Tres adjetivos describen al expresidente Vicente Fox: ingenuo, arrogante y embustero. Algunas experiencias personales son emblemáticas de ello.
El 19 de septiembre de 2007, en Roma, Fox acudió a una reunión cumbre de la Internacional Demócrata de Centro (IDC), la agrupación de partidos de derecha y democristianos del mundo.
Durante meses Fox había evadido confirmar si era o no candidato a la presidencia de la IDC. En su manera desordenada y superficial de explicar las cosas, le daba vueltas al asunto siempre que le preguntaban.
Ese día en Roma ya no era posible continuar con esa actitud. Pero lo hizo.
Alrededor de la una de la tarde estaba anunciada una rueda de prensa con el español Antonio López-Isturiz, eurodiputado y secretario ejecutivo de la IDC. Como había estado en contacto con él en Bruselas, pedí cubrir esa conferencia, mientras mi compañera Irene Savio, con los demás medios mexicanos presentes, esperó en otro lugar a ver si Fox se aparecía y por fin confesaba sus intenciones.
En la conferencia de prensa, donde no había otros colegas mexicanos, López-Isturiz fue categórico al responderme:
–Esta es una reunión deliberativa. Vamos a elegir la nueva directiva. Fox es uno de los candidatos a presidir la IDC.
Pero justo en el mismo momento, a unos cuantos metros, Fox sostenía su mentira frente a los medios mexicanos:
–Yo vengo como simple militante.
Al día siguiente Fox fue electo co-presidente de la IDC.
Otro episodio. Sucedió el 24 de abril de 2007, en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, Francia.
El eurodiputado español Jaime Mayor Oreja convocó a una conferencia de prensa con Fox, a quien había invitado al Parlamento Europeo para que cabildeara contra los regímenes de Fidel Castro y Hugo Chávez. También estaba Manuel Espino, que preside la rama latinoamericana de la IDC, la Organización Demócrata Cristiana de América.
El encuentro tuvo lugar en una salita de reuniones del Parlamento Europeo. Éramos cinco periodistas: tres de medios mexicanos y dos españoles.
A 20 minutos de haber iniciado, Fox interrumpió la conferencia de prensa para contestar, frente a los corresponsales, una llamada telefónica. Era su esposa Marta Sahagún.
Después de despedirse con un “nos hablamos al ratito” y mandarnos un “saludo de parte de Marta”, Fox continuó respondiendo la pregunta de un colega español que había dejado pendiente.
En un momento dado, como si estuviéramos siendo testigos de un desdoblamiento de personalidad, Fox cambio drásticamente de tema y comenzó a atacar a la revista que me había enviado a Estrasburgo.
Después de despotricar contra ella por haberlos “perseguido” a él y “a la señora Marta, una y otra vez”, Fox se erigió como un mártir de la democracia mexicana. Dirigiéndose a los demás colegas, me señaló y, en un tono entre orgulloso y soberbio, dijo:
–A pesar de esa persecución, aquí está él, ejerciendo su libertad (de prensa)…
–Pues nomás eso faltaba, le alcancé a contestar.
Lo que siguió fue un pesado silencio en la sala.
(Versión editada de un artículo de opinión publicado el 7 de Julio de 2008 en el blog colectivo de periodistas MUNDO ABIERTO, retomado el 15 de Julio de 2008 por la columna Mirador Político del diario LA JORNADA MICHOACÁN)