Empresas automotrices y petroleras cabildean ante las autoridades europeas en contra de medidas que las obligan a reducir la emisión de gases contaminantes. Al mismo tiempo, financian a supuestos centros de investigación que niegan el cambio climático al que contribuyen esas compañías. Y más: lanzan campañas de publicidad para mostrarse como lo que no son: firmas “ecológicas” cuyos productos ayudan a disminuir la contaminación.
(Artículo publicado en la edición del 12 de Noviembre de 2007 de la revista PROCESO)
BRUSELAS.- En el anuncio publicitario, un flamante automóvil negro sale veloz de una curva. Al fondo se extiende un paisaje de verdes montañas bajo un cielo azul turquesa. Las nubes parecen moverse y acentúan la sensación de poderío del vehículo: el modelo Avensis de la marca japonesa Toyota.
“Con 177 caballos de fuerza, a toda velocidad hacia Kyoto”, reza el eslogan, en referencia al tratado internacional que pretende reducir las emisiones de gases contaminantes causantes del cambio climático.
El anuncio fue prohibido el 21 de octubre de 2005 por el Jurado de Ética Publicitaria de Bélgica, donde fue difundido por diarios y revistas. La razón: engañaba al consumidor al relacionar la potencia del carro con una supuesta disminución de smog.
El pasado 24 de mayo, el gobierno británico penalizó la publicidad del RX 400h de Lexus, la firma de lujo de Toyota. También daba información tramposa. El automóvil, un tipo todo-terreno o 4×4, genera una cantidad de contaminantes superior al de uno común (192 gramos de dióxido de carbono por kilómetro en lugar de 160).
Pero el fabricante ofrecía “alto rendimiento”, “bajas emisiones de dióxido de carbono” y, por si fuera poco, “cero culpabilidad”.
El colmo, los comerciales del Volvo S60 en la televisión sueca. Se veía allí a una multitud de felices deportistas que trotaban detrás del vehículo respirando el humo del escape. La leyenda: “El vehículo que elimina del aire el ozono peligroso”, el que “limpia el aire”.
Una Corte sueca prohibió su difusión el 10 de febrero de 2004.
El grupo defensor del medio ambiente Friends of the Earth Europe, con sede en Bruselas, publicó el pasado 26 de septiembre un extenso informe en el que denuncia este fenómeno comercial tan de moda. En inglés se conoce como greenwashing y en francés como blanchiment vert. La frase en español es más irónica: “enverdecer la contaminación”.
Tal informe –en poder de Proceso– explica: “Las trasnacionales han integrado a sus estrategias publicitarias reivindicaciones medioambientales con el fin de explotar la preocupación pública sobre temas como el cambio climático y el desarrollo sustentable. El resultado puede verse en los medios de comunicación: muchas empresas se declaran ‘verdes’ a pesar de que, por la naturaleza de sus negocios, destruyen el medio ambiente”.
El informe señala, en particular, a empresas automotrices y de la industria petrolera.
Así, refiere el documento, en un reciente anuncio de la firma anglo-holandesa Shell se observan las chimeneas de una de sus refinerías arrojar nada menos que flores. El eslogan afirma que los excesos de dióxido de carbono que genera la compañía los compensa financiando un programa de cultivo de flores. En realidad, ese programa recibe fondos de Shell que sólo equivalen a 0.3% de sus ganancias.
Luego de que Friends of the Earth Europe interpuso una queja al respecto el pasado 8 de mayo, las autoridades de Países Bajos prohibieron esa publicidad.
Cabildeo sobre ruedas
Como signataria del Protocolo de Kyoto, la Unión Europea (UE) se comprometió a emitir en 2012 un 8% menos de gases de efecto invernadero que en 1990. El pasado 20 de febrero, sus líderes acordaron reducirlos al menos otro 20% entre 2012 y 2020.
El principal es el dióxido de carbono. El 13% del que genera la UE lo causan los automóviles. Sin embargo, en los últimos 17, años la industria del transporte aumentó la cantidad de ese contaminante en 32%, según las estadísticas oficiales de la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Contrario al discurso ecológico que maneja, la industria automotriz cabildea desde hace más de una década contra una norma que la compromete a fabricar carros más “limpios”.
Esta industria se organiza en tres poderosos grupos de lobby en Bruselas, a los que pertenecen varias marcas instaladas en México: European Automobile Manufacturers Association (ACEA) –BMW, DaimlerChrysler, General Motors Europe, Porsche, Ford of Europe, Volkswagen, Volvo, Renault, Fiat y PSA Peugeot Citroën–, la Asociación de Marcas Japonesas (Jama) –Nissan, Toyota, Mitsubishi, Honda, Suzuki, entre otras–, y la que representa a las coreanas Hyundai y Kia (Kama).
El 4 de octubre de 1994, la entonces ministra alemana de Medio Ambiente, Ángela Merkel, propuso a los países de la UE limitar las emisiones de los automóviles a 120 gramos de dióxido de carbono por kilómetro (g./km.). Ese objetivo –que significa una reducción de 35% del smog producido por el parque vehicular– lo adoptó la UE en 1995 y marcó como fecha para alcanzarlo en 2005. Pero la industria automotriz movió sus influencias y en 1996 consiguió que el Consejo y la Comisión Europea lo extendieran: “a más tardar en 2010”.
Tras fuertes presiones de grupos defensores del medio ambiente, en 1998 la ACEA se comprometió con la Comisión Europea a vender en 2008 vehículos que produzcan 140 g./km. (equivalente a 6 litros de gasolina cada 100 kilómetros).
Las otras asociaciones acordaron lo mismo, pero para 2009. El objetivo original –120 g./km.– se pospuso para 2012. Aunque el pasado 7 de febrero la Comisión Europea cedió a un objetivo “menos ambicioso” para ese año: 130 g./km. Las presiones habían sido fuertes.
El pasado 29 de enero, Erich Klemm, miembro del Consejo Supervisor de DaimlerChrysler, declaró al diario alemán Bild am Sonntag que imponer el límite original causaría el cierre de las plantas donde construyen sus modelos más caros, y el despido de 65 mil empleados tan sólo en Alemania.
Tres días antes, esa misma compañía, BMW, Volkswagen y las estadunidenses Ford y General Motors –con el apoyo de ACEA– enviaron una carta al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. En ella le advirtieron que el objetivo de 120 g./km. era “técnicamente irrealizable” y que imponerlo constituye una “intervención política masiva” en la industria europea del automóvil. El problema es que la Comisión Europea va a proponer a finales de este año una ley que fije límites obligatorios de emisiones de dióxido de carbono.
El comisario de Empresa de la UE, el alemán Günter Verheuguen, apoyó las presiones contra la medida: cabildeó dentro de la Comisión Europea a favor de las posiciones de la industria automotriz y en contra de la opinión del comisario de Medio Ambiente, Stavros Dimas, según un reporte del pasado 16 de marzo del organismo Corporate Europe Observatory, que monitorea la actividad de cabildeo en Bruselas.
Las firmas teutonas son las que muestran menos progresos ecológicos, afirma un estudio de la reconocida Federación Europea para el Transporte y el Medio Ambiente, que representa en Bruselas a 49 ONG de 21 países europeos especializadas en el tema.
El estudio –al que tuvo acceso este semanario– indica que en 2006 los nuevos modelos de automóviles redujeron sólo 0.7% sus emisiones contaminantes en relación con el año anterior. Los autos de las compañías que integran la ACEA apenas lograron disminuirlas en 0.2%.
Más aún: la contaminación que generan los vehículos vendidos en España y Austria se elevó, revela el citado reporte, publicado en septiembre de 2007. Los carros más contaminantes en la UE se hallan en Suecia: producen 183 g./km.
El informe pronostica que la industria automotriz, cuyo promedio actual de emisiones es de 160 g./km., no cumplirá sus promesas de recortarlas a 140 g./km. en 2008 y 2009.
Poca rentabilidad
Friends of the Earth sostiene que el objetivo de 1994 es técnicamente viable, puesto que las fabricantes ya producen prototipos de automóviles que consumen muy poco combustible.
El problema, indica, es que la industria automotriz sigue concentrada en producir vehículos más grandes, pesados y potentes, incluso si son los de tipo “híbrido”, que mezclan gasolina y electricidad para su funcionamiento. Casi 60% de los anuncios que difunde la industria en Gran Bretaña lo dedica a promocionar automóviles con esas características, y sólo 3% se concentra en los “ecológicos”.
La misma organización acusa a Volkswagen y sus competidoras alemanas de “gastar miles de millones de euros para publicitar vehículos que emiten más de 200 gramos de dióxido de carbono por kilómetro”.
El 26 de octubre, Volkswagen informó que entre enero y septiembre de este año vendió 4.6 millones de automóviles en Asia, Europa y Sudamérica, 8% más que en el mismo periodo del año anterior. Sus ingresos: 115 mil 760 millones de dólares.
Los vehículos “limpios” –que son más costosos y ligeros, así como menos rápidos– no resultan tan rentables para sus constructores. La mayoría, además, están diseñados para circular en las ciudades y no en carretera.
Un documento oficial de la ACEA –cuya copia obtuvo este corresponsal– revela que Audi sólo vendió 60 unidades de su modelo “híbrido” Audi Duo; que Ford descontinuó su vehículo eléctrico Th!nk porque apenas pudo colocar “unas centenas”; y que de un coche similar, el Seicento Elettra de Fiat, se vendieron 294 y fueron adquiridos sobre todo por entidades estatales.
Las ventas fueron también desastrosas en el caso de los automotores eléctricos de Citroën (106, Partner, J5), Peugeot (AX, Saxo, C15 y Berlingo), Renault (Kangoo) y Volkswagen (Golf City Stromer); así como de los modelos bajos en emisiones, como el A 160 de Mercedes Benz (se vendieron 29 mil), y Astra y Corsa Eco de General Motors.
Friends of the Earth atribuye esa situación al “fracaso” de las estrategias publicitarias de los corporativos. Resultado: En varios países europeos como Alemania, los consumidores están comprando, “como nunca antes”, autos más grandes y potentes, advierte el Centro de Investigación Automotriz de la Universidad alemana de Gilsenkirchen.
Premio a la infamia
El próximo 4 de diciembre tendrá lugar la tercera edición del premio al “peor cabildeo de la UE”, que otorga –con gran interés de la prensa– una coalición de ONG en Bruselas.
Un grupo de nominados lo constituyen Daymler, BMW y Porsche, “por su ofensiva a gran escala contra la reducción obligatoria de las emisiones de dióxido de carbono de sus vehículos”.
Por primera vez también se premiará “el más escandaloso anuncio greenwashing de la UE”. Hay competencia entre los nominados: la europea Airbus, que en una serie de anuncios expone hermosos paisajes en las siluetas de sus pasajeros, afirmando que sus aviones son “ecológicos”; la británica BAE Systems, que en su publicidad asevera que el armamento que fabrica es “amigable con el medio ambiente”; y el Foro Atómico Alemán, que promueve la energía nuclear a través de su campaña Los fastidiosos proteccionistas climáticos.
Los otros nominados son la petrolera Shell, por la publicidad de las refinerías que echan flores en lugar de humo, y la estadunidense ExxonMobil, que de manera engañosa proclama en sus más recientes comerciales que sus refinerías disminuyeron sus emisiones de dióxido de carbono.
Uno muy criticado por los grupos ecologistas es el que se exhibe en un corredor central del aeropuerto internacional de Bruselas, donde suelen transitar los gobernantes de la UE. En él se lee: “ExxonMobil: estamos trabajando para reducir las emisiones de autos, camiones, autobuses y de 6 mil millones 500 mil personas”.
Por el contrario: los datos duros arrojan que, entre 2003 y 2006, las emisiones contaminantes de esta compañía ascendieron de 136 millones 800 mil toneladas métricas a 145 millones 500 mil, de acuerdo con reportes de la propia empresa.
El número de sus derrames de petróleo disminuyó de 370 en 2005 a 295 el año pasado. Pero la cantidad de crudo que desparramó en la naturaleza creció de 12 mil 200 barriles a 40 mil en el mismo periodo, según las mismas fuentes.
Esta trasnacional, además, financia “centros de estudios” que niegan que exista un cambio climático.
Así, investigaciones independientes indican que le otorgó 295 mil dólares al International Policy Network, un think tank con sede en Londres que califica de “mito” las amenazas climáticas; 170 mil dólares al Centre for a New Europe, para el que trabaja el “científico” Edgar Gartner, quien rechaza la importancia del dióxido de carbono en el daño a la atmósfera; y 115 mil dólares al Heartland Institute, que recientemente desplegó en rotativos como el Wall Street Journal o el New York Times una campaña titulada El calentamiento global no es una crisis, cuyo costo total fue de un millón de dólares.
En un acto sin precedente en Gran Bretaña, el 4 de septiembre de 2006 Bob Ward, director de comunicación de la principal academia científica de ese país, la Royal Society, envió una carta de tres páginas a Nick Thomas, director de Esso, la división británica de ExxonMobil.
En la misiva, Ward lamenta las posiciones nada ecológicas del corporativo estadunidense y le exige que deje de financiar a organismos que niegan el cambio climático, ya que, según sus propias averiguaciones, tan sólo en 2005 ExxonMobil entregó 2.9 millones de dólares a 39 grupos de esa índole.