Crisis es una palabra habitual en el periodismo mexicano, pero la que transcurre en el distante mundo de los corresponsales es quizá a la que menos se le presta atención y que igual perjudica al conjunto del servicio informativo. Si echamos un vistazo a nuestros diarios nacionales, resulta que actualmente hay más interés por la información internacional pero, de forma contradictoria, cuentan con equipos cada vez más reducidos de corresponsales propios.
(Artículo de opinión publicado en la edición de Agosto de 2003 de la revista especializada en periodismo y comunicación ETCÉTERA)
(Desde entonces la cobertura internacional no ha mejorado significativamente en la prensa mexicana)
Si hacemos un recuento grosso modo, más de la mitad de la información internacional publicada en la prensa mexicana proviene de agencias de noticias y de diarios extranjeros de renombre como The Financial Times, Miami Herald, International Herald Tribune, Le Monde, Libération, El País, El Mundo, The Guardian… Pero a la inversa, el número de corresponsales “de la casa” a los que se publica periódicamente en los siete diarios más importantes de México, anda por los 25.
Algo todavía más grave: más o menos 40% de las plazas en el extranjero son otorgadas a periodistas no mexicanos y el porcentaje va creciendo. En las revistas de mayor tiraje, esa participación es mayoritaria.
El efecto, así de simple, es que la prensa mexicana está comprando una visión del mundo y su interpretación que no es la suya.
Es cierto que los medios de países “periféricos” adquieren prestigio por la publicación de “plumas” extranjeras famosas y análisis de rotativos de peso pesado.
El problema es que en México está demasiado cargada esa preferencia, a veces francamente innecesaria desde un punto de vista periodístico.
¿Qué hace el diario quizá más influyente de México alimentándose del español El País hasta en sus notas, cuando tiene a su disposición un grupo muy talentoso de corresponsales?
Hay que entender que no es la misma lectura la española que la alemana o la británica, por ejemplo, en problemáticas dentro de la Unión Europea (UE). La reciente reducción de subsidios agrícolas no conviene a España y es normal que ese interés se refleje periodísticamente en sus notas, aunque México y América Latina deseen el término del proteccionismo europeo.
La UE que muchos en México conocen es la que ve España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia… cuyo periodismo pone el acento en lo que interesa y atrae a sus ciudadanos, algo que es natural. Así, a cambio de prestigio y negocios, los rotativos mexicanos le están dando acceso a los extranjeros a un público masivo al que jamás podrán llegar por su elevado costo en el mercado local, y por idioma en ciertos casos.
Habrá quien piense que la importación del periodismo global aumenta la competencia y desnuda nuestro rezago e impreparación. En parte es cierto. Pero habrá otros que vean cómo estamos dando oro por cuentas de vidrio.
Creer que es más cómodo salir día tras día a comprar comida que prepararla en casa, suena lógico pero no resuelve la problemática de fondo.
En cualquier caso, el impacto de seguir haciéndolo tendrá dos consecuencias muy dañinas para la salud informativa nacional. A la larga no habrá cuadros de corresponsales mexicanos listos para renovar a los pocos que hoy quedan, y nuestra dependencia a lo que nos cuenten los demás del mundo se profundizará.
Mirada al norte
Tampoco los corresponsales europeos pasan por sus mejores momentos. Sin embargo, no hay diario serio sin un equipo sólido y bien pagado.
Los grandes diarios generan, además de reportajes especiales, sus propias notas por corresponsalía y ocupan menos las de agencias. Los de presupuesto menor intentan equilibrar lo mejor posible esa relación.
Aunque el número de corresponsales free lance está creciendo en Bélgica, por ejemplo el número de dichos periodistas creció en una década de 10 a 25%, también ocupa un lugar primordial el debate sobre sus derechos laborales, e incluso existe una sección especial para ellos en la Federación Europea de Periodistas, presente en 30 países del viejo continente.
En muchos casos son las matrices las que envían a su propia gente afuera, y en algunas redacciones internacionales puede haber un editor por región con el fin de garantizar un alto nivel de especialización.
En México es diferente. El personal de las secciones internacionales es minúsculo. A los directores de diarios les cuesta trabajo contratar corresponsales como no pasa con las demás secciones, en las que se da por entendido que se necesitan reporteros de tiempo completo. Por lo tanto, ser “independiente”, el estatus legal con el que se les conoce a los free lance en Europa, es la regla obligada para el grueso de los corresponsales para México.
Primera consecuencia: la ausencia de compromiso firme. Abundan entonces los corresponsales para quienes los medios mexicanos son su segunda, tercera o hasta cuarta chamba.
En esas condiciones la mayoría se desanima y se dan historias como la de Madrid, donde por un diario han pasado siete corresponsales en dos años.
Al no poder disponer de colaboradores seguros, se les reemplaza con las agencias. Y aparece la segunda consecuencia: al corresponsal se le considera un lujo y no el elemento indispensable que es, como el resto de las partes de cualquier medio.
Se argumenta falta de recursos. No lo discuto, pero creo que ese no es el motivo esencial.
Otra vez recurro a un comparativo con Europa. Si vemos sus rotativos, la jerarquización que hacen de los asuntos internacionales es más alta, y más amplios los espacios que se le destinan.
Aunque su foco de atención está en el mismo continente y Estados Unidos, la cobertura de África y Medio Oriente no se queda atrás, y se pueden encontrar buenos reportajes sobre Asia y Latinoamérica. La mirada europea es la de una metrópoli.
Es muy comprensible que la nuestra lo sea menos y estén siempre limitadas al mínimo las páginas internacionales, con lo cual podemos deducir que los lectores mexicanos no están tan bien enterados de lo que pasa en el mundo como los europeos.
Por razones que no requieren explicación, los medios mexicanos están volcados a la información de procedencia estadounidense.
Bien o mal, los diarios nacionales han cimentado corresponsalías, algunos hasta con más de una plaza, en Washington y/o Nueva York, reflejando verdadero interés y probando que ese esfuerzo vale la pena.
Pero más allá del vecino del norte, los presupuestos se estrechan y parece que ni siquiera América Latina merece un despliegue noticioso propio que dé posibilidad a la investigación.
Es así que sobran las políticas editoriales por región: ¿para qué planificar proyectos de trabajo y seguimiento de historias si el patrón diario es la improvisación? Y se cierra el círculo: como se da por hecho que no hay espacio ni inversión para corresponsales, de nada sirve comprometerse con un equipo propio si además están las agencias y los paquetes de información de rotativos importantes que dan prestigio.
El desafío en México será romper con esa cadena de calamidades predestinadas. No hay nada más patético en periodismo que vivir de renombres prestados y ver con los ojos de los demás, cuando lo único que le falta a los medios mexicanos es tenerse más confianza y apostar en sí mismos.