BRUSELAS (apro).- Un pequeño carro alegórico atrajo la atención de los miles de participantes del famoso carnaval anual de Aalst, que tuvo lugar el domingo 10 en esa ciudad al norte de Bélgica donde se habla neerlandés. La representación alegórica simulaba un vagón de tren como los que usaban los nazis para la deportación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
La escena causó escándalo: el tren alegórico era conducido por varios hombres disfrazados de oficiales del Tercer Reich, quienes reían y bebían champán con música popular alemana de fondo.
Durante el desfile, éstos repartían entre los asistentes panfletos con un fotomontaje: en ellos aparecen tres militares nazis de alto rango con los rostros de dirigentes del partido gobernante en la región, Nueva Alianza Flamenca (NVA, por sus siglas en neerlandés), de corte nacionalista.
Uno de los políticos parodiados fue Wart de Wever, el presidente del partido que pugna por la separación de Bélgica de la región de idioma neerlandés (Flandes) y actual alcalde de Amberes. En la parte superior del panfleto aparecía el logotipo de las “SS”, los escuadrones de la muerte de Adolfo Hitler.
Los individuos vestidos de nazis de pies a cabeza saludaban cordialmente a la gente, que en general respondía de la misma forma. Un niño, que traía puesta la ropa tradicional de los judíos ortodoxos, iba sentado en las piernas de un soldado nazi, quien conducía la minúscula locomotora que jalaba el vagón, en cuyo interior había personas actuando como deportados. En un costado se podía ver escrito Zyklon, el químico utilizado en las cámaras de gas. Otra de las consignas escritas: “SS-VA: tren de deportación para los francófonos”, en referencia a la comunidad belga que habla francés en la mitad sur del país, además de Bruselas, la capital nacional.
El carro alegórico nazi intentaba parodiar las políticas nacionalistas extremas del NVA. El carnaval de Aalst se distingue de otros por su tono burlón con la clase política: las efigies, los gigantes y los disfraces que se ven desfilar reproducen frecuentemente los rostros de políticos belgas.
Uno de los creadores del vagón de la polémica, Jacques Jacquemin, declaró a la televisión en neerlandés VTM que esas políticas extremistas de NVA tienen por objetivo “desaparecer cualquier elemento francófono en Aalst” (que en francés se llama Alost). Por eso, aclaraba otro de ellos, Michel Keymeulen, las personas que participaron en el proyecto habían “puesto atención en no presentar ninguna cruz gamada” (suástica) y habían decidido “sólo utilizar el símbolo de las SS”.
El escándalo había estallado días antes de iniciar el carnaval. De hecho, los noticiarios belgas habían adelantado desde el jueves 7 la presencia del polémico carrito alegórico e incluso presentaron imágenes de éste.
Bart de Wever rechazó participar en el carnaval a causa de la controvertida representación alegórica. En declaraciones a la televisora VTM –que reprodujo el canal francófono belga RTL—, De Wever dijo que entendía que el sentido mismo del carnaval es la exageración de las representaciones y que respetaba la elección política de los participantes. “Algunos lo consideran chistoso, otros lo ven de mal gusto”, manifestó.
Otro de los políticos de NVA parodiados en los panfletos, el alcalde de Aalst, Christoph D’Haese, minimizó los hechos argumentando que se trataba de un carnaval caracterizado por la burla y la sátira política. Lo mismo opinó el ministro de Pensiones de Flandes, Alexander de Croo.
La clase política francófona belga expresó su rechazo y su preocupación por la banalización de uno de los capítulos más trágicos de la historia. Como era de esperarse, quienes protestaron vivamente fueron las asociaciones judías y aquellas que combaten el antisemitismo y el racismo.
Maurice Sosnowski, presidente del Comité de Coordinación de las Organizaciones Judías de Bélgica, consideró que “se puede ser excesivo sin ser inútilmente hiriente”. “Las víctimas de la Shoah –lamentó– han sido evidentemente lastimadas y eso es inadmisible”.
Advertencia
Sin embargo, la polémica trascendió las fronteras de la política local belga y se convirtió en un problema mayor para el país por una razón: el carnaval de Aalst, que data de hace 600 años, es considerado desde 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El 14 de febrero, la directora general de tal organismo internacional, Irina Bokova, expresó su indignación a través de una carta en la que describió el falso tren nazi del carnaval de Aalst como “antisemita”.
Días antes, el lunes 11, la Liga contra la Difamación (ADL, por sus siglas en inglés) –una organización no gubernamental internacional con base en Nueva York que combate el antisemitismo y el racismo– había escrito a Bokova para denunciar el hecho.
El director nacional de la organización, Abraham H. Foxman –él mismo un sobreviviente del nazismo—manifestó a Bokova: “Estamos escandalizados del hecho de que se haya incluido en el carnaval de Aalst tan terrorífica representación alegórica que trivializa y se burla del Holocausto”.
Agregó que “actos públicos de esta naturaleza no caben en ninguna sociedad, por lo que es más incomprensible que puedan suceder en un evento afiliado a la Organización de las Naciones Unidas”.
La ADL solicitó a la Unesco que expresara su posición al respecto y que Bokova “disociara públicamente” a esa organización de la ONU del “repugnante incidente”. Fue más allá: solicitó que advirtiera a los organizadores del carnaval de Aalst que su inclusión en la lista de la Unesco estaba en riesgo.
En su respuesta, la directora general de la Unesco también se dijo “profundamente consternada” por tal representación alegórica.
“Es un insulto a la memoria de los 6 millones de judíos que fueron asesinados durante el Holocausto”, señaló Bokova, y le dio la razón a Foxman: “El Holocausto no debe ser trivializado a causa de una situación política o local o para alimentar el odio, desdeñando una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad”.
Bokova acusó que el falso tren nazi “es contrario a los valores del carnaval de Aalst” y también “a los valores de la Unesco, que promueven el entendimiento mutuo, la tolerancia y la paz”.
La funcionaria internacional dejó claro que “la tradición de sátira del carnaval no puede justificar el recurso a los estereotipos antisemitas”.
Pero además de “condenar públicamente” el acto como “una violación al espíritu del carnaval de Aalst y a los valores de la Unesco”, Bokova dijo que había contactado a las autoridades belgas, como lo prevén las directivas de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
Su artículo segundo estipula que la Unesco toma en consideración únicamente “el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes, y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos, así como de desarrollo sostenible”.
La ministra de Cultura del gobierno flamenco, Joke Schauvliege, respondió a la Unesco: “Lamentamos –señaló– que los participantes del carnaval hayan sido percibidos como personas que querían divulgar un mensaje antisemita”.
La ministra “condenó cualquier forma de antisemitismo y odio racial”, pero defendió a las personas disfrazadas de oficiales nazis y su vagón de deportación, argumentando que “el carnaval es un momento para el tono burlesco, frecuentemente en forma grotesca”.
Schauvliege insistió en su carta que el carnaval “es un lugar donde se caricaturizan personalidades, hechos de actualidad o situaciones. Eso se hace con frecuencia de manera grotesca, con apoyo en exageraciones estereotipadas. Y esa es la naturaleza de un carnaval”, concluyó.