BRUSELAS (apro).- Luego de que Francia decidió cerrar unilateralmente sus fronteras con Italia para evitar el paso de miles de inmigrantes provenientes de Túnez y Libia –muchos de ellos provistos de permisos italianos de residencia temporal–, el Tratado de Schengen, que significó uno de los avances más valiosos de la integración europea, la libre circulación de personas y mercancías sin controles fronterizos, podría ser modificado y limitado para regocijo de la extrema derecha.
(Artículo publicado el 24 de Mayo de 2011 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)
Francia e Italia, con gobiernos conservadores y fuertes partidos de extrema derecha –en Francia el Frente Nacional se coloca en tercer lugar en los sondeos de cara a las elecciones presidenciales del año entrante– han promovido una reforma del Tratado Schengen que les permita reintegrar las barreras fronterizas en caso de “situaciones excepcionales”, como el flujo masivo de inmigrantes.
El Tratado Schengen fue firmado el 14 de junio de 1985 en esa ciudad de Luxemburgo por cinco de los entonces diez Estados miembros de la Comunidad Económica Europea. En 1997 se incorporó al acervo legislativo de la UE.
Actualmente forman parte del llamado “espacio Schengen” 22 de los 27 países asociados a la UE (Gran Bretaña, Irlanda, Chipre, Rumania y Bulgaria están fuera), más Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein. Así, para los jóvenes europeos menores de 30 años, la reintroducción de las fronteras representa el regreso a un pasado que no conocieron.
En ese espacio de libre circulación, las personas atraviesan de un país a otro por tierra sin percatarse que lo han hecho. Por vía aérea, un individuo que ha pasado los controles aeroportuarios puede viajar libremente hacia otros países Schengen, incluso un turista no europeo dentro del tiempo permitido de estancia (tres meses en el caso de los mexicanos).
Más aún: los autobuses de línea belgas entran a pueblos holandeses fronterizos como parte de su recorrido habitual.
Sin embargo, los Estados miembros mantienen el control de sus fronteras y pueden restringir el desplazamiento de una persona en cualquier momento bajo ciertas condiciones muy precisas.
Por ejemplo, la policía belga y holandesa realizan con frecuencia controles antidrogas sobre el tren que va de Ámsterdam a Bruselas, y la policía alemana detiene incluso en la madrugada los autobuses que vienen de Francia y Bélgica para llevar a cabo un control de pasaportes de los pasajeros.
Durante ciertas cumbres de líderes mundiales o eventos deportivos internacionales, como las Copas del Mundo de futbol, los países del espacio Schengen recuperan el control absoluto de sus fronteras.
La Comisión Europea considera que hay “lagunas” en el tratado, por lo que elabora actualmente una propuesta de ley que reinstale los controles fronterizos en ciertos casos, que aún tiene que determinar con suma exactitud.
La problemática se complica: un grupo de expertos de los Estados miembros evaluó positivamente la entrada de Rumania en el espacio Schengen y podría aprobar el ingreso de Bulgaria a finales de este año.
Varios países, entre ellos Francia y Alemania, se oponen a que se incorporen a la libre circulación de personas ambos países de la UE desde 2007, pero Hungría, que detenta la presidencia semestral de la UE, está presionando para que los ministros del interior de la UE tomen formalmente nota de esas buenas evaluaciones durante su reunión el 9 de junio entrante, lo que empujaría su causa.
Por otro lado, este 24 de mayo la Comisión Europea propondrá un sistema temporal de visados a ciertos países de los Balcanes. La razón: algunos Estados miembros se quejaron de que las solicitudes de asilo de ciudadanos de Serbia y Macedonia se dispararon desde que en diciembre de 2009 se les permitió viajar sin visa a los países del espacio Schengen.
Caso danés
El pasado 10 de mayo tuvo lugar en el Parlamento Europeo un debate en torno al Tratado Schengen, en el que participó el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
El funcionario europeo puntualizó que era “un gran progreso de civilización que los países sean capaces de derribar las fronteras y dejar a los ciudadanos fluir libremente”, y recordó que desde el año pasado la institución a su cargo está preparando una propuesta para ”fortalecer” el mecanismo de Schengen.
Tal propuesta, enfatizó, tiene el objetivo de dar “un paso adelante en la gestión comunitaria del sistema Schengen” y en “la cooperación entre Estados miembros”, incluyendo el fortalecimiento de la agencia policiaca que vigila las fronteras exteriores de la UE (FRONTEX) y el avance hacia un Sistema Europeo Común de Asilo.
Y advirtió: “No se trata de encontrar la manera de que los Estados miembros reintroduzcan los controles fronterizos. Estoy convencido que hacer eso socavaría catastróficamente no solo lo que Europa ha construido en los últimos 61 años, sino que sabotearía la viabilidad de nuestros esfuerzos para construir una Europa próspera y unida en el futuro”.
Al día siguiente, 11 de mayo, Barroso quedó en ridículo: el gobierno de Dinamarca anunció que había decidido, unilateralmente, implantar controles permanentes en sus fronteras con Suecia y Alemania, cuyas autoridades no habían sido informadas previamente, como tampoco el presidente de la Comisión Europea.
El ministro danés de Economía, Claus Hjort Frederiksen, dijo ese día que el aumento del crimen en los últimos años había empujado al gobierno a tomar esa decisión.
Explicó que edificarán nuevas instalaciones en la frontera con Alemania, las cuales dispondrán de modernos equipos electrónicos, como dispositivos de identificación de matrículas y escáneres que puedan descubrir personas, armas o drogas en contenedores. También se redoblará la vigilancia en sus fronteras marítimas y en los aeropuertos del país.
Los controles carreteros –que requerirán una inversión de 36 millones de euros– comenzarán a funcionar a principios de junio próximo, y estarán completamente operativos en 2013.
En realidad, Dinamarca ha endurecido fuertemente sus leyes migratorias y restringido los derechos de los extranjeros desde que en 2001 llegó al poder una coalición entre los partidos Liberal y Conservador en alianza con el Partido Popular Danés (PPD), de extrema derecha. Entre 2001 y 2009 tal gobierno lo encabezó Anders Fogh Rasmussen, el actual secretario general de la Organización del tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En noviembre pasado, el gobierno danés aprobó una ley que restringe el reagrupamiento familiar de los inmigrantes provenientes de países pobres.
Tras el anuncio del restablecimiento de controles fronterizos en Dinamarca –que celebrará elecciones generales– la presidenta del PPD, Pia Kjaersgaard, declaró que ella había trabajado “muy duro” para que se diera tal decisión.
Con esa polémica abierta, un día después en Bruselas tuvo lugar una reunión especial de ministros del Interior de la UE, en la que discutieron la propuesta franco-italiana que planteaba la suspensión temporal del Tratado Schengen para afrontar la llegada masiva de inmigrantes.
Ahí, el ministro danés del Interior, Soren Pind, aclaró que los nuevos controles fronterizos no tenían el propósito de verificar sistemáticamente los pasaportes ni combatir la inmigración ilegal, sino frenar el crimen y la evasión fiscal, y que conciernen solo áreas que no contempla el Tratado Schengen.
Furioso, Barroso dirigió el 13 de mayo una carta al primer ministro danés, Lars Lokker Rasmussen. En ella expresa su “grave preocupación” acerca del propósito de tales medidas, y advierte que éstas “parecen poner en duda el buen funcionamiento del mercado único europeo y los beneficios que un área integrada generan tanto a empresarios como a ciudadanos”.
Barroso elevó su tono al señalar que Dinamarca debía “probar que sus medidas no violan las leyes comunes a la UE”, en tanto que pide al país una actitud de “cooperación abierta y constructiva” con la Comisión Europea, institución que, amenaza, “tomará todos los pasos necesarios” para que el gobierno danés cumpla a cabalidad con las leyes europeas.
Cortina de humo
El día de la reunión especial en Bruselas, el 12 de mayo, el director de la oficina para la UE de Amnistía Internacional, Nicolas Beger, acusó que “la verdadera agenda de los ministros europeos es bloquear la llegada de gente desesperada y vulnerable.
“No han hecho ni un simple compromiso tangible para recibir refugiados de África del Norte y, en cambio, han creado una cortina de humo, haciendo pequeños ajustes a medidas innecesarias y satisfaciendo caprichos políticos sin compartir la responsabilidad para acoger a esta gente”, lamentó.
Berger denunció que los gobiernos europeos exageraban la dimensión del flujo migratorio proveniente de la región norafricana: “Los países vecinos de Libia han acogido a la mayoría de las personas que han huido del conflicto, es decir aproximadamente 710 mil. A las costas europeas han llegado unos 30 mil: ese modesto número no debería de ejercer ninguna presión sobre los sistemas de protección y recepción de la UE”.
Los grupos mayoritarios del Parlamento Europeo se oponen a cualquier modificación del Tratado Schengen.
En el citado debate del 10 de mayo, Barroso fue acusado por éstos de haber cedido a las presiones de la extrema derecha de Italia y Francia con su propuesta de reforma del Tratado Schengen, que presentó una semana antes.
El líder del grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, el alemán Martin Schulz, consideró tal propuesta ”exagerada y fuera de lugar”. El líder del grupo del Partido Liberal, el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, la describió como ”una vergüenza”; en tanto que el líder del grupo del partido Verde, el alemán Daniel Cohn-Bendit, consideró que se estaba configurando una “Europa a la carta” con el argumento de la “inseguridad”.
Incluso el eurodiputado alemán Manfred Weber, a nombre del Partido Popular Europeo –familia ideológica a la que pertenecen Silvio Berlusconi y Nicolas Sarkozy– afirmó que “nadie pone en tela de juicio” el Tratado Schengen porque lleguen cada año a Suecia 25 mil inmigrantes, por lo que le sorprendía que ahora se discuta su modificación ante la llegada del mismo número de personas a las costas de Malta y a la isla italiana de Lampedusa.
El apoyo del Parlamento Europeo es determinante. La Comisión Europea tiene que elaborar una propuesta de ley sobre cómo se coordinaría una reintroducción temporal de los controles fronterizos, basándose en las discusiones de los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE reunidos en el Consejo Europeo del 23 y 24 de junio próximos.
Cualquier promulgación de ley al respecto necesita, desde que entró en vigor el Tratado de Lisboa en 2010, el aval del Parlamento Europeo.
Los gobiernos europeos reunidos en el Consejo podrían saltarse la aprobación tanto del Parlamento Europeo como de la Comisión Europea si abandona el procedimiento de una propuesta legislativa y opta por, simplemente, emitir una Declaración formal con sus propias reglas de funcionamiento del Tratado Schengen.
Tal opción, que sería interpretada como autoritaria por las instituciones ignoradas, no la descartan funcionarios del Consejo consultados para su edición del 19 de mayo por el semanario británico European Voice, especializado en asuntos de la UE.