periodista novato y uno veterano es de 1,637 euros, es decir, que un periodista belga verá crecer 60% su salario a lo largo de su carrera profesional (por esa razón 40% de ellos contempla cambiar de giro).
Actualmente, el salario mínimo en Bélgica es de 1,502 euros mensuales brutos, el segundo más alto de Europa después de Luxemburgo (1,874 euros), de acuerdo con la agencia de estadística europea, Eurostat.
La situación de los freelance belgas no es mejor que en otros países: la AJP asegura que más de la mitad de ellos ganan menos de 2,300 euros brutos al mes, y que incluso 13% no alcanza ingresos superiores a 1,000 euros.
Es verdad que la crisis que está cimbrando a la prensa internacional en lo más hondo de sus estructuras económicas y éticas es muy compleja, y estimula diversas lecturas del problema. Sin embargo, cualquier discusión sobre periodismo de calidad debe incluir otra: la de la dignificación de los ingresos de los periodistas, especialmente de los freelance, que aportan gran parte de la materia gris que hace funcionar el mundo de la prensa.