BRUSELAS (apro).- Roberto Acero Rueda, quien fuera delegado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en Guanajuato, defendió la construcción de parques eólicos en Tamaulipas durante la conferencia anual 2012 de la Asociación Internacional de Evaluación de Impactos (IAIA, por sus siglas en inglés), pese a que él mismo reconoció que esos proyectos tendrán efectos negativos en el medio ambiente y planteó la necesidad de realizar mayores estudios al respecto.
(Artículo publicado el 14 de junio de 2013 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)
“La costa noreste de México, el estado de Tamaulipas, ofrece condiciones ideales, tanto físicas como de uso de tierra, para instalar plantas eólicas. Sin embargo, ese tipo de instalaciones tiene impactos medioambientales que deben ser identificados y estudiados antes de ser implementados”, señala el documento de cinco páginas que resume su participación en ese foro internacional, realizado del 27 de mayo al 1 de junio de 2012 en la ciudad portuguesa de Porto.
Creada en 1980, tal asociación profesional está conformada por 3 mil 400 especialistas de todo tipo de evaluaciones de impacto provenientes de 100 países, por lo que se considera “la red global líder sobre mejores prácticas” en la materia “para la toma de decisiones informadas de políticas, programas, planes y proyectos”.
Aun así, el pasado 2 de abril el gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, y el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, celebraron el inicio de la construcción en Reynosa del parque eólico El Porvenir, cuya inversión será de 140 millones de dólares y será conformado por 30 aeroturbinas distribuidas en mil 100 hectáreas, y el cual podría entrar en operación en noviembre próximo.
“La obra que hoy inicia es de mucha importancia para el estado, pues será una fuente de empleo durante el periodo de construcción y por la derrama económica que genera”, declaró Torre Cantú en esa ocasión.
Bajo el título Plantas eólicas: efectos e impactos medioambientales en la costa noreste de México, el texto de Acero en Portugal —al cual tuvo acceso Apro— refiere que “la generación de energía a través de parques eólicos tiene muchos beneficios: no produce gases tóxicos, no contribuye al calentamiento global o la lluvia ácida y no genera desechos peligrosos”, y agrega que, por otro lado, brinda una alta eficiencia energética, ya que por cada kilowatt de energía eólica producido se evita la generación de 0.60 kilogramos de dióxido de carbono (CO2), 1.33 gramos de dióxido de azufre (SO2) y 1.67 gramos de óxidos de nitrógeno, entre otros.
Acero —que fue destituido como delegado en Guanajuato de la Semarnat por probables violaciones a las leyes medioambientales después de un procedimiento efectuado en 2004 por la desaparecida Secretaría de la Función Pública—, participó en la conferencia de la IAIA en su calidad de “investigador senior” del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciatec), un organismo con sede en León, Guanajuato, que pertenece a la red del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) del gobierno federal.
En su presentación —que realizó el 31 de mayo de 2012 en una sesión dedicada a las energías renovables— recuerda que Greenpeace y el Consejo Mundial para la Energía Eólica establecen que para 2025 más de la tercera parte de la energía que se consuma en el planeta provendrá del viento, por lo que el gobierno mexicano “ha comenzado un ambicioso programa para construir plantas eólicas” en dos principales zonas del país: la costa noreste (en el estado de Tamaulipas) y el Istmo de Tehuantepec (en el estado de Oaxaca).
En su exposición, Acero se enfocó en los resultados arrojados por tres estudios de impacto realizados en la costa norte del Golfo de México, específicamente en los municipios de San Fernando, Matamoros y Reynosa, donde se preveía desde entonces el desarrollo de proyectos eólicos, pese a que ahí están ubicadas las reservas protegidas de Laguna Madre y Río Bravo Delta, “de importancia a causa de su biodiversidad, principalmente por sus especies de aves”, reconoció el expositor.
En esas zonas protegidas “hay más de 450 especies de aves acuáticas y terrestres que conforman 15% de todas las aves migratorias que llegan anualmente de Estados Unidos y Canadá”, además de 144 especies de aves residentes, 2.7% de las cuales son de tipo endémico (restringidas a esa ubicación geográfica), precisó, y mencionó que ahí se asienta 36% de la población mundial del “espectacular” pato de cabeza roja y habita la única colonia reproductiva de pelícano blanco de las costas del país y la más alta concentración nacional de aves costeras.
“Una de las principales funciones biológicas de la región es servir como corredor para las aves migratorias acuáticas, que resulta en el porcentaje más alto (59%) de aves migratorias con respecto a los registros de fauna aviar en el área, y de aves residentes (38%); dado que estas especies surcan el Golfo de México, esta zona es de las más importantes del continente para las aves de presa”.
La presentación anota que los estudios de impacto detectaron que la instalación de parques eólicos “producirá en promedio cerca de 90 impactos en cada proyecto, de los cuales 67 son de baja magnitud, 20 de importancia media y tres de alta importancia, fundamentalmente relacionados con el impacto que la operación de las turbinas tendrá sobre la vida natural de las aves y en los procesos de movilidad de las especies”.
“Es obvio que la fase de operación provocará el mayor número de potenciales impactos significativos, que podrían afectar los recursos bióticos (aves) en sus rutas hacia sus espacios geográficos, varios de los cuales están bajo un régimen de protección, así que es claro que el resultado de estos efectos negativos puede traducirse en la modificación de los patrones de conducta de esos vertebrados”, advierte, y agrega que el resto de los impactos se refiere al uso del suelo y sus efectos sobre los procesos del medio ambiente inerte y la tierra, que implicarán una mayor alteración a los ecosistemas actuales.
Además, señala, “es posible” que se produzca un “desorden negativo” en la movilidad de las especies terrestres como resultado de la presencia de la gente y la maquinaria necesaria para la instalación de las plantas eólicas, y afirma que las fundaciones donde serán colocadas las torres de las turbinas ocasionarán la erosión del suelo y la pérdida de sus nutrientes, puesto que se afectará el drenaje vertical de la tierra, lo que modificará la vegetación y la actividad agrícola.
Respecto del aspecto visual de las turbinas, que al operar en sitios descampados para un mejor aprovechamiento de la fuerza del viento pueden ser advertidas a gran distancia, el texto de la exposición plantea que es “altamente subjetivo” juzgar si esa presencia afecta la belleza del paisaje o si deben ser vistas como figuras “elegantes” y “símbolo de un mejor y más limpio futuro”.
No obstante, admite que, a pesar de que el diseño de las turbinas ayuda a reducir “sustancialmente” el ruido de su funcionamiento, éstas aún pueden afectar negativamente la conducta de las especies.
“Las aves pueden ser afectadas por el desarrollo de la energía eólica, debido a la pérdida de hábitat, disturbios en las áreas de alimentación y reproducción y por las heridas o muertes causadas por las aspas del rotor en movimiento” de las turbinas, confirma, para después explicar que incluso con una velocidad de rotación de seis a 16 revoluciones por minuto las aves pueden chocar con las aspas, principalmente durante la noche.
La presentación alerta que lo anterior puede tener un impacto todavía más significativo debido a que el área de los proyectos eólicos se localiza al lado de la reserva natural de Laguna Madre y Río Bravo Delta y en parte de la ruta migratoria de varias especies de aves protegidas, a lo que hay que añadir que, con la pérdida de vegetación que acompaña la construcción de parques eólicos, se alterarán los patrones de conducta de la fauna local y las aves modificarán gradualmente sus rutas de tránsito.
Los estudios en la zona identificaron 14 “impactos significativos”, de los cuales “sólo” cuatro afectan el medio ambiente y reportan consideraciones de recursos bióticos (aves) en el área, pero “sin alcanzar niveles que pongan el peligro el estatus y la conservación de ellos”, señala, y concluye que “la instalación de turbinas eólicas en esta área es viable desde un punto vista medioambiental porque no promueve ni incrementa la fragmentación del ecosistema”.
Anota que no habrá “cambios significativos” en las tendencias medioambientales de la zona, y que, en cualquier caso, el espacio afectado sería “únicamente 0.97% de la superficie total de los proyectos eólicos.
A pesar de que los proyectos se ubican en el área adyacente a las zonas protegidas de Laguna Madre y Río Bravo Delta, no se esperan impactos negativos de consideración en la presencia de aves migratorias, asegura Acero en su exposición, aunque luego admite que este aspecto “debe ser estudiado con mayor profundidad”, ya que esa es una de las principales recomendaciones hechas por los estudios de evaluación de impacto.
Más todavía, en sus conclusiones reconoce que tales proyectos eólicos “podrían conllevar algunos daños en la vida natural, especialmente aves, que necesitan ser estudiados en un análisis a largo plazo”, y precisa que “ésa fue la principal recomendación a los promotores del proyecto, ya que no existían estudios sobre este punto y hoy las discusiones de los posibles efectos del parque eólico se dan sin una resolución final”.
No obstante, sostiene que la promoción y la construcción de parques eólicos se facilitan en Tamaulipas. La razón: ahí la propiedad de la tierra está en manos privadas, a diferencia de la región del Istmo de Tehuantepec, en donde la mayor parte es de tipo comunal, además de que esas plantas son una fuente de empleos.