ARCHIVO: Alemania: Nuevo enfoque hacia América Latina

BERLÍN (apro).- La política latinoamericana de España y, en particular, su acercamiento con ciertos regímenes como el de Venezuela, Bolivia o Cuba, divide a Europa.

Consecuencia: Alemania –un protagonista económico europeo de consideración en la región– ha decidido “reorientar” sus “lineamientos programáticos” hacia Latinoamérica.

(Artículo publicado el 1 de mayo de 2006 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)

Su objetivo: reacomodar los intereses del país tras el viraje ideológico latinoamericano a la izquierda, y defender en la Unión Europea (UE) una diplomacia “independiente” de la española, que Berlín acusa de operar no siempre en beneficio del bloque comunitario.

Dicha “reorientación” diplomática es la primera para Latinoamérica que elabora el gobierno de coalición conformado por los partidos socialdemócrata y el demócratacristiano de la canciller Ángela Merkel, electa en noviembre pasado.

Tales lineamientos serán los que guiarán las posiciones alemanas a partir de la Cumbre UE-Latinoamérica y el Caribe que se realizará el próximo 12 de mayo en Viena, Austria.

Esas nuevas líneas de acción tienen origen en una propuesta trabajada por el Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, un centro de investigación que regularmente provee de reportes estratégicos sobre la región al Ministerio alemán de Exteriores, cuyo titular es el socialdemócrata Frank-Walter Syeinmeier.

El subdirector de la institución y responsable del documento, Detlef Nolte, explica a Apro:

“Alemania no puede competir con la influencia de España en Latinoamérica, por lo que tenemos que cooperar estrechamente con ella. Sin embargo, debemos definir también nuestros propios intereses en la región, separando los económicos de la ayuda al desarrollo y los relatibos a la seguridad internacional”.

Menciona entonces sus recomendaciones, expuestas en un reporte de su autoría titulado ¿Avances en el camino hacia una alianza estratégica?, el cual fue divulgado en 2004 con motivo de la pasada cumbre UE-Latinoamérica de Guadalajara.

Este documento estratégico hace un diagnóstico sobre la situación general:

“Existe una gran asimetría entre los dos aliados: la UE en tanto segundo socio comercial, principal inversionista y fuente más grande de cooperación al desarrollo, reviste para Latinoamérica una importancia mucho mayor que la que esta región tiene para la UE. Analizando las cosas fríamente, en las prioridades de la política exterior de la UE, latinoamérica ocupa en el mejor de los casos el sexto o séptimo lugar”.

Continúa:

“Alemania, por ejemplo, solo realiza un dos por ciento de su comercio exterior con Latinoamérica: la UE 4.6 por ciento. El comercio exterior con Suiza supera el nivel de intercambio con todos los países latinoamericanos juntos”.

Sin embargo, lo novedoso, advierte Detlef, es que en Alemania “hay una cierta revaloración de la importancia latinoamericana”.

Ese texto enumera al menos tres razones por las que al país le conviene acercarse a Latinoamérica con el fin de ganar influencia en el escenario europeo:

“Tanto Latinoamérica como Europa están interesadas en que la política internacional no sea dominada unilateralmente por Estados Unidos, y que también Estados Unidos se someta a los tratados internacionales y se dejen integrar en un sistema de normas comunes”.

Como ejemplo cita la oposición de México y Chile a la guerra en irak, así como el apoyo latinoamericano a iniciativas europeas rechazadas por Washington, como el Tratado de Kyoto (entró en vigor el 16 de febrero del año pasado), el tribunal Penal Internacional de La Haya (entró en vigor el 1 de julio de 2002) o la Convención Internacional contra las Minas Antipersonales.

Otro motivo: la participación de Latinoamérica en la “seguridad global” y la llamada “gobernanza mundial es un tema predilecto de la política exterior alemana”, señala el texto.

En concreto, el consultor propone impulsar desde Berlín –que cada año desembolsa dos mil millones de euros en misiones de paz en Afganistán, Kosovo y otros “focos rojos”–, una mayor implicación militar latinoamericana, dado el “alto grado de profesionalización que las fuerzas armadas de la región han alcanzado”.

Otra área de interés alemán, analiza Detlef, es la “búsqueda de consensos en Naciones Unidas”, donde “Latinoamérica representa un grupo de países relativamente grande que, en conjunto con la UE, puede generar mayorías en las votaciones”.

Especialmente una: “Alemania espera obtener apoyo en Latinoamérica para su aspiración de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Brasil ya se comprometió en ese sentido y recibe, a su vez, el apoyo de Alemania en sus propios esfuerzos (por el mismo objetivo). En este punto se produce una situación de competencia con México”.

La recomendación: “Desplegar una campaña más activa con los países latinoamericanos para conseguir ese apoyo”, de modo estratégico el de México, el otro “peso pesado regional”.

Diferencias con España

Uno de los cuatro funcionarios de más alto rango en el Ministerio de Exteriores manifiesta:

“Compartimos muchas posiciones con España. (Pero) existen desacuerdos generales cuando intervienen ideologías o idealismos. A veces observamos que en la política española (hacia Latinoamérica) hay expectativas falsas. España es como parte de Latinoamérica y por eso comparte emociones. Le falta la distancia, le falta realismo”.

El diplomático –que quiso guardar el anonimato, aunque permitió grabar la conversación en su despacho del Ministerio de Exteriores y disponer de material fotográfico–, se queja de lo ocurrido con Cuba, a la que, en noviembre de 2004, la UE levantó el “congelamiento diplomático” a propuesta del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.

En 2003 el entonces presidente José María aznar había promovido en Bruselas esas sanciones, a raíz del encarcelamiento de decenas de opositores al régimen de Fidel Castro.

El veterano diplomático, que manifestó su admiración por el “modelo” de moderación que representa la izquierda chilena y, en particular, la nueva presidenta Michelle bachelet, dice:

“Respaldamos a Españ en flexibilizar la relación de la UE con Cuba. Pero en Alemania nunca nos hicimos ilusiones de la respuesta de Fidel Castro. Los españoles pensaron que Castro iba a contestar estos avances con cierta liberalización y apertura. No lo hizo. No pasó nada”.

También se muestra crítico con el presidente venezolano Hugo Chávez, quien ha visitado Alemania en cuatro ocasiones y a quien Zapatero le ha dado apoyo militar:

“Chávez basa su política en un alto precio del petróleo. No (busca) el desarrollo del país. Es una situación bastante riesgosa. (Su política) es típica de cierto populismo: darle el pescado a la gente, no las redes para pescar. Vemos que en Venezuela se desarrolla una autocracia (…), que hay tendencia a violar ciertos principios democráticos, como la equidad partidista”.

El entrevistado –un influyente arquitecto de la política alemana hacia Latinoamérica– acusa la lógica detrás de esas posiciones españolas:

“España es el socio comercial más importante de Cuba, y detrás de eso (su activismo para el levantamiento de las sanciones), existen intereses comerciales muy claros (…) Nuestra relación económica con Venezuela, por otro lado, es bastante buena, pero no estamos bajo presión como España para venderle armas”.

Para entender el trasfondo de esos comentarios, hay que mirar los intereses de Alemania en Latinoamérica.

Pese a las dificultades económicas que atraviesa la llamada “locomotora europea”, el dinamismo de su comercio supera al de España en las “grandes” naciones latinoamericanas. En venezuela, Cuba y Bolivia es limitado.

Una tercera parte de las importaciones europeas de México, Brasil, Argentina y Chile, es de origen alemán.

Incluso, las exportaciones alemanas a México alcanzaron el año pasado un máximo histórico de 5 mil 900 millones de euros, en parte debido al crecimiento económico mexicano.

El poderío teutón no acaba ahí. En Latinoamérica existen dos mil empresas de esa nacionalidad, cuyos productos fabricados in situ tienen un valor de 57 mil millones de euros; es decir, cuatro veces el monto de sus exportaciones al continente, 14 mil 900 millones de euros.

Más aún: contando las inversiones y reinversiones vía terceros países, las alemanas acumulan un volumen de 38 mil 500 millones de euros: 42 por ciento en Brasil y 28 por ciento en México. Esas invesriones generan 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en cada uno de ambas economías. La competencia proviene de España, la única nación europea que invierte más.

Sin embargo, es una realidad que la política exterior latinoamericana de la UE se diseña en gran parte desde Madrid, por cuestiones de historia y cultura.

El subdirector del Instituto Alemán de Relaciones Internacionales y de Seguridad, Günther Maihold, explica el mecanismo detrás de lo que considera “una pérdida de peso alemán en Latinoamérica”.

Indica: “Existen dos agendas: la de España, con una valoración propia de sus intereses, y la comunitaria, que no corresponden necesariamente. España ha ‘europeizado’ su agenda en el Consejo de Ministros (los 25 gobiernos de la UE). Eso pasó, por citar un caso, con Cuba: en Alemania había un rechazo claro (a la flexibilización)”.

Maihold, uno de los asesores que más escucha el gobierno alemán, analiza otro aspecto del fenómeno:

“El sistema de ‘canje’ de la política exterior de la UE tampoco ayuda. La lógica es: ‘Tú me apoyas en Venezuela y yo en Malasia’, lo que desdibuja cualquier toma de posición reduciéndola a mínimos acuerdos”.

El mismo excanciller alemán Gerhard Schröder manifestó, el 8 de noviembre de 2004, que España llegaba a adoptar posturas “contra la UE”, en referencia al tema cubano.

En ese sentido, Maihold dice ya estar advirtiendo al gobierno alemán de irse preparando para encarar una “desestabilización regional”, cuya mecha prenderán Chávez y el presidente de Bolivia, Evo Morales, “quienes están impulsando la estatización y la personalización de la política atacando las instituciones democráticas”, alerta.

Un pasaje sucedido el 30 de marzo del año pasado ilustra el tamaño de la frustración alemana. Lo contó a este corresponsal uno de los tres máximos responsables del departamento alemán para Latinoamérica.

Ese día Zapatero y Chávez firmaron en Caracas un protocolo para el suministro de armas españolas al ejército “bolivariano”: cuatro corbetas, cuatro guardacostas, 10 aviones de transporte militar C-295 y dos más para patrullaje marítimo CN-235, todo con un valor de mil millones de euros.

El funcionario dice, con aire de resignación, que viendo la escena en los noticiarios, él y otros diplomáticos de su departamento comenzaron desde ese día a formularse con insistencia una pregunta: “¿De verdad compartimos los mismos valores democráticos (con España)?”. Exclama: “¡Si en este momento nos piden armas los venezolanos, es seguro que no se las vamos a vender!”.

Y deja entrever la gravedad del diferendo, al comentar que el gobierno está siendo presionado por sus asesores externos para que “defina una posición frente a Chávez” abandonando su actual “ambigüedad”.

Como sea, el episodio de las armas españolas provocó un disgusto mayor a la diplomacia alemana, porque éste saltó del ámbito puramente birregional al de la “agenda global”.

Dos semanas previas, el 12 de marzo, el entonces presidente de Irán, Muhammad Khatami, realizó una visita oficial a Venezuela.

En esas fechas, diplomáticos alemanes, británicos y franceses estaban amenazando a Teherán con retirarse de las tensas negociaciones que sostenían en torno al programa nuclear iraní. Le advertían que, sin un cambio de política, girarían el asunto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que tiempo después finalmente pasó.

Hacía dos meses que, en un acto que la prensa occidental interpretó como provocación, autoridades iraníes habían retirado los sellos que protegían la planta nuclear de Natanz, con el fin de reanudar sus actividades.

Pero ante semejante ambiente de tensión, a Chávez no le importó echar leña al fuego. Así, durante la visita de Khatami, le ofreció a éste el apoyo de Venezuela a los planes de su país de generar energía atómica con la desaprobación de la comunidad internacional, tanto de Washington como de Bruselas.

Y no sólo eso: Chávez se implicó en el cierre de acuerdos de cooperación con Irán –hasta 20– en el ramo petroquímico, económico, agrícola, y la apertura de líneas crediticias para el fomento del comercio bilateral, y la construcción de viviendas y tractores. Las declaraciones de apoyo mutuo contra Washington persisten.

“En Latinoamérica podemos tener una política independiente a la de España o Francia, defendiendo nuestra idea de la democracia”, afirma el funcionario alemán de la sección latinoamericana. Y añade: “en Irak la pudimos sostener frente a Estados Unidos”.