BRUSELAS.- La ineptitud de las autoridades mexicanas para someter al crimen organizado da vida a una escandalosa insensibilidad oficial. Frente a la falta de resultados, muchos gobernantes y funcionaros mexicanos hallan una justificación que los disculpe de no estar haciendo bien su trabajo. Y en la elaboración de esos pretextos se encuentran, a veces involuntariamente, dosis tremendas de menosprecio por las víctimas.
(Versión editada del artículo de opinión publicado el 29 de Septiembre de 2008 en el blog colectivo de periodistas MUNDO ABIERTO)
Hace unos meses, por ejemplo, algunos periodistas nos reunimos con la embajadora mexicana ante la Unión Europea, Sandra Fuentes-Berain, y con un grupo de sus colaboradores. Después de discutir varios temas, llegamos al de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez.
La primera reacción de la embajadora fue aceptar que había un problema de impunidad. Comentó que ella apoyaba personalmente la lucha por justicia de Arsène Van Nierop, la madre de Hester, una joven holandesa asesinada en Juárez hace 10 años, y cuyo crimen sigue impune. Pero conforme avanzaba la charla, el discurso de la ex embajadora en Holanda comenzó a tomar un tono preocupante, por los matices que iba introduciendo. Y terminó diciendo, más o menos así, lo que en otras ocasiones ya había declarado públicamente, y que compone el discurso oficial en relación al tema:
–Muchachos, tienen que entender que la situación es muy complicada: durante mucho tiempo no se hizo nada; es una zona fronteriza, por naturaleza conflictiva; los estados (mexicanos) son soberanos en ese aspecto y son ellos los que investigan. El problema no se va a resolver de la noche a la mañana…
Sus palabras fueron chocantes, viniendo de un alto funcionario del gobierno federal, quien se supone que debe cumplir con la función de encarar los problemas del país, y más si se trata de otorgarle algo de credibilidad al sistema judicial y al combate contra la impunidad.
–Embajadora, le comenté, ¿se da cuenta de lo que nos está diciendo? ¿Se puede imaginar cómo se sentiría la madre de una víctima si le da esa explicación?
Desafortunadamente, está documentado que eso, y peores cosas, han tenido que soportar los familiares de las centenas de niñas y mujeres asesinadas de parte de las autoridades.
Otro caso que ahora recuerdo me lo comentó Héléne Roux durante una visita al Parlamento Europeo el pasado 1 de julio. Roux, periodista francesa, es miembro de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos en México, organismo europeo que ese día presentaba su último informe.
Cuenta que, en el marco de la realización del documento, se reunieron en México con el fiscal especial para la atención de delitos contra periodistas, Octavio Alberto Orellana. Resulta que una de sus asistentes, de plano, con un sarcasmo fuera de lugar, les soltó el siguiente comentario:
–¿Y por qué no van con los narcotraficantes a pedirles cuentas? Son ellos los que matan a los periodistas ¿no?
Roux todavía sonríe, como sintiendo vergüenza ajena, cuando lo recuerda. El informe de la comisión, por cierto, incluye este fragmento de una entrevista a un representante de la mencionada fiscalía especial para periodistas asesinados, quien no quiso declarar con su nombre:
“Nueve meses y medio después tuvimos que empezar de cero porque sabíamos que no habían existido peritajes correctos; no se habían hecho las investigaciones correctas. ¿Para qué apoyarnos en un expediente que nos habían mandado si no era real? Entonces tenemos que empezar de cero. ¿Se pueden imaginar ustedes? Nueve meses y medio después regresar al lugar de los hechos y ¿qué encontramos? (Hay que) buscar el arma, buscar la pistola (…) y las ONG nos piden resultados en un día”.