Poco o nada se espera ya de la quinta cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea, Latinoamérica y el Caribe que se realizará en Perú esta semana. Los investigadores consideran que estas reuniones están prácticamente agotadas por factores como el crecimiento de la UE y su falta de consenso, la atención al terrorismo y la falta de integración regional de América Latina, con el régimen de Chávez en Venezuela y el apoyo de Bolivia, Cuba y Nicaragua. Ahora, dicen, la UE no sabe lo que espera de Latinoamérica y viceversa…
(Artículo publicado en la edición del 11 de mayo de 2008 de la revista PROCESO)
BRUSELAS.- Las cumbres de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea (UE), Latinoamérica y el Caribe –cuya quinta edición se realizará este 16 y 17 de mayo en Lima, Perú– están agotadas.
“Las cumbres han ido perdiendo gas después de las tres celebradas en Río de Janeiro (1999), Madrid (2002) y Guadalajara (2004). La cumbre de Viena (2006) vivió una clara devaluación de sus objetivos. Este hecho y el desánimo instalado en muchos de los participantes nos deben llevar a reflexionar sobre el futuro de las cumabres”, señala Carlos Malamud, investigador principal de temas latinoamericanos del Real Instituto Elcano de Madrid.
En la primera de esas cumbres –celebrada los días 28 y 29 de junio de 1999 en Brasil–, ambas regiones proclamaron una “alianza estratégica” en los ámbitos político, económico y cultural, detallada en los 55 puntos del Plan de Acción que acompaña a la Declaración de Río.
Allí, los asistentes se comprometieron, por ejemplo, a impulsar “una cooperación más estrecha en los foros internacionales”, a “fortalecer la protección y promoción de los derechos humanos”, a “invitar a la sociedad civil a participar en la implementación de iniciativas”, y a “trabajar con miras a la modernización” de los Estados. En este último aspecto, aclararon que se trabajaría “en especial con respecto a los sistemas electorales, la administración de justicia, los sistemas tributarios y las políticas presupuestarias, como mecanismos para la redistribución de la riqueza y de los ingresos generados por el desarrollo económico”.
A pesar de la existencia de ese marco teórico, apunta Malamud en un reporte aparecido el 10 de enero pasado, “ambas partes han sido incapaces de dotar de sustancia al que hasta ahora se estima como su mayor producto”.
Retomando la opinión de Stephan Sberro, codirector del Instituto de Estudios de Integración Europea del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Malamud estima que “el único resultado concreto” que se puede atribuir a las cumbres es el programa EurosociAL.
Ese programa, aprobado en Guadalajara y dotado de un modesto fondo de 30 millones de euros, se creó “para facilitar los intercambios de buenas prácticas” en materia de lucha contra la pobreza, la que alcanza a 194 millones de latinoamericanos, 36.5% de la población total, según datos de 2006 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
No obstante, el pasado 28 de agosto, el gobierno de Suecia anunció un plan que recortó a menos de la mitad la cooperación para el desarrollo de Latinoamérica.Ese país nórdico decidió reducir de 70 a 33 el número de naciones beneficiadas por esos fondos. Así, en su programa “a largo plazo” sólo figura Bolivia y, en lo que respecta a los apoyos a “países en conflicto o post-conflicto”, aparecen Colombia y Guatemala.
Quedaron excluidos de tales fondos Nicaragua, Honduras, El Salvador, Cuba y el anfitrión de la próxima cumbre, Perú. En conjunto, las naciones mencionadas recibieron 65.6 millones de euros en 2006, según estadísticas de la Dirección para la Cooperación Internacional al Desarrollo de Suecia.
“Y esto ocurre en un contexto en el que se decide darle prioridad a combatir la pobreza, pero se elimina a países como El Salvador, Nicaragua y Haití, manteniendo a otros como Serbia y Turquía”, lamenta Malamud.
Agenda doble
El pasado martes 6, durante una rueda de prensa, la comisaria de Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, defendió la utilidad de las cumbres con el argumento de que “representan una excelente oportunidad para que los líderes se hablen directamente” y “establezcan estrategias” tendentes a solucionar los problemas globales.
Günther Maihold, subdirector del Instituto Alemán para Política Internacional y Seguridad, opina lo contrario: “La diplomacia de las cumbres parece haber llegado a su fin con la ampliación de la UE el 1 de mayo de 2004, lo cual llevó a 10 presidentes adicionales a la mesa de negociación de la Cumbre de Viena” (del 11 al 13 de mayo de 2006).
La cumbre de 1999 convocó a 48 gobernantes, mientras que para la de Lima se espera la asistencia de 60, ya que el 1 de enero de 2007 ingresaron Bulgaria y Rumania a la UE. Lo anterior –abunda Maihold en el reporte ¿Sirve de algo el diálogo político entre la UE y Latinoamérica?, financiado por la Fundación Carolina de España– ha provocado “la pérdida de intimidad entre los mismos presidentes, ya que apenas logran entablar conversaciones más allá de sus encuentros bilaterales”. Menciona que, por otro lado, la celebración, en el marco de la cumbre de Viena, del Primer Foro de Negocios Eurolatinoamericano y de una cumbre alternativa –el encuentro social Enlazando Alternativas–, a la que asistieron los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Venezuela, Hugo Chávez, así como el vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, “dieron un acento diferente a la ya rutinaria diplomacia de cumbres”.
Así, continúa Maihold, a raíz del interés de tales mandatarios por influir en los sectores alternativos y tener presencia en los medios de comunicación, se ha establecido una nueva “agenda doble”, que “desvirtúa y quita legitimidad” a las deliberaciones de la cumbre oficial. Malamud sostiene que detrás de todo esto hay una grave falta de “claridad conceptual”: “La UE no tiene claro qué espera de Latinoamérica y viceversa”.
Y refiere la anécdota de un hecho que se produjo el 9 de octubre pasado, en Santiago de Chile, durante la última reunión anual del Foro de Biarritz, evento que se creó un año después de la Cumbre de Río para “reflexionar” sobre la relación entre ambas regiones.
En la discusión, el ministro de Exteriores argentino, Jorge Taina, comenzó su intervención mencionando el conflicto que sostiene su país con Gran Bretaña respecto a la soberanía de las islas Malvinas.
“De este modo, explica Malamud, Taina no sólo mandaba señales equívocas de lo que espera Argentina del diálogo con la UE, sino que también supeditaba la relación birregional, y toda su potencialidad, a la superación de un conflicto que debe resolverse en otras instancias y ante el cual la UE en su conjunto no puede dejar de apoyar la postura británica.”
Aunado a ello, añade, los gobiernos latinoamericanos carecen de un “lobby eficiente y eficaz” en Europa. Ello deriva en una incapacidad para “movilizar” a favor de algunas de sus demandas a países europeos con intereses económicos y lazos culturales en la región, como España, Portugal, Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia. “Hacen la guerra por su cuenta, incluso en Bruselas, lo que resta fuerza a sus posiciones ante las instituciones de la UE”, advierte el académico.
Incertidumbre
José Antonio Sanahuja, director del Departamento de Cooperación y Desarrollo del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, también apunta que “en la relación birregional hoy existe malestar, incertidumbre y, a veces, perplejidad”, lo que pone “en duda” su “relevancia y eficacia”.
En el referido reporte de la Fundación Carolina, Sanahuja expresa que una de las causas de que eso ocurra es que la actual estrategia hacia Latinoamérica de la UE, que se estableció en 1995 en el documento Actualidad y perspectivas del fortalecimiento de la asociación, obedecía a otra época.
Explica que tal estrategia apostaba a la integración latinoamericana a través de la concertación de políticas en la región, y después a los diálogos con otras regiones, así como a una “auténtica” integración del tipo europeo, con un mercado único, mayor igualdad social y fortalecimiento de las instituciones colectivas.
Para alcanzar esos objetivos, la UE decidió entablar un diálogo político regional con los países latinoamericanos y sus proyectos de integración (Mercosur, la Comunidad Andina y el Sistema Centroamericano), apoyarlos con programas de cooperación y ofrecerles “acuerdos de asociación” a cambio de un “nivel suficiente” de integración.
“La pertinencia y la validez de tal estrategia –expone Sanahuja– están en duda por los cambios que se han dado desde entonces: En el contexto internacional la agenda está marcada por la primacía de la seguridad y ‘la guerra global contra el terrorismo’ que se inicia con los atentados del 11 de septiembre de 2001, y la nueva agenda de desarrollo definida por los Objetivos del Milenio, que reclama mayor atención hacia los países afectados por el terrorismo trasnacional y el integrismo religioso, o bien hacia los países más pobres.”
A escala interna, prosigue el investigador español, la UE atraviesa una “etapa de incertidumbre” respecto a su futuro debido a la ampliación de Europa en 2004 y al “no” de Francia y Holanda a la Constitución Europea al año siguiente, mientras que Latinoamérica atraviesa un nuevo ciclo político con la llegada al poder de gobiernos de izquierda, y con el debate sobre una vinculación más estrecha con Estados Unidos o la apuesta por la integración sudamericana.
Malamud plantea que una paradoja de tal estrategia europea es que los únicos acuerdos de asociación económica, concertación política y cooperación han sido firmados con países individuales: México en 2000 y Chile dos años después.“Sin embargo –dice–, nada indica que la UE vaya a cambiar su estrategia negociadora regional y pase a valorar los acuerdos bilaterales.”
–¿Qué papel juega Hugo Chávez en tal situación? –pregunta el corresponsal.
–La presencia de Chávez se ha convertido en un factor de división, de una manera que nunca había sucedido en el pasado. Si se confirma el ingreso de Venezuela en el Mercosur, la negociación con la UE sería más incierta por el papel negativo que jugaría Chávez. No sólo debilita la existencia de una posición común latinoamericana, sino también hace cada vez más difícil el diálogo con Europa. Gracias al apoyo de Bolivia, Cuba y Nicaragua, la posición de Venezuela se ha visto reforzada en estos foros. Y si es difícil que la UE hable con una sola voz, en el caso latinoamericano esto es hoy simplemente imposible.