Siembra de problemas

A contracorriente de la Unión Europea, México autorizó la experimentación con cultivos de maíz transgénico que, de acuerdo con varios estudios, representan un riesgo al medio ambiente, así como una amenaza a la salud humana y animal. Monsanto, Dow AgroSciences y Pioneer son las trasnacionales que realizan esos experimentos en el país, con el aval de la Sagarpa y la Semarnat.

(Artículo publicado en la edición del 21 de Febrero de 2010 de la revista PROCESO)

BRUSELAS.- El pasado 19 de octubre, los 27 ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE) confirmaron su rechazo al cultivo de los maíces transgénicos tipo MON 88017 y MON 89034 –de la firma estadunidense Monsanto–, los mismos que sí aprobó el gobierno de Felipe Calderón para su siembra experimental en México.

Los ministros europeos incluso descartaron, ese mismo día, emitir una autorización común que permitiera la importación, a todo el territorio de la UE, de tales tipos de maíz genéticamente modificados, que serían utilizados para elaborar comida y como alimento para animales.

La razón: el potencial riesgo de efectos indeseables tanto al medio ambiente como a la salud humana y animal.

Antes, el 22 de julio de 2009, en el Comité Permanente de la Cadena Alimenticia y de la Salud Animal de la UE –que vigila la calidad de cualquier tipo de alimento–, sólo 14 de los 27 Estados miembros votaron a favor de su importación.

España es el único país de los 27 que integran la Unión Europea (UE) donde está autorizada la comercialización a gran escala del maíz transgénico, según un informe de Greenpeace International.

La empresa suiza Syngenta fue la primera en obtener el permiso de venta en 1998, y luego la estadunidense Monsanto, que actualmente comercializa en ese país 50 variedades distintas de maíz OGM tipo MON 810.

Tanto el cultivo de maíz transgénico como su comercialización están prohibidos en Austria, Francia, Grecia, Hungría, Alemania y Luxemburgo, que invocaron una cláusula de salvaguarda que les permite suspender la autorización que la Comisión Europea otorgó al comercio de OGM (organismos genéticamente modificados) en 1998. 

El primer gesto político –que muestra la preocupación que existe en la región frente a los OGM– ocurrió el 2 de marzo de 2009, cuando los gobiernos nacionales de la UE rechazaron el intento de la Comisión Europea de obligar a Grecia y Hungría a levantar las restricciones al maíz transgénico de Monsanto.

Pocos días después, el 14 de abril, Alemania prohibió su cultivo. Ese día, la ministra de Agricultura y Protección de los Consumidores, Ilse Aigner, argumentó que había “razón justificada” para concluir que ese tipo de maíz “representa un peligro al medio ambiente”.

En Francia, desde el 12 de enero de 2008 la Alta Autoridad sobre OGM inició el procedimiento de suspensión del mismo transgénico MON 810 a causa de la “aparición de nuevos elementos científicos” que indicaban “un riesgo a la salud y al medio ambiente”.

Actualmente, el gobierno austriaco está exigiendo a la Comisión Europea que le permita a cada país autorizar o no el cultivo de OGM. Más aún, el gobierno de Viena pide que la UE abandone la legislación común sobre OGM, que entró en vigor en abril de 2004 y que aprueba el uso comercial de transgénicos.

Estudios

El instituto estadunidense The Organic Center publicó en noviembre pasado un informe donde explica que el uso de pesticidas disminuyó durante las primeras tres cosechas comerciales de semillas transgénicas de maíz, algodón y soya en Estados Unidos: 1.3% en 1996 y 2.3% en 1997 y 1998.

Sin embargo, en los años posteriores esa disminución desapareció, y en 2007 el uso de pesticidas había aumentado 20% y al año siguiente 27%, debido a la aparición de maleza resistente al glisofato.

El reporte indica que “la extendida adopción de semillas de maíz, algodón y soya resistentes al glisofato ha incrementado de manera vasta el uso del herbicida a base de ese componente químico”.

Ante tal situación, añade el reporte, los agricultores estadunidenses comenzaron a utilizar herbicidas suplementarios y más tóxicos, como el paraquat, que es extremadamente venenoso para el ser humano, o el 2,4-D, uno de los componentes del Agente Naranja utilizado por el ejército estadunidense en la guerra de Vietnam. Además incrementaron la frecuencia y los niveles con que aplicaban tales pesticidas.

The Organic Center considera que “ese creciente abuso de herbicidas antiguos y altamente peligrosos es inevitable en el futuro inmediato”, lo que “profundizará marcadamente los daños en el medio ambiente y a la salud pública”.

Respecto de la salud humana y animal, el pasado 11 de diciembre el Comité de Investigaciones y de Información sobre la Ingeniería Genética (un organismo independiente con sede en Francia) presentó los resultados de un experimento que realizó con ratones que consumieron tres de los más conocidos maíces transgénicos de Monsanto: NK 603 (autorizado en México), MON 810 y MON 863; fueron evidentes los efectos en hígado y riñones, los principales órganos que reaccionan durante una intoxicación alimentaria química, subraya el estudio. Otros efectos involucran el corazón, las glándulas suprarrenales, el bazo y los glóbulos sanguíneos.

El comité concluyó que sus experimentos “sugieren” que esas variedades de maíz genéticamente modificado “inducen a un estado de toxicidad hepato-renal”.

Cada una de esas variedades contiene distintos residuos de pesticidas: glisofato y AMPA en NK 603, Cry1Ab modificado en el MON 810 y Cry3 Bb1 modificado en MON 863. Según el comité, tales sustancias “nunca han sido parte integral de la dieta humana, por lo que las consecuencias a la salud de los que los consumen, especialmente en largos periodos, son actualmente desconocidas”.

El 29 de enero pasado, AgroBio México, el organismo que representa a las empresas de biotecnología como Monsanto, afirmó en un comunicado que dicho estudio “carecía de sustento científico”.

Sin embargo, otro estudio realizado por el propio Ministerio de Salud del gobierno austriaco, divulgado en octubre de 2008, ya había encontrado los mismos daños en los ratones de otro experimento, y no sólo en los riñones, también halló problemas en su sistema de reproducción. Y recomendó “realizar futuros estudios para determinar el impacto de los ingredientes de los OGM en el organismo”.

En México, a pesar de todas las advertencias, el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, declaró el 11 de marzo pasado a la agencia de noticias AP que el gobierno federal planea comercializar el maíz transgénico en 2011 o, a más tardar, en 2012, aunque no ha especificado qué tipo de semilla estará a la venta.

En la misma nota, Cárdenas afirmó que “en ninguna parte del mundo se ha demostrado que un OGM le haga daño a las personas”. Y fue más lejos: “A nadie le ha salido nada raro en su cuerpo por consumir productos con OGM”.

Opacidad

El 18 de marzo de 2005 fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, y el 19 de marzo de 2008 el reglamento de dicha ley, modificada el 6 de marzo pasado para permitir el uso experimental del maíz transgénico.

La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) anunciaron el pasado 15 de octubre, en un comunicado, las primeras dos autorizaciones para sembrar maíz OGM, aunque no mencionaron las empresas beneficiadas, los estados en donde se sembraría ni las variedades.

En otro comunicado, fechado el 21 de octubre, la Sagarpa y la Semarnat indicaron que, hasta esa fecha, ya habían otorgado 15 permisos, de un total de 35 solicitudes.

Nueve de esos 15 permisos fueron para la empresa Monsanto Comercial. Sus cultivos, decía el comunicado, se ubican en los campos del Instituto de Investigaciones Forestal, Agrícola y Pecuario (INIFAP-Noroeste), ubicados en el municipio de Cajeme, Sonora; tres más en los municipios de Ahome, Guasave y Navolato, en Sinaloa, y los tres últimos en los municipios de Valle Hermoso, Matamoros y Río Bravo, en Tamaulipas.

La misma fuente añadía que otra empresa estadunidense, Dow AgroSciences/PHI México, obtuvo los seis permisos restantes. Sus campos experimentales están localizados en el Valle del Yaqui y Huatabampo, en Sonora, y tres más en Los Mochis, Angostura y Navolato, en Sinaloa.

Tampoco en ese comunicado se mencionaron las variedades de maíz transgénico autorizadas. Fue la propia Monsanto, en un comunicado divulgado el 22 de octubre por su oficina matriz en Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, la que precisó: “Los ensayos de campo en Sonora de las tecnologías de maíz NK 603 de Monsanto (nombre comercial: Roundup Ready Corn 2), MON 89034 x NK 603 (YieldGard Vt PRO y Roundup Ready corn 2) y MON 89034 x MON 88017 (Genuity VT Triple PRO) se llevarán a cabo por investigadores locales”.

La trasnacional agregó que sus ensayos comenzarían a finales de octubre pasado y que en mayo próximo tiene planeado entregar a las autoridades mexicanas los resultados de la primera etapa de experimentación.

Una nota de la agencia francesa AFP, del 29 de octubre, indicó que entre las beneficiadas hay otra firma estadunidense: Pionner, del grupo DuPont. Días antes, el 19 de octubre, los ministros europeos habían prohibido el cultivo de una variedad de maíz transgénico de Pioneer, la 59122 x NK 603.

Un artículo del sitio en internet Imagen Agropecuaria, publicado el lunes 18 de enero, asegura que ya son 24 los permisos concedidos por las autoridades.

Contaminación 

La Sagarpa y la Semarnat afirmaron el 15 de octubre que las siembras de maíz genéticamente modificado “se mantienen en la fase de experimento y se harán en terrenos controlados y totalmente aislados de otro tipo de cultivos”. En un comunicado aseguraron que “en los estados donde se autorizaron las siembras experimentales no hay presencia de maíces criollos”.

Sin embargo, los investigadores de la sección mexicana de Greenpeace han advertido que la siembra experimental tendrá lugar en los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Coahuila y Tamaulipas, donde se pueden encontrar 31 de las 59 razas de maíz existentes en México.

 En el comunicado del 21 de octubre, el subsecretario de Gestión para la Protección Ambiental de la Semarnat, Mauricio Limón Aguirre, mencionó las medidas de bioseguridad que la ley establece con el propósito de que el maíz transgénico no contamine al tradicional: “la implementación de mallas ciclónicas para evitar el fácil acceso a las pequeñas parcelas donde se llevarán a cabo los experimentos; guardar una distancia mínima de por lo menos 500 metros respecto de otros cultivos; (y) marcar un aislamiento temporal después de un mes para evitar flujo genético a un maíz convencional”.

La experiencia internacional muestra que esto es insuficiente: un reporte de Greenpeace International, con sede en Amsterdam, documenta los casos de 10 agricultores españoles cuyos sembradíos de maíz orgánico han sido contaminados por transgénicos, aun aplicando las mismas técnicas que anunció la Semarnat.

El reporte Testimonios de la contaminación: la coexistencia con organismos genéticamente modificados sigue siendo imposible, que Greenpeace International presentó a la Comisión Europea el mismo día que el gobierno mexicano otorgó los primeros permisos, menciona los casos de los campesinos Félix Ballarín y Mariano Jiménez, ambos con sembradíos en la comunidad de Aragón.

En 2004, las cosechas de Ballarín y Jiménez fueron contaminadas por diferentes variedades de maíz transgénico de Monsanto, por lo que en 2007 dejaron de plantar maíz orgánico.

“Me di por vencido”, declaró Ballarín, quién cultivaba 7.7 hectáreas de maíz rojo, casi extinto en la región. “El maíz orgánico está desapareciendo de Aragón, a pesar de que nuestra región tiene un enorme potencial de miles de hectáreas para cultivarlo”, lamentó.

En cuanto a los campos de Jiménez, Greenpeace International subraya que los sembradíos de maíz transgénico que contaminaron su cosecha estaban “al menos a medio kilómetro de distancia”. Jiménez reprochó que “las autoridades nos dicen que basta una separación de algunas decenas de metros para que no haya esa clase de problemas. Pues se equivocan”.

Además, él sembró su maíz semanas después de que lo hicieran aquellos vecinos con plantíos transgénicos, lo que le implicó un riesgo adicional: como la semilla dispone de menos tiempo para crecer, la producción de la cosecha disminuye hasta 30%, es decir, entre 2 mil y 3 mil kilogramos menos por cada hectárea.

Por otro lado, contrario a los argumentos que manejan la industria de los OGM y el gobierno mexicano, el maíz orgánico (“biológico” o “natural”) puede ser más rentable que el transgénico: en 2007, un kilogramo del maíz orgánico se vendía a 36 centavos de euro en el mercado español, mientras que el OGM costaba 22 centavos (39% menos), según el reporte de Greenpeace International.

El precio español del maíz orgánico podía ascender incluso a 39 centavos de euro, 43.6% superior al del maíz con OGM.

De acuerdo con la misma fuente, a finales de 2007 el kilogramo de maíz orgánico cultivado en Francia, y exportado a España, costaba 50 centavos de euro: 127% más que el maíz transgénico español.