Los carburantes biológicos constituyen una alternativa viable al petróleo, pero apostar a la nueva fuente energética, como lo hace México, implica riesgos para otros sectores económicos (como la agricultura) y los ecosistemas. Las advertencias de los científicos ya fueron escuchadas por los gobiernos europeos, pero el de Felipe Calderón no ha reconsiderado su decisión de seguir ese camino, que implica destinar grandes extensiones de tierra a los cultivos que alimentarán más a la industria y menos a la gente.
(Artículo publicado en la edición del 8 de abril de 2008 de la revista PROCESO)
BRUSELAS.- Mientras la Unión Europea (UE) está reconsiderando su política de promoción de biocombustibles tras la publicación de numerosos reportes sobre el daño que provocan en los ecosistemas, además de su alto costo a cambio de magros beneficios sociales, el gobierno de Felipe Calderón se apresta a convertir a México en un “competidor mundial” de esa clase de combustibles.
“México requiere de bioenergéticos”, por lo que “debe enfrentar el reto” y “fortalecer sus capacidades” para producirlos, afirmó Juan Rafael Elvira Quesada, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) el pasado 4 de marzo en esta capital europea, donde participó en la primera Conferencia Ministerial sobre Medio Ambiente UE-Latinoamérica.
El gobierno mexicano se alinea así a la controvertida posición de gobiernos como el de Brasil –el primer exportador de bioetanol en el mundo–, que defienden la masificación del uso de tales carburantes a fin de reducir las emisiones causantes del cambio climático. En el caso del dióxido de carbono, se calcula que la disminución sería hasta de 40%.
Sin embargo, los 27 gobiernos nacionales de la UE cuestionan esa medida y el pasado 22 de febrero respaldaron en bloque una petición del Parlamento Europeo para que la Comisión Europea adopte de manera anticipada “criterios de durabilidad obligatorios” en el marco de su legislación relativa a la calidad de los carburantes. Los Estados miembros pretenden así evitar que los productores de bioenergéticos no tomen en cuenta los efectos negativos sobre los ecosistemas, tales como la deforestación, la escasez de agua o el alza del precio de los alimentos.
El pasado 15 de octubre, el relator especial de la Organización de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, el suizo Jean Ziegler, demandó una moratoria de cinco años a la producción de biocombustibles, como también lo exigen ONG ecologistas. La razón: contribuyen a aumentar el hambre en el mundo al utilizar cada vez más tierras antes destinadas al cultivo de alimentos.
Los gobiernos europeos han reconocido públicamente que el objetivo de aumentar el consumo de biocombustibles en el transporte, de 2% actual a 10% en 2020 –como lo propuso la Comisión Europea el 23 de enero pasado–, no es posible lograrlo sin perjudicar el medio ambiente en los países productores.
Tal es la preocupación que, el 14 de enero pasado, el propio comisario de Medio Ambiente de la UE, Stavros Dimas, admitió en una entrevista con la BBC de Londres que “los problemas ambientales y sociales causados por los biocombustibles son más grandes de lo que habíamos pensado”. Sin embargo, a diferencia del comisario Dimas, el secretario Elvira Quesada declaró que no está “a favor ni en contra de los bioenergéticos”, aunque en todo caso, dijo a este corresponsal, la decisión de promoverlos es una “política de Estado” en México desde que la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos el 7 de febrero pasado.
Elvira revela un dato inquietante. Desde la aprobación de dicha ley, y cuatro meses después de que Alberto Cárdenas Jiménez, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), anunció que México planea destinar durante este sexenio 300 mil hectáreas a la producción de bioenergéticos, el presidente Calderón no ha convocado a su secretario de Medio Ambiente para discutir el tema a profundidad y únicamente ha tratado con él “lineamientos en lo general”.
–¿Podría el secretario encargado de proteger el medio ambiente condicionar su apoyo a tal política si ésta no cumple con lineamientos de particular atención en esa materia? –le pregunta el corresponsal a Elvira Quesada.
–No es una decisión del secretario de Medio Ambiente. Es una decisión del Estado, del presidente de la República, de los acuerdos que se tomen en la Comisión de Bioenergéticos (en la que participan también las secretarías de Energía, Economía, Agricultura y Hacienda y Crédito Público).
El titular de la Semarnat entregará en las próximas semanas los “lineamientos de sustentabilidad” que deben cumplirse para que los bioenergéticos no impliquen el deterioro del medio ambiente mexicano. Sin embargo, desde hace años se producen cantidades moderadas de biodiésel y etanol en Michoacán, Chiapas y Oaxaca. Además, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey realiza estudios de viabilidad de cultivos de maíz y palma de aceite con ese propósito, de acuerdo con la página electrónica de “agronegocios” Imagen Agropecuaria.
Productor mundial
El 7 de diciembre de 2007, durante una conferencia en la Cámara de Comercio México-Estados Unidos, el titular de la Sagarpa, Alberto Cárdenas, aseguró que “México reúne todas las condiciones de biodiversidad para convertirse en un importante productor mundial de bioenergéticos”.
De acuerdo con una nota del sitio especializado Planeta Azul, Cárdenas indicó en su conferencia que México pretende producir etanol a partir de plantaciones de caña de azúcar, yuca, sorgo dulce y remolacha. Estos dos últimos cultivos abundan en el norte del país, recalcó el funcionario.
Por otro lado, el gobierno prevé la producción de biodiésel en la zona del “trópico húmedo mexicano”, que conforman Veracruz, Chiapas, Tabasco y Campeche. Para ello se pretende extender los sembradíos de girasol, canola, cártamo, soya y, sobre todo, palma de aceite y jatrofa o piñoncillo.
Además, Elvira Quesada agrega en la entrevista que el gobierno impulsará con ese fin la explotación de “tierras inviables para la ganadería y la agricultura, que pertenecen al sector forestal, al bosque y a la selva”.
No obstante, la estrategia establecida por el gobierno mexicano es “equivocada”, según se establece en un reporte del Parlamento británico publicado el 21 de enero pasado con el título ¿Los biocombustibles son sustentables?
El reporte señala que producir biocombustibles de “primera generación”, que provienen de cultivos de alimentos, como lo hará México (a diferencia de los de “segunda generación” que derivan de la madera), causa un “grave deterioro del medio ambiente”.
El documento, del que Proceso obtuvo una copia, establece que convertir tierra de bosques, selvas o zonas tropicales en cultivos de bioenergéticos de primera generación, resulta más contaminante porque produce entre 100 y 200 toneladas de dióxido de carbono por hectárea.
Esto se debe al proceso de alteración del suelo, el uso de maquinaria para el cultivo, el transporte del carburante al punto de venta y el uso de fertilizantes, los cuales liberan una “altísima cantidad” de óxidos de nitrógeno, un gas que junto con el dióxido de carbono interviene en el llamado efecto invernadero.
Esa gran cantidad de emisiones contaminantes únicamente puede ser compensada por la producción de biocarburantes después de un período de 50 a 100 años, indica el reporte británico.
Eso no es todo. La palma de aceite, que busca explotar la administración de Calderón en el sur del país, goza de mucha demanda en la industria internacional de los bioenergéticos por su alto rendimiento: una hectárea produce 9 mil 980 litros de biodiésel por año, mientras que una hectárea de maíz produce 145 litros en el mismo lapso.
Entre 1967 y 2000, el cultivo de palma de aceite en el mundo creció de 2 mil a 30 mil kilómetros cuadrados. Los especialistas prevén que esa superficie sea el doble en 2020.Con base en un estudio de la ONU, el reporte británico señala que cultivar palma de aceite es particularmente dañino para la naturaleza. Por ejemplo, señala que si ese cultivo continúa expandiéndose en Indonesia, en 12 años arrasará todos sus bosques.
El Instituto Mexicano de los Biocombustibles, organización civil que promueve el uso de estos carburantes, señala en un estudio fechado en agosto de 2006 que entonces había en México 2.5 millones de hectáreas “con buen potencial” para el cultivo de palma de aceite, localizadas en Campeche, Tabasco, Veracruz, Quintana Roo, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas. El gobierno chiapaneco incluso –dice el análisis– ofrecía gratis la planta y apoyaba su siembra con 2 mil pesos por hectárea.
Ventajas “insignificantes”
En la entrevista, Elvira Quesada dice que la producción de bioenergéticos es un “buen nicho de oportunidades para generar ingresos a la población”. Sin embargo, un reporte confidencial del Joint Research Center, el órgano científico interno de la Comisión Europea, estima que “los empleos que se puedan crear por la industria de los biocombustibles se equilibrarán con los que se pierdan en los sectores afectados”.
Ese reporte –divulgado el 18 de enero por la organización no gubernamental Friends of the Earth– considera que esos supuestos beneficios son “insignificantes”.
Más aún: un informe de la ONG británica The Institute of Science in Society, publicado el 6 de marzo de 2006, expone que 100 hectáreas dedicadas a la agricultura familiar da trabajo a 35 personas; destinada al cultivo de palma de aceite y caña de azúcar, a 10; y a la soya, una y media.
Retomando datos de International Food Policy Research Institute, un organismo civil con sede en Washington, el informe agrega que, si continúan las tendencias actuales, el precio de los alimentos básicos aumentará entre 20 y 33% en 2010, y entre 26 y 35% en 2020.
La Agencia Holandesa de Evaluación Medioambiental confirmó, en un informe del 4 de marzo, que “todos” los expertos que consultó coincidieron en señalar que las políticas de promoción de bioenergéticos “conllevan un incremento de las materias primas”.
Además, el documento del Parlamento británico citado advierte que, con todo y los altos precios del petróleo, los biocarburantes pueden ser hasta 65% más caros que la gasolina para los consumidores.
Aún así, en la conferencia del 7 de diciembre, el secretario Alberto Cárdenas mencionó que el desarrollo de la industria de los biocombustibles permitirá que México alcance la seguridad energética, pues ahora depende de sus hidrocarburos.
Pero la recomendación del Joint Research Center a la UE apunta lo contrario: “Es mucho mejor hacer inversiones suplementarias para incrementar las reservas estratégicas de petróleo” que producir biocombustibles. El programa europeo puede costar hasta 100 mil millones de dólares.